Nuestro felices para siempre

Capítulo 3: Una cena y una confrontación

Astrid

El coche se detiene frente a la casa de sus padres. Bajamos y el chofer de Matt me ayuda a llevar el pastel mientras que unimos nuestras manos para caminar juntos. Su toque me quema y quiero aparatarme de él, pero yo podría con ello. Estaba segura de eso.

Toca el timbre y muerdo mi labio inferior mientras nos mantenemos en silencio. Después de un par de segundos nos abren la puerta y podemos ingresar a la casa. Me preparo mentalmente para mantener la sonrisa en mi rostro para Karen y demostrarle que todo está bien.

—Buenas noches— saludo cuando entramos al comedor y suelto la mano de Matthew para acercarme a Karen y darle un beso en la mejilla.

Su madre me abraza con entusiasmo antes de besar mis mejillas con emoción. Saludo al señor Taylor con un apretón de manos y nos dirigimos a nuestros asientos determinados.

—¿Cómo estás, Astrid?— me pregunta y levanto mi mirada.

—Me encuentro muy bien— respondo con una sonrisa.

—Me alegra saberlo— responde con una sonrisa y tomo un poco de agua de la copa de cristal, me sentía un poco sedienta. —He ordenado que prepararan salmón escuché que es bueno comer cuando se quiere tener hijos— comienzo a toser el agua que estaba bebiendo y siento la mano de Matt acariciar mi espalda con suavidad mientras trato de dejar de toser.

Me alejo de su toque por reflejo y cuando finalmente me he calmado tomo mi servilleta y limpio mis labios que se mojaron un poco anteriormente.

¿Hijos?

—¿Te encuentras bien?— pregunta Matthew y asiento.

—No pensé que te sorprendería bastante al saberlo. Pensé que estaban buscando concebir un hijo— dice la señora con una expresión en su rostro que gritaba decepción.

—¡Mamá!— exclama Matt. —Todavía somos muy jóvenes para tener hijos, además llevamos sólo siete meses de matrimonio—.

—Sabes que te tuvimos antes de cumplir un año de casados, eso no es una excusa y el tiempo no espera. Nosotros y los padres de Astrid estamos envejeciendo, deberían considerarlo— dice su padre.

Yo sí quería tener hijos, en realidad había sido mi sueño desde que cumplí 20 años. Pero si mi matrimonio no estaba bien no traería al mundo a un bebé para que sufriera por ello. ¡Ni siquiera sabía que pasaría después de esta cena!

—No insistas, por favor. No hemos hablado sobre ello y esta es una decisión que nos corresponde a Astrid y a mí— después de mirarme durante un par de segundos, ella cede y asiente.

—De todas maneras, no podemos desperdiciar la cena— y allí termina la discusión.

Nos mantenemos en silencio por largos lapsos de tiempo y de vez en cuando nos preguntan cosas sobre la empresa o nuestro día a día. Cuando iba a tomar la botella de vino para servirme un poco más, mi mano roza la de Matt y la alejo rápidamente.

—Yo te sirvo— dice y toma mi copa.

—Gracias— le digo en voz baja.

—¿Han discutido?— pregunta Karen y mis manos se paralizan.

No sabía qué responderle, ¿acaso tenía que decirle: descubrí que tu hijo podría ser me infiel? Sin embargo, en realidad no habíamos discutido. Simplemente estaba tratando de mantener un poco de distancia entre ambos o podría enloquecer y explotar con todo lo que sentía. Quería estar en casa si eso llegaba a suceder. No aquí, con sus padres.

Me hacían sentir que pertenecía a la familia y además de su afán por querer nietos, nunca me habían hecho sentir incómoda. Pero esta no era una conversación de la que debían ser partícipes.

—No, Karen. Todo se encuentra bien— respondo con una sonrisa que logra engañarla.

O al menos finge que lo hace.

—Debo estar un poco ansiosa porque no he podido dormir bien los últimos días— dice en un susurro y cada quien vuelve a prestar atención a su comida.

Después de terminar el salmón, retiran los platos y traen una rebana del pastel a cada uno. Me cuesta un poco disfrutar del postre. El nudo en mi garganta continuaba creciendo y mi mente se distraía tratando de contener lo inevitable.

 

—Disfruten de su noche— digo mientras nos despedimos de los padres de Matthew con un abrazo.

Salimos de la casa y volvemos al auto, todavía en silencio. Él tendría que estar dándose cuenta que las cosas no iban tan bien, se tenía que ser un tonto o demasiado ciego para no verlo.

—¿Ocurre algo?— pregunta y giro mi rostro para verlo fijamente a los ojos.

Azul de mar. Siempre pensaba eso cada vez que los veía, era una de mis partes favoritas de él y en la que más me perdía. Océano. Tan profundo e infinito. Como era mi amor por él.

—Sí— admito en voz baja y apartando mi mirada de la suya.

—¿Quieres hablar sobre ello?— allí estaba.

A veces se sentía como si al regresar a nuestra casa o fuera de las horas de trabajo, seguí hablando con Matt Taylor, un CEO y un buen negociante, pero no con mi esposo.

—Lo haremos cuando volvamos a casa— omito decir nuestra porque era fácil acostumbrase si sentías que era algo tuyo.



#4985 en Novela romántica
#1335 en Chick lit

En el texto hay: matrimonio, contrato, amor

Editado: 05.03.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.