Nuestro fin del mundo.

capítulo 3

 Nunca es tarde para volver a empezar.

Me parece mentira todo lo que me está por suceder, toda mi vida jodiendo solo en casa y al otro día iré a una escuela internacional con chicos diferentes a mí, mis padres prepararon el viaje y todos sus gastos, pensé que mi primera vez en las vegas estaría ebrio con un doctorado y una semana de perdición que jamás olvidaría, ahora iré diez años antes de lo esperado, pero no a embriagarme y cazarme con una japonesa como lo había planeado, tendría que estudiar aquí en la escuela más prometedora de todas, un lugar sin igual oh eso me imaginaba mientras iba en el avión, no recuerdo un viaje tan largo como esté en mi vida, aunque me iba sirviendo para hacerme algunas ideas e imaginarme el lugar, solo espero que esto me haga sentir mejor, claro que mientras viajaba, también sentía un poco de arrepentimiento y me preguntaba ¿Qué estaría haciendo a esta hora en España? Como era de madrugada, seguro leyendo por no conciliar el sueño.

Al bajar del avión, se sentía otra atmosfera en el ambiente. Había salido de España algunas veces, por no decir pocas veces y la mayoría solamente era por vacaciones de verano.

En el aeropuerto me estaba esperando un señor con un cartel que decía “Welcome Marquitos Bianchi”. Me enseño una tarjeta donde mencionaba que trabajaba para el colegio y que me lo habían mandado a verme.

¡Oh valla! Era asombrosa y le cuadruplicaba el tamaño a mi antigua escuela, los edificios donde se alojaban los estudiantes se contemplaban todos modernos y recorrimos casi cuatro kilómetros para llegar al campus de la escuela desde la entrada. El señor me llevo a dirección y se despidió con un hasta luego. Yo hice lo propio e ingresé a dirección.

—Bienvenido Marquitos, me alegra que te sumaras a nuestra escuela, espero te sientas cómodo.

—Buenos días, directora, es un gusto para mí estar aquí. —La directora no era muy mayor, al contrario; te daba un aire juvenil, vestía muy a la moda y traía sus labios pintados en un color muy rojizos, además de eso se observaba muy empoderada. Debía ser difícil manejar un colegio tan grande a su edad.

—Te enviaré con alguien para que te muestre un poco más el lugar. Y te puedas incorporar a la tercera hora.

¡Tan pronto! Me hubiese gustado conocer más el sitio, pero veo que no están para perder el tiempo. Tenía bonita pinta, tenía áreas que eran muy lujosas como también había áreas muy comunes. Un mural en una pared me había llamado la atención "un niño manejando bicicleta sobre un libro". Estaba tratando de encontrar su mensaje hasta que una pelota de futbol impacto mi cabeza, no pude mantener el equilibrio y me tumbo hacia adelante. Oía las rizas de todos los que habían notado aquel suceso. Pero… ¿De dónde habrá salido esa pelota como un misil?

—Perdona amigo, no ha sido mi intensión impactarte con la pelota.

—No te preocupes, ya observaste que estoy bien. —Le lancé una mirada de muy pocos amigos, aunque por su amabilidad no parecía que haya sido su intención golpearme.

—¿Necesitas un doctor?

—Te he dicho que estoy bien. —Le hablé con un tono más alterado.

—Aquí no ha pasado nada, pueden dejar de reír y retirarse— Se dirigió a todos los que se habían detenido a mirar y parece que le hacían caso y comenzaron a desplazarse dejando el lugar y de murmurar. El chico recogió su balón y se retiró sin nada más que mencionar, por otro lado, cuando observé que no había nadie me cogí la parte de atrás de mi cabeza, me había dolido, pero no demasiado. Alguien que parecía ser una profesora se había percatado del suceso. Se movió un poco los lentes y se me acerco.

—Creo que ha sido sin intenciones.

—Yo opino que no debe estar con pelotas por donde circulan los estudiantes.

—Es un estudiante destacado en deporte y muy bueno en matemáticas, por eso piensa que tiene ese tipo de autoridad, aunque se disculpó amablemente. No he podido dirigirme aun a él.

—Ok. Me tengo que ir.

—Soy la señorita psicóloga Pierina Rodríguez. — Me estrecho la mano, cuando pretendía dejar el lugar. —venía siguiéndote desde la dirección, la directora me pidió que te dé una guía y de paso podamos conversar un poco en mi oficina. ¿Te parece bien?

—Sí. Por mi bien. — Aquella señorita de piel morena y ojos azulejos. Me hizo muchas preguntas cuando llegamos a su oficina y luego me dio algunos consejos, me hizo firmar muchas autorizaciones y cosas de la escuela, también les habían mandado esos papeles a mis padres. Me dio la tarjeta que habría la puerta de mi habitación y dirección de mi departamento en un edificio que parecía perfecto por el corto tiempo en que se encontraba el campus.

Se había hecho de noche, menudo sábado, no había estado nada mal ahora solo necesitaba horas de sueño, el viaje había estado agotador. Antes de meter la tarjeta noté que la puerta de la habitación ya estaba abierta. ¡Claro!… me acordé que tenía un compañero, entre y… —¡¿Qué mierda?! Menudo basurero crack. — Había latas de cerveza y cajas de pizza por todos lados en el salón principal.

—Perdona el desorden, me avisaron que llegabas hace poco, no me ha dado tiempo de arreglar el lugar, pero puedes pasar a tu cuarto. Es la habitación vacía junto a la cocina. — Hablo una voz desde la ducha que estaba a full en el baño. Le hice caso y me dirigí a un sitio que tenía de todo; una cama, un escritorio, un estante y un closet y su respectivo reproductor de música. Todo vacío y listo para ser ocupado.

—Joder, pero si tú eres el chico de la tarde. — Apareció el tipo con la toalla a la cintura y lleno de agua que caía aún al suelo. Era el mismo que en esa misma tarde me había lanzado la pelota en la cabeza. “Menuda coincidencia”.

—Hola de nuevo.

—Me llamo João un gusto. ¿Cómo te llamas?

—Mi nombre es Marquitos Bianchi.

—Bienvenido Marquitos. —Me estrecho su mano que seguía mojada y se dirigió a su cuarto que estaba cerca al salón. Yo terminé de acomodar mis cosas y me di una ducha, creo que es todo por hoy… ¡Mañana será otro día!




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