Nuestro fin del mundo.

capítulo 4

Princesses and princes?

Nunca es tarde para volver a empezar (2)

Cuando salí de esa zona extremadamente peligrosa por cómo me miraban las personas, maldecí a João por haberme abandonado de esa forma. Ya tenía dos horas en aquella fiesta y solo me la había pasado buscando un lugar donde estar lejos de todos, por suerte el tejado tenía una gran vista al cielo, no había muchas estrellas, pero me sentía cómodo, sentado observándolas sin ningún otro lugar donde estar. La música no se escuchaba demasiado estruendosa como lo estaba adentro y las demás mansiones que se encontraban cerca a la de esta fiesta se contemplaban muy a la de una película de Disney princesas.

La única canción que sonaba en mi cabeza en ese momento era “Big in Japan” Un rock de los 80 que me hacía recordar donde estaba y por qué. Ya no estaba nada mal, tampoco me arrepentí de haber salido del departamento, aunque estaba totalmente agotado, me encontraba a escasas ovejas de dormirme, cuando escuché un ruido extraño que me despertó totalmente. ¿Había sonado algo en el tejado? Claro que si, a escasos metros de donde estaba, habrá sido un animal, no debería de asomarme, pero estaba entre asustado y dormido es normal que en ese estado tenga un poco más de valentía. Caminé en forma sigilosa y silenciosa como un ninja, entonces me encontré con una escena que me sorprendió, dos animales que parecían ser ardillas cogían de manera perturbadora, aunque no sabía si estaban fallando o se estaban matando a golpes, era algo similar. ¡valla escenita pequeños roedores!

—¿Qué haces aquí? ¡¿Me estáis siguiendo?! —Me gritó una chica por detrás, quien no parecía de estar de buena noche.

—Oí unos ruidos y…

—Eres un pervertido— Me regaño al ver la escena de las ardillas que yo también estaba observando.

—No es lo que parece.

—Entonces ¿Qué se supone que haces en el tejado?

—Lo mismo te pregunto. —La chica se acercó más y la pude observar mejor de cerca, es muy hermosa, aunque solo estaba la luna y las estrellas que alumbraban su rostro y su extraña figura. Tenía un brillo impresionante en sus ojos y claro, estaba molesta o ¿Así era su rostro?... Lo dudo mucho.

—La fiesta está fuera de control. No me gusta cuando hay muchas personas alborotadas como abejas.

—A mí tampoco me agrada, yo vine para conocer un poco el lugar… He llegado hoy a la escuela. —Le confesé mientras alejaba a los roedores y me sentaba cerca de donde terminaba una parte del tejado, donde solo se podía notar el horizonte y la luna llena azul.

—¿Por qué no has llegado antes a la escuela?

—Porque aún no me decidía, no me parecía buena idea, he convivido con pocas personas.  

—¡Ah! Eres un chico solitario.

—Así es. Y tú... ¿Qué haces en aquí?

—Yo estoy aquí porque la fiesta es de mi prima, aunque no quería venir está en mi fraternidad y todas las chicas estamos aquí.

—¿Fraternidad?... Pensé que solo se podía hacer en la universidad.  

—Casi todo el colegio está compuesto por fraternidades. —Ella se sentó a mi costado, acomodándose el vestido. Se encontraba aún más cerca, pero no me animaba a verla, tampoco sabía si ella me estaba mirando.

—No me interesa.

—Idiota, vas a necesitar de una fraternidad si quieres sobrevivir aquí.

—¿Qué te hace creer que soy un idiota?

—Tienes la corbata puesta en la cabeza como un ninja y los ojos los tienes como de muerto.

—Así soy yo. —Al ver mi poca colaboración para que la conversación siguiera, se levantó y antes de irse le pregunte nuevamente. —¿Qué estabas haciendo aquí?

—No te interesa. —Ahora era ella quien no quería colaborar. — Mi nombre es Marquitos Bianchi. —Levante mi brazo para estrechárselo, ya que ella estaba de pie. 

—Mi nombre es Mayla Keller. Princesa del reino de Bélgica—

¡Princesa! Ella era una princesa. —Disculpe el atrevimiento princesa— había escuchado bien salir de su boca que lo era, mi reacción fue levantarme y hacer una reverencia y eso produjo pequeñas carcajadas que soltaba sin alterarse.

—No tienes por qué hacerme reverencia, en estos momentos soy como tú. Vamos a la misma escuela y no eres un ciudadano de Bélgica y tampoco soy el Rey.

—Nunca había estado frente a la realeza, no conozco la realeza de España, que es mi país.

—¿Eres español? —Me pregunto sin el más mínimo asombro. —Sí, nací en España, pero mi padre es italiano y mi madre de Argentina. —ahora sí que hizo una expresión de asombro y se sentó de nuevo en el filo del tejado.

—Aquí están las dos princesas del reino español. — Se animó a contar, era un dato que desconocía.

—¿Hay muchas princesas aquí?

—¡Príncipes también! — Aquel alzado de voz que tuvo, me genero una pequeña risilla que fue acompañada con un vistazo a la luna que me quede observando por varios segundos.

—Te gusta mucho el cielo. Especialmente la luna.

—Me gusta la astronomía entre muchas cosas más. — Le contaba mientras la sentía, ella de verdad me estaba observando, mientras yo admiraba la luna. Entonces mi cuerpo también sintió que lo hacía y en un típico sentido del sentirte observado. La miré fijamente a los ojos y solo se me soltaron las palabras que tenía como pensamiento.

—La luna tiene el color de tus ojos. —Pude notar su asombro entre ceja y ceja, lo que más me asustaba es que no tuve nada de vergüenza y timidez en soltar las palabras, yo no era así. Luego de ello nos quedamos sin comentar nada, seguíamos a centímetros de nuestros cuerpos, pero a mí no se me ocurría nada más.

—¿Cómo sabias de la fiesta?

—Yo no sabía nada, vine con alguien.

—¿Llegaste con una pareja?

—He venido con mi compañero de piso que juega futbol, eso es lo único que sé... —De modo que le explicaba, una llamada entro a su móvil, se alejó varios metros para contestar, podía escuchar una discusión y que cada vez se ponía más nerviosa, igual no me interesaba. Al colgar maldijo un par de veces susurrando en voz baja. 




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