Había pasado una semana. Una semana desde el tedioso y aburrido baile que mi madre había llebado a cabo en el jardín de su mansión. Para mi suerte logre sobrellevarlo con la precensia y compañía de mi hermana y Sam.
No soportaba ese tipo de reuniones donde las personas van a perder el tiempo y sobre todo dinero, mucho dinero. Mi madre tenía la teoría de que era porque siempre iba solo, que si llebaba una acompañante quizás fuese más divertido. No cuestionaba su teoría. Si de verdad existiese alguna compañía femenina del cual estuviese completamente seguro para invitar. Quizás si llegaría a disfrutar de esas reuniones.
—Señor ya hemos llegado. —anuncio Félix. Quien además de mi asistente ahora también hacia de chófer. No me agradaba mucho las personas nuevas y a él no le molestaba hacerlo.
Estaba frente a la universidad donde trabajaba mi hermana. Habia quedado para recogerla y llebarla a la cena en casa de mis padres. Otra de las tantas escusas que se inventaba mi madre para pasar más tiempo con sus hijos. Yo no la culpo. Llegábamos a ser un poco desagradecidos con ella.
Solté un largo suspiro y salí del coche. No aguantaba los lugares con muchas personas y menos un lugar con muchos adolescentes.
Había estado allí muchas veces así que conocía a la perfección el camino hasta la oficina donde se encontraba el escritorio de mi hermana. Para mi suerte Terry se encontraba allí.
—Hola hermanita. —Dije mientras me acercaba a su mesa.
Mi hermana salió de detrás de su escritorio y se aserco a mi. Nos unimos en una abrazo fraternal durante algunos segundos.
—Qué bueno que hayas venido. Te estaba esperando.
—Pues mueve ese precioso culito tuyo, que Félix está fuera.
Mi hermana se aserca a su escritorio y comienza a recoger las cosas.
—De echo tengo que esperar a que vuelva Mía para dejar a Noa con ella. —dice aún distraida en el ejercicio de recoger sus cosas.
–¿La niña de mi apartamento? —No puedo evitar preguntar.
¿Aquella niña que parecía toda una princesita mientras intentaba tocar mi piano y la que se despidió de mí con un beso en la megilla que me dejo muy sorprendido? ¿Esa niña?
—Si, Noa. —Si que es la misma.— Lleba un rato aquí conmigo.
Miró a mi alrededor confundido y no puedo evitar volver a preguntar mientras me apollo en su escritorio.
—Cuándo dices "a aquí conmigo", ¿en qué lugar te refieres esaptamente?
Terry me mira confundida y luego pasa a recorrer toda la habitación, que debería añadir, esta completamente vacía. Su rostro se torna en preocupación y sale corriendo al pasillo. Sin evitarlo, la sigo.
Hemos recorido algunos pasillo cercanos a su despacho y ahora nos acercamos más a las aulas. Terry ha intentado llamar a la madre de la pequeña de ojos grices, pero aún no ha podido hablar con ella. Cada segundo, mi hermana se encuentra más preocupada y por alguna razón yo también lo hago. No es que conozca a esa niña de nada, pero es que a la vez se me hace tan familiar.
Cuando giramos en un pasillo encontramos al fin a la pequeña. Pero no está sola.
Frente a ella se encuentra una chica con preciosos mechones rubios que enmarcan su rostro. O al menos lo intenta. Esta de espaldas a nosotros pero se ve que la niña confía plenamente en ella, pues se mantiene sonriente y se le ve feliz.
Terry apresura el paso y se acerca a ambas.
—Dios Mía, lo siento. No me he percatado de que no estaba hasta hace un momento.
Se le escucha preocupada y un poco avergonzada.
— Has visto has echo que la tía Terry se preocupe. Cuantas veces te he dicho que no sagas sin permiso de alguien. —le reprocha la chica a la pequeña.
Noa deja caer su cabecita y concentra sus ojos en el suelo. Yo me quedo unos pasos por detrás de mi hermana un poco ailado de la situación. Después de todo yo no tengo nada que ver con ella.
—Lo sento mami. —dice la niña después de un momento.
Así que ella es la madre. Pues Noa es la copia del padre o es adoptada.
La chica relaja los hombros frente a nosotros y se escucha como deja escapar un suspiro.
—Venga diaculpate con Terry y dale un abrazo. Si sigues así no te cuidará más y tendremos que buscar una niñera. —ordena.
La niña comienza a sonreir y deja un beso en la megilla de su madre para hacercarse a mi hermana. Terry la toma en sus brazos y le da un fuerte abrazo.
—Lo sento tita. No vuevo a hacher. —dice la niña cuando mi hermana vuelve a dejarla en el suelo.
—No te pongas triste mi corazón. Pero no lo vuelvas a hacer que sabes que yo y mamá nos ponemos tristes si te pierdes.
Le sonrie y asiente ante los concejos de mi hermana antes de volver a abracerle.
Busco con la mirada a la madre de la pequeña y le veo cerca de un asiento recogiendo su bolso y materiales. Al parecer es profesora. Veo como busca algo dentro del bolso y cuando lo encuentra lo saca. Se trata de una gafas, muy sencilla, que se coloca en el rostro. Quizás sean de vista cansada, aunque ahora no las llebaba.
Vuelvo mi atención a mi hermana y veo como Noa me observa. Quizás me ha reconocido. En un par de pasitos deja atrás a mi hermana y se acerca a mi.
—Hola. —dice con una gran sonrisa que no hace más que provocar otra en mi.— Te lecueldo, eles chico del piano.
Si que me recuerda. Yo también la recuerdo. Después de todo no se encuentra una niña tan parecido a ti físicamente todos los días.
—Yo también te recuerdo. Disle a Terry que te llebe de vez en cuando al apartamento así podemos tocar el piano juntos. —me veo diciendo.
¡¿Pero que crees que haces?! Te has vuelto loco.
Noa sonrie ampliamente y asiente feliz.
—Bebé, ve y busca tu abrigo que nos tenemos que marchar.
—Si mami.
La niña corre por el pasillo y desaparece al final de este. Vuelvo la vista al frente y me encuentro con un gran solpresa. La madre de la pequeña, Mía, creo que es que se llama, está hablando con Terry. Pero lo que más me solprende no es su cuerpo ni su rostro, en realidad son sus ojos. Son de un preciso verde esmeralda, tienen un brillo especial. Un brillo que no había visto en mucho tiempo.
Flash Back:
*—Me gustan tu gafas. —la preciosa chic ante mi sonrie y veo como se ilumina todo su rostro.— Pero me gustan más tus ojos. —acarició suavemente su megilla y veo como el rojo marca su piel.— Me encanta su color esmeralda y lo preciosa que te vez así, sonrojada. —continuó acariciando su megilla que cada vez se tiñen más de rojo.— Me gustas toda tú.
Me inclinó un poco hacia delante y escucho como su respiración se corta.*
Fin del Flach Back.
La tengo ahí. Al alcance de mi mano. Tan preciosa como hace años o incluso más. Aún con sus preciosos ojos y sus pequeñas gafas. Recuerdo perfectamente sus cabellos rubios y el rosado de su piel. Es tan perfecta.
—Mía te quiero presentar a alguien. —las palabras de mi hermana me sacan de mis pensamientos logrado que me concentre un poco más allá del simple echo su presencia. Se aserca a mí y nos presenta.— El es mi hermano, Michael Lewis.
Mía extiende su mano. No me reconoce. Tomo su mano un poco confundido por los echos que se me presentan, pero en el momento en que nuestras pieles se tocan una carga eléctrica fluye entre ellas que me deja cada vez más confundido. Veo en sus ojos una chispa, una muy pequeña pero completamente visible. Quizás si que me recuerda, pero no del todo. Después de todo aquella noche yo estaba mucho más licido que ella.
—Mía Montés. Un gusto. —susurra antes de separar nuestras manos.
Una sensación de pérdida me recore y aún cuando la tengo junto a mi ya le extraño.
—El gusto es mío. —aseguro. Ella no tiene ni idea del gusto que me da al fin encontrala.
Mía Montés. Después de tantos años al fin conozco tu nombre. Después de tantos años al fin te encuentro.
—Mía si ya has termiando nosotros nos tenemos que marchar. —le informa Terry. Juraría que si Mía no estuviese presente la extrangularia aquí mismo.
Acarico su nombre en mis pensamientos. Ese nombre debería estar prohibido es una auténtica invitación al pecado. Sólo pronunciarlo y es como si tuviese algún tipo de control sobre ella.
Mía.
—Nosotras también nos tenemos que marchar. —comenta distraidamente.— Thony nos estará esperando, hoy es noche de películas y Noa no se las pierde.
¿Thony? ¿Quién mierda es Thony?
—Un día de esto tendrás que invitarme a una de esas noches. —bromea Terry acercándose a mi.
—Cuando quieras. Thony se ha traído a muchas de sus parejas a casa y hemos armado grandes cines en mi sala. A Noa le encantara. —comenta con una gran sonrisa.
En ese momento Noa llega corriendo y por alguna razón la observo más detenidamente. Su madre sonrie y la toma de la mano en cuanto esta junto a ella.
—Despídete mi amor que nos tenemos que marchar.
Noa sonrie y acata la orden sin rechistar.
—Nos vemo tita Terry. Ados senor de piano.
Mía le sonrie a su hija y se despide con un corto abrazo de mi hermana. Terry las observa marchar tomadas de la manos mientras Noa da pequeños saltidos junto a su madre. En ese momento un pensamiento pasa por mi cabeza y se estaciona junto a mi corazón.
Noa es mi hija.