Nuestro pequeño error

Capítulo 15: Lluvia.

—Eso es todo, Félix. —anuncie. Mi asistente asintió suavemente mientras apagaba la tablet y recogía los documentos.— Puedes irte Félix yo mismo conducire. 

—Mandaré a preparar el auto. —dijo antes de abandonar la habitación. 

Había pasado algunas horas desde que mi hermana abandono mi oficina y desde que habíamos termiando la conversación. Aún podía observar la prueba de paternidad positiva sobre mi escritorio. Estire el brazo y guarde la carpeta en un cajón con llave, después me lebante de mi mesa, me coloque el saco y salí del despacho. 

La oscuridad bañaba las calles mientras la noche cubría la cuidad. El cielo se iluminaba por los rayos que traía la lluvia.  El cielo parecía vastante enfadado pues no daba chance a despejarse. Llebaba varías horas lloviendo, por lo que las calles estaban vastante despejadas, logre llegar al apartamento antes de lo previsto. En algún momento en el trayecto del elevador, pedí a Dios que Mía hubiese logrado salir pronto y no se viese atrapada en aquella lluvia antes de llegar a casa. Y menos si estaba acompañada por la pequeña Noa. 

Cuando las puestas del ascensor se abrieron en mi penthouse, me recibió un exquisito aroma a comida casera recién echa. 

El vestíbulo estaba desierto y no escuchaba nada de la sala de música. Así que supuse que las chicas ya se habían marchado. Así como también supuse que Martha estaba haciendo la cena. No acostumbraba a recibirme de aquella forma así que imaginé que era un día especial o algo por el estilo. Continue de lleno hasta las escaleras dejando el maletín en cualquier sitio. 

Ya en mi habitación me doy una ducha y cambié el traje por vaqueros y una camiseta. Era mucho más cómodo. 

Cuando volví a bajar escuche, desde las escaleras las risas provenientes de la cocina. 

—Noa, cariño. Vamos a lavarnos las manos en lo que Martha termina de colocar la mesa. —¿Esa era la voz de Mia? ¿Qué hacía Mía en mi casa a esta hora? 

Shi mami. —escucho la vocesita de Noa y después como recorian el pasillo hasta el lavabo del pasillo. 

En ese momento decidí salir de mi  escondite dirigiéndome directamente a una ocupada Martha. Cuando ella me vio dejó lo que estaba haciendo y me presto toda su atención. 

—Lo siento señor, no lo sentí llegar. ¿Desea algo? —preguntó. 

—¿Por qué no se han ido las chicas? —fui directo al grano. 

Martha sonrio. Parecía avergonzada. 

—Lo siento. Pero es que la lluvia estaba vastante fuerte así que les pedí en su nombre que esperáran un poco para ver como avanzaba el tiempo. Después todo se ha ido alargando y no me ha quedado más remedio que preparar la cena para vosotros tres. —explicó.— En verdad siento entrometerme y hablar en su nombre pero no podía permitir que les pasase algo a la señorita Mía y la pequeña Noa. 

Inmediatamente comprendí a que se refería. Yo tampoco permitiría que le pasase algo a mi hija y menos a Mía. En aquella ocasión coincidí con Martha, era mejor que las chicas esperasen para ver que pasaba con la lluvia. 

De pronto volví a escuchar los pasos y las risas. Me volte en busca de las personas de las que procedían esas risas encontrándome con madre e hija dadas de la mano mientras conversaban animadamente de algún tema desconocido. 

Mía se encontraba preciososa, con su cabellera rubia sobre los hombros, con un pequeño vestido con floresitas y aquellas gafitas sobre el puente de su nariz. Era perfecta y estaba preciosa. 

Noa no estaba muy lejos de su madre. Ambas iban combinadas con vestidos parecidos y en el caso de Noa sus cabellos oscuros, como los míos, sobre los hombros. 

Cuando Mía lebanto la mirada y se encontró con mis ojos intento acallar un suspiro de solprera que llegó a mis oídos antes de que logrará ocultarlo. Vi como sus ojos bajaban por mi cuerpo y me observaba a conciencia. Era increíble el efecto que tenía en mi cuerpo aquellos preciosos ojos verdes. 

Ante la solpresa de su madre, Noa desvío la mirada hacia el frente y me observo. Le dedique una sonrisa antes de observar como soltaba a su madre y corría hacia mi. 

—Miche. —dijo en un pequeño gritito mientras se hacercaba. Dejando atrás los preciosos ojos de Mia, me arrodille frente a mi pequeña copia y observe como sus ojitos brillaban. 

—Hola princesita. —dije cuando llego junto a mi. 

— Ha visto mamá, Miche a venio a cenar con nosotas. —dijo buscando la mirada de su madre antes de acabar la corta distancia que nos separaba y abrazarme. 

Al principio el abrazo me tomó por solpresa pero cuando logre recuperarme la enrolle con mis brazos la apreté contra mi. 

Sería muy fácil acostumbrase a esto. Pensé. Llegar a casa para que todas estas risas y abrazos me reciban. Lo amaría. 

Desvie la mirada hacia Mía que aún se encontraba petrificada junto a la puerta observando la pequeña escena que había surgido. 

Me incorpore aún con Noa en mis brazos y observe a la madre de mi hija que acaba de reaccionar y termino de entrar y hacercarse a nosotros. Noa dejo de abrazarme y se acomodo sobre mi brazo mientras observaba a su madre hacercase. Cuando Mía obtuvo la mirada de su pequeña una sonrisa se dibujo en su rostro haciéndome comprender el gran poder que ejercía el amor que ambas se tenían. Me di cuenta que para sacar una sonrisa de los labios de Mia solo necesitaba una mirads de su hija. 

Cuando Mía llegó junto a ambos y se hacerco lo suficiente para dejarme disfrutar de su aroma, afirme mi deseo de conservar a aquellas mujersitas junto a mi. 

—Si preciosa. Ya lo he visto. —dijo mientras acariciaba su megilla. Luego me miro a los ojos y sentí como si me reconociera. Como aquella noche. 

En aquel pequeño momento eramos una pequeña familia. Una que amaba locamente sin siquiera desearlo. Una que deseaba sin comparación. Una que obtendira a cualquier costo. Pero había algo más. En su mirada, Mía, también observaba lo que yo. Deseaba lo que yo. Y ese echo me sobrecogio. 

—Parecen un pequeña familia de tres. —Dijo Martha logrando que Mía se sobresaltara y reacionara apartándose de mi. 

Observe como se apartaba de nosotros mientras Noa se acomodaba en mi pecho. Después de un momento observe de forma asesina a Martha por arrebatarnos aquel precioso momento. Martha se encogió de hombros y abandono la habitación. 

Mía se acomodo en la mesa y me observo. 

Entendí a la primera lo que necesitaba. Me aserque lentamente y deja a Noa con ella. Vi como la acomodo sobre su regaso mientras yo tomaba asiento. 

—Cariño me ayudas. —le dijo a Noa entregándole un cubierto mientras ella tenía otro. 

Noa acepto el cubierto y comenzó a imitar lo que su madre hacía. Claramente aquello era un hábito entre ellas, Mía le enseñaba a huzar los cubiertos. Se veían encantadoras así. 

Las observe durante demasiado tiempo. Escuche cada uno de su comentario y sonreí con algunos. Mía cortaba los trocitos mientras Noa intentaba atraparlos y llevárselo a la boca. 

En algún momento el tiempo pasó y Noa terminó con su plato. Mía cogió una servilleta y la ayudo a limpiarse. Cuando termino la dejó en el suelo. 

—Busca a Martha y disle que te de el postre. Mamá se reunira contigo cuando cene ¿esta bien? 

Noa asintió antes de comenzar a caminar hacia la salida. Un momento antes de salir de la habitación dio media buelta y corrió hacia ambos. Se acerco a mi y me dejo un beso en la megilla antes de repetir el proceso con su madre y abandonar la habitación. 

Mía la observo hasta desaparecer por la puerta. Cuando concentro su mirada en su plato pude observa una lágrima solitaria descender por su megilla. 

—¿Qué sucede? —pregunte preocupado. Me incline sobre la mesa y me acerque todo lo que pude a ella. 

—Normalemte no es tan sociable con los demás. —dijo aún con la vista en su plato— Siempre le ha costado relacionarse con las personas a su alrededor. Pero por alguna razón con usted y Terry no ha sido así. —levanto su mirada y me dejo ver sus precioso ojos verdes— Me e dado cuenta de lo fácil que le resulta a mi hija tratar con usted y como a llegado a querer a Terry en tan poco tiempo. 

—¿Y eso es algo malo? —no pude evitar preguntar. 

—No. —aseguro— Adoro que mi hija ame a tantas personas y que personas como ustedes le quieran. 

En un impulso vastante repentino tomé una de sus manos en las mías mientras continuaba mirando fijamente sus ojos. Note como su respiración cambió en el momento en el que nuestras manos se tocaban y como sus ojos descendieron al lugar del contacto para luego volver a mis ojos. 

Sabía lo que sentía. Esa pequeña electricidad en la piel. Esa sensación de bienestar, de seguridad. Un sentimiento de añoranza. Nuestra piel se recordaba, yo le recordaba y deseba fervientemente que ella lograse recordar. 

Caraspeo apartando su mano antes de tomar los cubiertos. 

—Será mejor que cenemos. Noa me espera con Martha. 

Asentí suavemente mientras me concentraba mi plato e intentaba dejar de observa a la preciosa mujer que estaba junto a mi. No lo logre. 

Durante el resto de la cena no hice más que observarla y ronperme la cabeza intentando descubrir por qué no me recordaba. No encontré ninguna respuesta razonable. 

Después de la cena Mía se despidió para ir en busca de Noa. También me informó que planeaba marchase si la lluvia ya había cesado. Asentí y la vi marchar en dirección a la cocina. 

Sabía que aquella noche estaría en mi memoria como una de las más especiales, junto a nuestra primera noche juntos. 

Deseaba desesperadamente tenerlas sólo para mi.




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