Nuestro pequeño error

Capítulo 16: Historias.

Había sido un día largo. 

Hacia aproximadamente tres horas que había termiando de pintar por aquella tarde y justo cuando se disponía a irse el cielo se cerró de tal manera que aún no le había dado chance a volver a casa. 

Y Dios sabía cuanto deseaba hacerlo. 

Al principio todo habia fluido bien. Cuando Martha le propuso esperar por la lluvia le había parecido una buena idea. No le gustaba ir por ahí con Noa mientras llovía de aquella manera. Había decidido hacer algo de cena por lo que le ofreció su ayuda a Martha y mientras ambas cocinaba, Noa jugaba cerca. Incluso después, cuando se dispusieron a poner la mesa, aquella idea aún parecía la mejor. 

Pero todo cambió cuando se encontró a Michael de aquella forma junto a Martha. Nunca le había visto sin él traje por lo que me solprendi soberanamente al verlo en vaqueros y camiseta. 

Estaba guapísimo. 

Pero solo unos minutos después, cuando tenía a Noa en su brazos y yo había cometido el error de acercarme, fue cuando me di cuenta de que si que había sido una buena idea. Sabía que en algún momento me arrepentiría de todo aquello, no demoro en llegar. 

Me fue imposible no perderme en aquellos ojos grises ni en el aroma que desprendía su cercanía. Era sumamente ignitico y apabullante. No lograba apartarme. 

Pero ahora estaba aquí. Acomodada en uno de los tantos salones de esta casa mientras observa la lluvia y mi pequeña dormiraba sobre mi regaso. Michael no estaba por ninguna parte, en realidad no había demorado mucho en encerrarse en su despacho después de la cena. 

Acarico suavemente el cabello de Noa mientras le susurro una suave nana para que permanezca dormida. Se que el viaje a casa sería difícil y aún más agotador si tendría que llebarla en brazos, pero ya era tarde para ella y ya no sabia como mantenerla despierta. 

De pronto escucho un rugido desde alguna parte de la casa que logra tensar todo mi cuerpo. Me entra la duda de si investigar que sucede o permanecer en el salón. 

La curiosidad gana la partida obligándome a ponerme de pie y acomodar a Noa en el sofá para no despertar. Salgo al pasillo y permanezco en silencio escuchando todo a mi alrededor. 

Escucho una voz masculina familiar al final del pasillo y no puedo evitar empezar a caminar en esa dirección. Despues de un segundo me encuentro junto a la puerta del despacho de Michael mientras escucho como le grita a alguien por teléfono. Permanezco frente a la puerta observando su espalda tensa mientras habla. 

Recoro su cuerpo con la vista hasta llegar a su mano y los cristales rotos en el piso. Imagino que por el enfado rompió la copa y entiendo que el asunto es verdaderamente importante. 

—¿Te das cuenta de lo jodido que es esto Sam? —Vuelvo a tensarme al escuchar su tono mientras permanezco en mi sitio observándolo.— Resolveremos esto mañana, Sam. —Después de algunos se despide y cuelga dejando el teléfono sobre el escritorio. 

Le escucho suspirar vastante enojado antes de darse vuelta mientras se acariciaba el puente de la nariz. Llebo mi vista a su ojos mientras estos se encuentran conmigo junto a la puerta. 

De pronto contengo la respiración mientras mantenemos fijas en nuestras miradas. Me doy cuenta en cómo su expresión exasperada y tensa comienza a desaparecer para sentarse en una expresión desconocida para mi. 

Vuelvo a recoger su cuerpo antes de fijarme en su mano herida y como si mi cuerpo tuviese vida propia comienza a hacercarse a él. Siente su mirada sobre su piel mientras acorta la distancia entre ambos y decido evitar todas las sensaciones que recorer mi piel vajo su mirada. 

Tomo su mano herida y la inspeccionó cuidadosamente. No le he visto a los ojos, no me siento capas de hacerlo, no tan cerca. 

—No es nada. —susurra sobre mi cabeza. Aún inclinándo y todo sigue siendo mucho más alto que yo.— Puedes estar tranquila. 

—¿Cómo va a decir eso? ¿Es qué no ha visto el tamaño de esto? —digo señalando la herida.— Por lo menos llevará dos puntos o quizás tres. —susurro acercando la mano al comienzo de la herida desde donde comienza la sangre. 

—Ya te he dicho que no te preocupes. —susurra suavemente mientras coloca un dedo bajo mi mentón y me obliga a mirarle a los ojos. 

—Se-será mejor que... que le curemos antes de que se infecte. —odie que me tembace la voz. No podía demostrar las sensaciones que me provocaba su serranía y su tacto, menos aún con el pues era un desconocido. 

Hace unos añitos atrás no te quejaste  cuando sierto desconocido te tocaba en otros sitios. Dijo la voz de mi cabeza mientras volvía a perderme en esos preciosos ojos grises. 

No pienses tonterías Mía. Me regaño. 

Me apartó bruscamente de su tacto para dar algunos pasos hacia atrás. Su rostro vuelve a tensarse durante sólo un segundo. Es como si mi serranía lo mantuviese en calma. Un sentimiento tan agradable se instala en mi. 

—¿Donde está el botiquín? —le pregunto intentando volver en mi y dejar las ideas locas. 

—En el baño del pasillo hay uno. —indica el. 

Sonrio suavemente. 

—No se mueva de aquí. —digo antes de darme la vuelta y correr por el pasillo hasta el baño que vi hace un momento. 

Rebusco entre los cajones y estantes hasta encontrar el botiquín y volver corriendo a la oficina. Al entrar me encuentro a Michael recosta en su escritorio mientras me mira. Abandono la carrerilla mientras intento parecer lo más tranquila posible y me acerco a él. Dejo el botiquín sobre el escritorio y comienzo a sacar cosas para curarle. 

—¿Por qué historia del arte? —pregunta después de un momento. 

Su pregunta me sobresalta mientras limpió su herida con alcohol. Michael hace una mueca de dolor mientras deja escapar un gélido. 

—Lo siento. —susurro mirándole a los ojos durante un segundo antes de volver a la herida.— En realidad la verdadera pregunta sería ¿por qué el arte? 

Enmarcó una ceja mientras me miraba curioso. Por alguna razonnese gesto me recordó inmediatamente a Noa y sus cejas enmarcadas cuando estaba concentrada o sentía curiosidad. 

—Vale. Pues, ¿por qué el arte? —preguntó después de un memento. 

—Me enamore del arte en el instituto. Tenía un excelente maestro que amaba el arte. Cuando me arriesgue a enseñarle los  bocetos de mi cuaderno me animo a entrar en un curso y después comenzaron los planes para la universidad. —conté sin mirarle concentrada completamente en su herida.— Me enamore de sus matices, de su variedad de sus colores. Me enamore de ella en general y me metí en su mundo. —le dedique una pequeña mirada con una sonrisa— Lo convertí en mi mundo y aún no se como dejarlo. 

El correspondio a mi sonrisa y mi corazón se aceleró. Dios que guapo estaba con esa sonrisa baja bragas. 

Deje sus ojos y rebusque en el botiquín para cubrir la herdiad. Me concentre tanto en esa labor que cuando volvió a hablar me tomo por solpresa. 

—¿Por qué lo dejaste? 

Mis manos se detuvieron en seco antes de buscar sus ojos. 

—Hace unos años. —dije después de unos segundos en silencio— Cuando aún estaba en la universidad de arte mis padres murieron en un accidente. 

—Lo siento. —dijo al notar mi expresión de tristeza. 

—Oh no te preocupes. En realidad solo es nostalgia amaba a mis padres y aún los amo pero supere el accidente la vida es muy corta para estar triste. —asegure. Después de unos segundos asintió dándome la razón e invitándome a continuar con la historia.— Después de su muerte no tenía un buen respaldo económico para pagar mi parte de la beca de la universidad. —Vi su expresión de solpresa antes de sonreír y terminar el vendaje aún contando mi historia.— Decidí que buscaría un curso más económico que me cubrirse mi beca, uno que me pudiese costear. —explique— En esa época ya estaba embarazada de Noa así que tube que comenzar a trabajar y abandonar las largas horas en las que pintaba. —Definitivamente nunca lo había visto 5an sorprendido. No sabía que le solprendia más si saber que estaba embarazada o que habandonaba mi sueño por esa razon. 

—¿Por que no hiciste? —preguntó— Eh visto tu trabajo se que eres muy buena y aún no esta termia ¿Por qué abandonaste ese sueño? 

Para ese entonces ya había termiando de curarle y solo permanecía junto a él mirándole. 

—Mi hija se convirtió en mi nuevo sueño. En mi razón de vivir. No lo necesitaba. —asegure— Noblo necesito. 

Aún le sostenía la mano herida y algo dentro de mí me gritaba que no lo soltase que no me apartase. Si el momento durante la cena había sido demasiado fuerte y abrumador, este no se le compara. En aquel momento, incluso con Noa entre ambos, había sido magnífico y tranquilizador. Ahora no se le comparaba. 

Lebanto la mano libre y acomodo un mechon rebelde de mi cabello detrás de mi oreja. Luego acuno mi megilla mientras la  acariciaba con el pulgar. No pude evitar dejarme hacer y ir en busca de ese preciado contacto. 

Ya no importaba nada. No existía nada. Solo nosotros. 

En algún momento la distancia entre ambos comenzó a empequeñecer mientras ambos nos acercábamos al otro. 

Era demasiado magico. Demasiado especial. 

Solo faltaban algunos milímetros cuando unos pasitos en el pasillo y una vocesita dulce me hacía reaccionar. 

—Mami. 

Di algunos paso atrás apresurada mientras desviaba la mirada hacia la puerta para ver a mi pequeña. Me hacerque a ella corriendo y me arrodille junto a Noa. 

—¿Amor que sucede? —le pregunto acariciando su megilla. No me veía capas de mirarle la cara a Michael. No después de casi besarnos y que Noa nos interrumpirse. No le vería a los ojos durante vastante tiempo. 

—Mami quiero domir. Llebame a la cama mami. —suplico mi hija. 

—Claro amor. Mamá te llebara a la cama. —susurre antes de calgarla en brazos. 

Oí los pasos de Michael mientras de hacercaba a nosotras. 

—Será mejor que se queden esta noche. Hay habitaciones y aún llueve. Le puedo decir a Martha que prepare una habitación. —se ofreció. 

—Será la mejor. —dije mientras asentia. 

Michael se aserco y dejó un beso sobre la cabecita de Noa antes de salir del despacho y dejarme allí con todo y mis sentimientos. 

Aquello se me estaba saliendo de las manos y demasiado rápido.




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