Nuestro pequeño error

Capítulo 19: Preguntas

Definitivamente le sucede algo. Me dije al verla aún estática en la puerta. 

Quizás no quiere que pases a su casa. Después de todo te la has comido con la mirada algunas veces desde que llegaste. Me dijo mi conciencia. 

Quizás si fuese esa la razón. Pero algo me decía que no estaba del todo seguro. Era algo más. Su expresión confundida, ida en sus pensamientos me intrigaba demasiado. 

—¿Segura que estás bien? —volvi a preguntar después de un momento. 

Estuvo observandome durante un segundo más antes de agitar la cabeza y responder. 

—Si. Solo... —Sabía que quería decir algo pero al parecer ambos dudabamos de lo que se trataba.— ¿Qué haces aquí? —preguntó de un momento a otro. 

—Terry me pidió que viniese a recogerla. —le explico aún en la puerta. 

—Que extraño. —dice para si misma.— Pensé que se quedaría a cenar. 

Mierda. Voy a matar a Terry por meterme en estas cosas. 

—¿Donde está? —le pregunto volviéndolo a observar. 

Dios necesito que se quite ese albornoz lo más rápido posible. Y especialmente para ver lo que hay debajo sino más bien para protegerla de todos los pensamientos que estoy teniendo ahora mismo. 

—No está. —¿Como que no está? Si es que hace un rato me dijo que la recogiese.— Ha salido con Noa a hacer unas compras para la cena. Íbamos a cenar juntas. —se explica. 

Frotó mi frente intentando comprender a mi preciosa hermanita pero sin siquiera lograrlo. 

¿Para que carajos me llema si nisiquera esta aquí y se quedara a cenar. Me cuestiono confundido. 

Observo a Mía aún en la puerta y me doy cuenta de que en realidad estamos completamente solos. Quizás este sea el plan de Terry. Darnos tiempo a solas y sin que ninguno de los dos pueda escabullirse. 

No me creo lo embustera que resulta ser mi hermanita. 

De pronto Mía deaengoca su mirada y sus ojos se hagrandan como si hubiese descubrido la cura para el cáncer o ganado la lotería. 

—Dios pero que mal educada soy. —dice tan rápido que me cuesta entenderla.— Entra por el amor de dios. —me agara de la mano y me arrastra dentro de la casa. Saltándome frente a un salón.— Espera aquí. Puedes ponerte cómodo en lo que yo me cambio. 

Al parecer se ha dado cuenta de ennla situación en la que se encuentra. Como si se hubiese despertado de un sueño y estubiese aún dormida hasta hace un momento. 

Se gira justo después de terminar de hablar y comienza a subir las escaleras dejándome solo en el salón. Era vastanrw modesto, no se podía negar, pero tenía un toque cálido y entendí a lo que mi madre se refería con un hogar de familia y un simple apartamento de soltero. Aún siendo más pequeña y humilde que mi apartamento aquella casa era mucho más especial y solo por aquella aura. 

Observo todos los peluches y muñecos explarcidos por todo el lugar y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Noa debía pasar horas en este salón mientras su madre le preparaba la cena o jugaban juntas. 

Un deseo nació en mi interior al querer ser parte de esos momentos entre madre e hija como si fuésemos una verdadera familia. 

Estaba vastante desesperado porque todo se aclarase y pudiese tener a esas dos en mi vida. Pero sabía que tenía que ir despacio y que todo tomase su curso. No podía venir aquí y soltar todo lo que sabía para después arrastrar a ambas a mi vida. Quizás Noa lo aceptase sin rechistar, después de todo nos llevabamos vastante bien. El verdadero problema era Mía, convencerla de todo y que me creyese y no me viese como un loco. Además de que tendría que comprobar si ella quería algo más que ser el padre de su hija. 

Yo en especial las quería a las dos. Hacia años que no quería una relación seria y mucho menos una familia. Pero cuando conocí a Mía en aquel bar, algo en mi deseo tenerla solo para mi y compartir con ella todo de mi. Y ahora, años después, al descubrir que era la madre de mi hija y que aún sentía todo aquello por ella mi deseo se intensificaba cada vez que la veía. 

Unos minutos después la escucho descender por las escaleras antes de entrar en el salón unos segundos después. Si que es preciosa. Lleba el pelo sulto pues seguía  un poco húmedo. Lleba una camiseta agustada y unos shorts cortos y va descansa. Es la imagen más bonita que eh visto. 

Ella siempre esta preciosa. 

Me observa desde la entrada mientras me detalla con sus ojos. Es como si buscase algo. Justo como cuando estaba en la puerta y es como si me reconociese. 

—Michael, —utiliza mi nombre.— ¿nos conocemos? 

Su pregunta me toma por solpresa. Quizás le sucedió algo y no me recuerda. Pero eso es imposible pues acaba de llamarme por mi nombre. 

Aunque, ¿Quizás...? 

—Claro eras una conpañera de mi hermana y vas a mi casa todas las tardes  para pintar. —aclaro lo obvio mientras intento buscar información en su lenguaje corporal. Aunque sólo me diga lo confusa que se encuentra en este momento. 

—Lo que quería decir es que si nos conocemos. —se detiene un segundo como si quisiese tomar fuerzas— De antes. 

—¿A qué te refieres? —me atrevo a preguntar. Necesito saber si recuerda algo de bar, de nuestra noche. O si quizás sea su imaginación o cualquier otra sircunstancia. 

Permanece callada durante un segundo antes de agitar la cabeza y negar. 

—No es nada. Solo estoy un poco confundida. —dice. 

Estaba insegura, confusa. Quizás comience a recordad aquella noche. No puedo ilusionarme y perder el control de esra situación. 

—Se te apetece algo de tomar. —pregunta— ¿Té? ¿Café? 

Mis labios dibujan una sonrisa mientras la observo. Me es imposible no sonreír, resulta que esa preciosa mujercita frente a mi logra sacar mis sonrisas con solo su presencia. 

—Un café. —asiente— Solo si tu lo compartes conmigo. —digo antes de que se dé la vuelta. 

Me mira sorprendida y luego sonrie. 

—Claro. Vamos a la cocina. —dice antes de girarse y comenzar a caminar. 

No pierdo ni un segundo antes de ponerme de pie y seguirla hasta la cocina. 

Al sentirme entrar se gira y me indica que tome asiento en uno de los taburetes mientras ella se mueve por toda la cocina comenzando a preparar el café. 

Mientras se mueve con una tranquila  familiaridad por la cocina me imagino como serían las cenas de familia mientras todos ayudan y colaboran. Como estaría nerviosa pues mi familia viene a cenar y aún no tiene todo preparado. Como sería despertar e ir a buscarla a la cocina mientras prepara el desayuno y Noa juego en la barra de desayuno. 

Es ahí cuando me solprendo por mi nivel imaginativo mientras no hago más que ilusionarme con tales imagines. 

—¿Como te gusta el café? —me pregunta sacándome de mi ensoñación. La vi hacercarse con una pequeña bandeja en las manos donde traía dos tazas de café, galletas, leche y azúcar. 

—Solo. —contesto tajante. Ella toma asiento delante de mi después de entregarme mi taza.— Mientras que tu lo tomas con uno de azúcar y corto de leche. —le dijo mientras ella realiza esta acción. 

Deja caer la cucharilla dentro del café dejando un sonido sordo a nuestro alrededor. 

—¿Como sabes eso? —me pregunta desconcertada después de un largo momento de observarme. 

—Soy muy buen observador. —le confieso. La verdad soy totalmente sincero respecto a esto, lo que ella no sabe es que a ella la observo más que a las otras personas. Es5o trae consigo que sepa cono toma el café y como se acomoda el cabello hacia atrás justo antes de comenzar a pintar, o como se queda envelezada después de soltar el pincel. Por mencionar algunas. 

—Ya veo. —dice antes de colocar toda su atención en su café. 

Nos quedamos en un silencio algo incómodo mientras ambos disfrutamos del café junto. Yo no hago más que observarla mientras ella me ve de reojo una que otra vez. Aunque cada vez que lo hace me encanta encontrarme con sus preciosos ojos verdes y ver como sus megillas van tomando color. Entonces me imagino que ella nota mi mirada constante y me iluciono con que ese precioso color rosado sea por mi. 

—¿Le tiene miedo al compromiso?, Michael. —pregunta de pronto tomandome por sorpresa. 

—No específicamente. —le contesto— ¿Por qué? 

Agita su cabeza a modo de negación o intentando quitarle importancia al asunto. 

—Mera curiosidad. —sus Iris verdes chocan con mis ojos durante un segundo antes de desviar la mirada. Me agrada que este nerviosa por mi precensia.— Me encantaría conocerte, ya que nos vemos casi a diario. Sería bueno. 

Estoy totalmente se acuerdo. 

—Me parece perfecto. Yo también tengo algunas preguntas sobre ti. —menciono entrando en este juego que ha surgido solo porque ella le ha dado inicio. Al oírme ella se pone aun más nerviosa al darse cuenta de que mi curiosidad es completamente sincera. 

—Vale. —dice apenas audible.— Tú dirás. 

Sonrio envelezado por sus nervios y mis locas ganas de adentrarme en su mundo y conocerla verdaderamente. No una vaga información de su vida en un trozo de papale. 

—Por donde empiezo. —me hago el que duda de las preguntas cuando en realidad tengo clara todo lo que pienso preguntar.— ¿Tus flores favoritas? 

Captó su sonrisa apenas se instala en su rostro. 

—Las violetas o los lirios. Aunque prefiero las violetas, son preciosas. —asiento ante su respuesta mientras ella sonrie.— ¿Piensa regalarme flores ? Michael. 

Sonrio sorprendido por su seguridad en esas pocas palabras y comprendo que con el tiempo disfrutaré más de su seguridad en mi precensia que de sus nervios, como lo hago ahora. 

—Puede que si. —contesto atrevido. La verdad amaría regalarle flores a diario.— Tú turno. 

Se lo piensa durante más de unos minutos buscando la pregunta correcta antes de sonreír y lanzarse. 

—¿Tiene novia? 

Valla que se ha lanzado y con todo. Ignoro a mi subconsciente mientras la observo detenidamente, sin apartar ni un segundo mis ojos de toda ella. Cuando me encuentro con sus labios desearía comenzar a morteros y saborearlos durante algo más de unas horas. 

—No, no tengo novia Mia. —susurro de manera consisa mientras mis pupilas se dilatan por el deseo de besarla que se apodera de mi cuerpo mientras ella enrojese hasta la base del cuello por su atrevimiento antes de bajar la vista. 

Amaría comprobar si ese precioso color de su piel esra presente por todo su cuerpo. 

—S-su turno. —tiene la voz entrevortada al hablar y no puedo dejar de sonreír. 

Se cual es mi siguiente pregunta. En realidad la tengo tan clara como el agua. 

—¿Donde está el papá de Noa? —como si fuese un resorte, Mía lebanta la cabeza y concentra su mirada en la mía mientras comienza a respirar entrecirtadamente. 

No me pasada desapercibido como su respiración cambia y como enrojese aún más de vergüenza. 

—Esto... —dibaja en busca de la respuesta— El- el padre de Noa... él... 

Quizás si hubiésemos sido más sinceros, si los nervios no hubiesen pasado factura a nuestro cuerpo y nuestra mente no se hubiese nublado. Quizás si la vergüenza de nuestros actos o la falta de recuerdos no existiese. Quizás pudiésemos ser felices y vivir como una familia. 

Pero el destino no nos la tenía tan fácil como deseábamos y resulta que la vergüenza era demasiada y los nervios nos sobrepasaba para poder contestar. 

Resultó que aquel juego había ido demasiado lejos y era posible que no dios pudiese detenerlo.




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