Capítulo dos │Chico antisocial
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Cierro la computadora cuando mi vista empieza a cansarse.
Leí mucho sobre su vida, más de lo que me gustaría aceptar.
Para todo el mundo él y su hermana están en Francia junto a sus abuelos maternos, ya que necesitaban practicar su francés, pero, yo lo vi aquí, así que no esta en Francia, y me imagino que su hermana menos.
Muerdo mis labios con curiosidad.
Él ha despertado mi curiosidad, que hace mucho que no salía a la luz.
No, siempre que juego con la curiosidad algo mal pasa.
¿Quieres que te recuerde como termino la ultima vez, Bella?
Cállate.
No estas aquí.
Es una ilusión de mi cabeza.
Sin poder pensarlo me levanto de la cama y me vuelvo a poner los zapatos, salgo de la habitación con paso acelerado. Por ir jugando con mis manos, no me doy cuenta que voy enfrente de una persona y choco con ella, él me sujeta de la cintura para que no caiga de culo. El muy idiota casi hace que me caiga y después me sujeta de la cintura como si fuera un héroe.
Técnicamente, nosotras chocamos con él.
Cállate.
—Suéltame, imbécil —digo tratando zafarme de su agarre.
—Por diooooos, pero que agresiva eres, deberías de darme las gracias, ya que salve a tu culo —contesta, me sonríe mostrándome su perfecta dentadura.
Me dan ganas de darle un puñetazo, pero soy lo demasiado perezosa como para hacerlo, mejor me suelto de su agarre de mala manera y empiezo a caminar hacia mi habitación, ni siquiera se porque salí. Y que ni crea que le voy a dar las gracias por salvarme el culo, ni que mi culo fuera la gran cosa.
Oye, respeta, nuestro culo sí es la gran cosa.
Cruzo el pasillo murmurando todos los insultos habidos y por haber, me detengo abruptamente cuando alguien me agarra del brazo haciendo que esta vez sí caiga del culo al piso. Bufo, me preparo mentalmente para decirle hasta de lo que se va a morir, pero cuando lo veo me doy cuenta que no lo conozco.
Obviamente no lo conoces, acabas de llegar.
Es que más idiota no puedes ser.
La inteligencia te persigue, pero tú eres más rápida.
—¿Se te ofrece algo? —le pregunto desde el suelo.
Él me ofrece su mano para ayudarme, pero lo ignoro, me levanto y me sacudo las manos.
—Te dije que me tenias que dar las gracias. ¿Qué te en tu casa no te enseñaron que tienes que tener modales o qué? —contesta un poco ofendido.
No, en nuestra casa nos enseñaron que el peso es lo que importa.
Sí eres gorda no serás nadie en la vida.
Niego con la cabeza tratando de alejar esos pensamientos.
—¿Por qué te tendría que dar las gracias? Me acabas de tirar al piso.
—¿Por qué salve tu culo?, y en la segunda vez te ofrecí mi ayuda, pero tú te negaste, que conste. Vamos, cara de ángel, solo me tienes que dar las gracias.
Frunzo el ceño—. No me digas "cara de ángel", además, sí quieres que te de las gracias sigue esperando, porque no lo hare.
No dejo que me conteste y empiezo a caminar de nuevo hacia mi habitación.
—¡Cara de ángel! —grita.
Ruedo los ojos con fastidio.
—¡Cara de ángel!, ¡joder, hazme caso! —vuelve a gritar.
Esta vez bajo la cara con vergüenza cuando los que están en el pasillo me voltean a ver.
Nunca me ha gustado ser el centro de atención.
Hago caso omiso a todos los llamados del desconocido, quiero salir lo más rápido de aquí.
—¡Cara de ángel! —grita esta vez con desespero.
Detengo mi caminata y dejo que se pare enfrente mío.
—¿Qué quieres? —pregunto, quiero irme ya, todos nos están viendo.
—Solo quiero pedirte una disculpa, no debí hablarte de eso modo, tampoco tuve que gritar. —murmura un poco apenado.
¿Qué?
Asiento con la cabeza con confusión—. Esta bien, solo, deja de molestarme —contesto, empiezo a caminar nuevamente, pero, nuevamente me vuelve a agarrar del codo deteniéndome.
Lo miro entre incrédula y cansada por su actitud, primero me pide perdón y luego me trata de esa manera.
—Mi nombre es Fabián —sonríe—, y perdóname de nuevo por sujetarte de esa forma. Usualmente no soy así, hoy no es mi día.
Vuelvo a asentir con la cabeza—. Vale, ¿puedo irme ya?
—No me has dicho tu nombre aún.
Suspiro—. Soy Hayley, y soy nueva aquí, ahora, ¿puedo irme ya?
—Eres nueva, ¿cierto? —pregunta luego de soltarme y empezar a caminar a mi lado.