Capítulo cuatro | ¿Siguiéndome, dulzura?
—¿Se puede saber que hiciste? —vuelve a preguntar papá.
—Harry, háblame bien —contesto mientras juego con mis pies.
—¿Y como quieres que te hable? Cuéntame princesita, ¿por qué le pegaste a una niñita?
Ruedo los ojos, aunque él no pueda verme.
—Porque ella me provoco.
—Pero tú no andas golpeando así por así a la gente, Hayley. Dame una buena explicación para no agarrar ahora mismo la patrulla e irte a recoger.
Claro, papá es policía.
Se me había olvidado ese pequeño detalle.
Empiezo a caminar por los pasillos mientras le cuento todo lo que paso, en el camino me topo con Atenea, pero solo medio la saludo y sigo con mi camino. Siento la mirada de todos, pero decido ignorarlos y seguir escuchando la voz de papá.
Cuando llego a la puerta de la habitación me doy cuenta que tiene la palabra "zorra" escrita en letras rojas, hay todo tipo de dibujos, también de palabras hirientes, que esta vez no puedo ignorar.
Un nudo se forma en mi garganta mientras trato de abrir la puerta. Como puedo abro la puerta de la habitación y me encierro.
Bajo la vista y me doy cuenta que llevaba puesta mis pantuflas de conejitos.
Mierda.
—¿Hayley?, ¿sigues ahí? —escucho la voz de papá.
—Señor, sí, señor.
Ríe—. Ridícula, bueno, te dejo, pero te llamare en estos días, ¿okay?
—Mjm —es lo único que digo, se que si digo una sola palabra llorare.
—Te amo, mi pequeña lectora.
—Yo también te amo, papi —contesto con la voz entrecortada, se que él lo nota, pero cuelgo antes de que pueda decir algo más.
Mis ojos se cristalizan rápidamente, pongo mi espalda en la puerta y me deslizo hasta caer sentada en el piso. Las lagrimas empiezan a caer sin poder evitarlo, mi respiración empieza a ser difícil de manejar, mis manos empiezan a temblar.
No, otra vez no, por favor.
Ya no quiero.
Jamás pensé que venir aquí iba a complicar tanto mi existencia.
Sabes que es tu culpa, Bella.
Sabes que por tu culpa ella esta muerta.
Sabes perfectamente que eres una puta, que eres una zorra.
No, no lo soy, cállate.
Me levanto del suelo antes de que esa voz vuelva a aparecer.
Voy hacia el baño y lavo mi cara tratando de calmarme, busco en las gavetas pastillas para dormir. Finalmente encuentro el bote, saco dos pastillas y las trago en seco, mi garganta empieza a arden, empiezo a toser sin poder evitarlo.
Tomo del vaso de agua que se encontraba en mi escritorio para que el ardor pase.
Me quedo unos momentos en el baño, viendo mi reflejo en el espejo.
Doy tanto asco.
Suspiro, salgo del baño y me acuesto en la cama para poder dormirme.
Como es de costumbre, el sueño tarda mucho en llegar a mí, doy vueltas y vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño, pero nunca llega.
Termino viendo mi techo mientras espero dormirme.
Pero mi mente me traiciona pensando en Asher.
Sonrió un poco al recordar nuestra "guerra" de miradas.
Ni siquiera me despedí de él cuando papá me llamo.
—♡—
Me despierto por el sonido de la alarma, gruño y pongo una almohada en mi cabeza tratando de callar el molesto sonido de la alarma. Al final me termino levantando a regañadientes, apago la alarma y me siento en el borde de la cama.
Paso una mano por mi cara tratando de despertar, o hacer el intento.
Me levanto y voy al baño, veo mi reflejo en el espejo y me da asco.
El arañazo que tenia en el cuello poco a poco va desapareciendo, aun me arde cuando cae agua en él, y los golpes que recibí ahora son horribles morenotes.
Me desnudo y entro a la ducha, lavo mi cabello, que siempre mis dedos quedan atrapados en él por lo enredado que esta. Me termino de bañar y salgo para alistarme e irme.
Me pongo una sudadera café y unos pantalones negros, amarro las agujetas de mis tenis, agarro mis cosas y salgo de la habitación.
Ni siquiera ordene la cama.
Bueno, ya que.
Empiezo a caminar por los pasillos completamente desolados y en silencio, llego a la cafetería y esta casi vacía, solo están las cocineras y uno que otro interno, agarro mi desayuno y me dispongo a comer en silencio, poco a poco la gente va llegando a la cafetería haciendo un poco de caos.
Cuando termino de comer me dirijo a la cocina para dejar ahí el plato, y cumplir mi castigo, que es nada más y nada menos que, lavar platos.