Nuestro Romeo y Julieta

Capítulo nueve │Vaya apodos que me han puesto estos dos

Capítulo nueve │Vaya apodos que me han puesto estos dos

22 de junio, 2018

Guardo las cosas en mi mochila para salir de la habitación, ya es viernes, y la directora autorizo que ya puedo regresar a clases. En toda la semana Asher no se ha comunicado conmigo, pero, ¿a quién le importa?, es un imbécil.

En fin, se acabaron mis cortas vacaciones.

Tomos mis llaves, mi celular, reviso que llevo todo para no tener que volver a mi habitación durante un buen rato. Cuando estoy segura de que llevo todo conmigo, me acerco a la puerta, doy un último vistazo hacia la habitación solo para asegurarme, no noto nada extraño, así que la cierro detrás de mí.

Empiezo a caminar hacia el salón de matemáticas para tener mi clase con la señorita Williams. En el camino voy jugando con mis llaves dándole vueltas por mis dedos, varios se me quedan viendo con curiosidad, esto de verdad parece la secundaria en donde estaba antes, todos se enteran de todo como si no tuvieran vida propia.

Trato de ignorar todas las miradas, no es que me haya vestido mal, ¿cierto?

Empiezo a sobre pensar en cómo me vestí el día de hoy.

Me abrazo tratando de buscar algo de confianza.

Niego con la cabeza, no dejare que eso me afecte, vine aquí para mejorar, no para empeorar.

Sigo caminando jugando con mis llaves aun en la mano, cuando me estoy acercando al salón veo como Atenea está afuera hablando o peleando con la señorita Williams.

Cierto, Atenea es un año y meses mayor que yo, tenemos unas cuantas clases juntas. Acelero un poco mi paso para saber qué es lo que está pasando.

—¿Por qué simplemente no me deja entrar y nos ahorramos esto? —pregunta Atenea sobándose las sienes.

—Ya te dije que no te quiero en mi clase —responde la profesora llevando sus manos a la cadera.

—Mire, que no le caiga bien no es mi puto problema. Tengo clase con usted, así que déjeme entrar —contesta Atenea tratando de apartar a la señorita Williams, pero ella se pone en su camino y la empuja haciendo que casi se caiga.

La cara de Atenea agarra la misma tonalidad de su cabello, es mi momento de intervenir.

—Atenea —llamó la atención de ambas—, ¿estás bien? —pregunto acercándome a ella, ignoro completamente a la profesora.

Noto como sus manos están temblando y sus ojos están un poco cristalizados.

—¿Quieres ir a la enfermería? —pregunto ya preocupada, ni siquiera sé cual es su trastorno, tampoco es como que vaya preguntándoselo a cualquiera que se me cruce.

—Por favor —susurra, pasa un mechón rojizo detrás de su oreja.

Me acerco a ella y la abrazo por los hombros, empezamos a caminar, pero alguien nos detiene carraspeando su garganta.

—¿Se le ofrece algo, señorita Williams? —pregunto aún abrazando a Atenea.

—Usted tiene clase, señorita Smith, la señorita Johnson conoce perfectamente el camino hacia la enfermería. Así que, por favor, ingrese al salón.

—No se va a poder. Mi amiga necesita ayuda, y usted solo está empeorando las cosas, ya que veo que a usted no le importa en lo más mínimo, yo la ayudare. Si por la tarde la llaman para que vaya a la oficina de la directora, ya sabe por qué será.

Agarró a Atenea con más fuerza para dirigirnos a la enfermería. Gracias a todos los cielos ya nadie está afuera de los salones, podemos ir tranquilamente, noto como las manos de Atenea siguen temblando, cada vez con un poco más de intensidad. Ella trata de regular su respiración inhalando y exhalando una y otra vez.

Me uno a ella para darle a entender que no esta sola, inhalo y exhalo una y otra vez. Cada vez su respiración es más calmada, y sus manos ya no tiemblan mucho. Cada vez estamos más cerca de la enfermería, pero Atenea detiene su paso abruptamente asustándome.

—¿Qué paso?, ¿estás bien?, ¿quieres que llame a la enfermera? —la lleno de preguntas. Me callo rápidamente pensando en que la puedo agobiar o fastidiar. Parezco mi mamá.

—Ya me siento bien, Hays —contesta.

Hays, solo Stephanie me decía así.

Sacudo mi cabeza alejando esos pensamientos, no quiero ponerme mal enfrente de Atenea.

—¿En serio?, estamos a unos pasos de la enfermería. Podemos ir para que te den algo.

—Hayley bear, ya estoy bien.

—¿Hayley bear? —preguntó con confusión—. ¿Qué se supone que es eso?

—Es un apodo —se encoje de hombros—, es que te me haces demasiado tierna, y los osos también me parecen tiernos. De ahora en adelante será Hayley bear —finaliza pellizcándome una mejilla.

—¿Estás bien? —pregunto poniendo mi mano en su frente revisando si tiene temperatura—. No tienes temperatura —murmuro.

Ríe—. No, no tengo temperatura —aparta mi mano de su frente—, ¿quieres ir conmigo a la habitación?, seguramente más tarde iré a hablar con Jessy.

—¿Jessy?

—La directora.




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