Nuestro Último Beso

Capítulo 2

—Oye, Lizz, creo que ya hemos pasado por aquí —dije, observando el edificio, idéntico al que habíamos visto hace quince minutos.  Lizz se giró a mirarme, frunciendo el ceño. 

—¿Qué? ¡Para nada! Si ya estamos casi al lado de la residencia. Solo a quince minutos.

—Pero es lo que me has dicho hace quince minutos, y juraría que ya hemos pasado cuatro veces por delante de este edificio. 

Frunció aún más el ceño y se detuvo de golpe, mirando a su alrededor. 

Por favor, dios mío, no me digas que nos hemos perdido. 

—Ahora que lo dices, igual si que hemos pasado por aquí. Es que… yo he llegado al campus esta mañana… y puede que no me conozca el camino tan bien como creía… —respondió, avergonzada y rascándose la nuca. Me di un golpe en la frente, ¿en qué dichoso momento me había parecido buena idea aceptar la invitación? 

—¿Y no puedes llamar a tu novio o algo para que nos ayude? Yo aquí solo te conozco a ti. 

Sacó a toda prisa el móvil de su bolsillo, haciendo que este se resbalara de sus manos y cayera al suelo. Se agachó a toda prisa a recogerlo, observando que no tuviera ninguna nueva raja en la pantalla —que ya de por sí estaba bastante destrozada y llena de arañazos—. 

—¡Perdona! Ya habrás visto que soy un poco torpe y eso… ¡Pero tranquila, mi móvil es prácticamente a prueba de bombas! Creo que este año ya se me ha caído al menos unas ochenta o cien veces. ¡Pero está perfecto, eh! —Comenzó a buscar por su móvil, hasta que marcó un número, colocó el altavoz para que yo también pudiera escuchar. Uno… dos… tres… cuatro… cinco… Buzón de voz. 

Joder. 

—¡No pasa nada! ¡Llamaré a Arek! Seguro que él me coge, siempre lleva el teléfono encima. 

Sería mejor quedarme aquí perdida. 

Obviamente no le dije eso, acababa de llegar al campus, no era momento de conseguir enemigos. Aunque mandar de nuevo a la mierda a ese elefante era bastante tentador. Antes de poder decir nada, Lizz ya estaba hablado con Arek por teléfono. 

—¿Arek? ¿Puedes venirnos a buscar a Anne y a mí? Nos hemos perdido.

—¿Quién coño es Anne? —preguntó de forma brusca. Menudo borde. 

—Anne soy yo, elefante —interrumpí en la conversación. 

—Ah, eres la amargada. Voy a buscaros. ¿Dónde estáis? 

—Esa es la parte graciosa… estamos en el campus, frente a un edificio, pero no sé donde. 

—¿Cómo puedes perderte en un campus? ¿Cuando salgas por New York le tendré que decir a Adrian que te ponga una correa? Dime qué ves a tu alrededor. 

—Bueno, pues, hay un edificio gigante, una fuente, un chico con pintas de asesino hablando por teléfono… Oh, ¡Arek! ¡Eres tú! ¡Gírate, estamos justo detrás de ti!

Como Lizz le había ordenado, se giró, nuestras miradas chocaron, no hizo el menor gesto al verme, simplemente saltó su mirada a Lizz y comenzó a caminar hacía nosotras. Cuando estuvo cerca pudimos escucharle quejarse de que Lizz le hubiera dicho que parecía un asesino. 

—¡No quería ofenderte! ¡Pero es que en serio lo pareces! ¿Tú te has visto? ¡Lo siento, pero si te viera en mitad de la noche caminando por mi misma acera, cambiaría de calle!

Yo también lo haría. 

Pensé, aunque no lo dije. Al menos, aunque fuera un elefante imbécil, iba a ayudarnos a volver a la residencia. Recordé el momento en la puerta cuando mencionó mi ropa interior, mis mejillas se calentaron sin poder evitarlo. Qué vergüenza. 

—¿Qué pasa, amargada? ¿Pensando en tus bragas de girasoles? —dijo, aguantándose la risa. Lizz me miró, desconcertada, sin entender qué pasaba, y tampoco lo iba entender pronto, no pensaba explicárselo jamás. 

—En realidad estaba pensando en cuantos años es la condena por asesinato premeditado, para ver si me sale rentable o no. 

Arqueó una ceja, sin perder la sonrisa. 

—¿Esa es tu forma de decirme que te encantaría verme en uno de esos monos de presos? La verdad es que me quedaría genial. 

¿Acaso ese idiota siempre tenía una forma de darle la vuelta a todo lo que decía? Di un paso hacía él, seria. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me detuve y me crucé de brazos. 

—Imbécil. 

—Amargada. 

—Elefante. 

—Pitufo. 

—¡Mi altura es superior a la media, maldito… 

—¡Basta! Se acabó, ¿qué recórcholis os pasa? ¡Ni siquiera os conocéis! ¡No podéis andar por ahí insultándoos!  —interrumpió Lizz, haciendo un gesto de X con sus brazos de una forma bastante cómica— Disculpaos. Ambos sois mis amigos y no quiero que os llevéis mal ahora que formamos parte del mismo grupo. 

—¿Qué grupo? —pregunté. Lizz me miró con los ojos como platos, no sabía interpretar si estaba enfadada o sorprendida. 

—¡Pues el que formamos Arek, Adrian, tú y yo! Antes éramos un trío, pero me alegra que hayas llegado, estaba harta de ser la única chica. Arek y Adrien no me dejan hacerles las uñas. 

Señalé a Arek, que, sorprendentemente, no había dicho una palabra. 

—No pienso ser amiga de este neandertal. 

—No tienes que serlo, con que lo aguantes sirve. —Junto las palmas de sus manos y se puso frente a mí— ¡Porfi! —Bufé y asentí. Apenas conocía a Lizz, pero no parecía ser el tipo de persona que se conforma con un “No” — Y tú, Arek, no creas que me he olvidado de ti. Ya hablaremos cuando lleguemos a la residencia. Ahora centrate en decirnos cómo volver. 

Arek se giró y comenzó a caminar. 

—Seguidme.

 

***

 

Me dejé caer sobre la cama —aún no había deshecho la maleta, así que también estaba sobre algunas prendas de ropa—, me dolían los pies después de haber estado caminando en círculos durante sabe dios cuanto tiempo y mi móvil se había quedado sin batería sin que me diera cuenta, así que ahora estaba cargando apoyado en la mesita de noche junto a la cama. Me acerqué a él con la esperanza de que ya hubiera cargado un poco. Estaba al 2%, suficiente para encender y funcionar. Bien pegada a la mesilla de noche, empecé a ver como saltaban las notificaciones en el móvil. Dos llamadas perdidas de papá y una de mamá, debía de suponer que me llamarían, era obvio, apenas era mi primer día y nunca había estado tan lejos de casa. Y aún menos sin ellos. Llamé a papá, me cogió al primer tono. 



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En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

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