Nuestro Último Beso

Capítulo 3

Guardé la última prenda de ropa dentro del pequeño armario y me dejé caer en la cama. Apenas toqué el colchón, el sonido de unos golpes en la puerta me obligaron a levantarme, supuse que era Lizz, que se había dejado las llaves.

Abrí la puerta encontrándome con la mirada fría de Arek, que me examinaba de arriba abajo. 

¿Y si le cierro la puerta y finjo no saber nada?

—Vengo en son de paz, no me cierres la puerta. —dijo, levantando las manos como si fuera un atraco, en una de ellas llevaba una bolsa de plástico que me tendió— Mira, incluso te he traído un dulce, toma. 

Cogí la bolsa y entré de nuevo en la habitación dejarla en la cama, antes de que pudiera decir nada, él aprovechó el momento para entrar en el cuarto y sentarse en la cama de Lizz.

—No recuerdo haberte dado permiso para entrar. 

—Venga ya, ten un poco de clemencia conmigo, mira lo que te he traído. Es un trozo de tu pastel favorito.

Arqueé una ceja y saqué el contenido de la pequeña bolsa de plástico. Quité el envoltorio a la bandeja. Me giré de golpe hacia él —aún con el dulce en la mano— y abrí los ojos como platos, señalando a la bandeja. 

—¡¿De dónde has sacado esto?! 

Arek sonrió, complacido por mi reacción. 

—Digamos que tengo mis truquitos, recuerda que llevo más tiempo que tú en New York. 

—¿Sabes que es prácticamente imposible encontrar sitios en los que hagan cherpumple. Joder, esto es genial. ¿Cómo sabías que era mi favorita? No recuerdo habérselo dicho a Lizz. 

Aunque, por unos momento pareció dudar, al final respondió: 

—Tienes cara de ser la típica rarita a la que le gusta eso. Hasta el nombre es raro. 

El calor subió a mis mejillas y aparté la mirada de él, de repente se me hacía muy difícil mantener mis ojos conectados con los suyos. 

—Ignoraré que me has llamado rarita, solo porque me has traído cherpumple, pero tienes que enseñarme el lugar en el que lo has conseguido. 

—¿Eso significa que aceptas la bandera blanca? —preguntó, sonriendo. Me gustó su sonrisa, lejos de ser cínica o ególatra, como todas las otras que me había dirigido hasta ese momento, esa era una sonrisa de dientes que hacía que se arrugaran ligeramente las comisuras de sus ojos y dos pequeños hoyuelos se marcaran en sus mejillas. 

Tiene una sonrisa preciosa. 

No, de eso nada, tenía que mantenerme firme, no podían comprarme con un simple pedazo de pastel. Pero es que no era cualquier cosa, era cherpumple, una perfecta combinación de tarta de calabaza, manzana y cereza, con una maravillosa cobertura de queso crema… 

Céntrate, Anne, que al final babeas. 

—Puede, tendré que pensármelo mientras me como mi pastel. 

Muy bien, hazte la dura. 

Genial, ya me darás tu respuesta. Tengo que irme. 

Sin darme tiempo a responder se levantó y se marchó, cerrando la puerta detrás de él. ¿Acababa de largarse corriendo después de pedirme que nos lleváramos bien? Y luego decía que la rarita era yo. Menudo cara dura. 

Lizz abrió la puerta de la habitación, lanzando su bolso sobre la cama, y tirándose ella justo después. Se removió como un gusano hasta que se colocó de lado, mirándome. 

—¿Ya has hecho las paces con Arek? —preguntó, dejando caer un brazo pobre de la cama. 

—Algo así, me ha traído tarta, no sé cómo ha acertado que es mi favorita. Acaba de irse de la nada. 

Se encogió de hombros de forma extraña, restándole importancia. 

—Arek suele hacer eso, le gusta tener privacidad, cuando se va nunca suele dar explicaciones. Va a su rollo. La verdad, es que a veces parece que no soporta a la gente, pero no muerde, te lo aseguro.

—Eso es bueno, supongo. 

—¡Por cierto! —se incorporó como un resorte, quedando sentada como un indio sobre la cama— ¡Esta noche hay fiesta de comienzo de curso, tenemos que ir! Es en la fraternidad de Adrian, así puedo presentartelo! Además, hay que disfrutar de una última fiesta antes de empezar con las clases. 

—Lizz, estoy cansada, ¿es realmente necesario ir? 

Asintió frenéticamente con la cabeza. 

—Anne, comportate como una buena universitaria y ve a buscar algo que ponerte. 

Suspiré, siendo incapaz de negarme, me levanté y fui a mi armario. 

—¡Bien! ¡Sabía que tú no me fallarías! 

 

***

—Esta cosa va a dejarme sin respiración —dije, intentando agarrar la tela para estirarla sin pellizcarme la piel en el proceso. 

—El vestido es ajustado, Anne, además, usamos la misma talla, no te quejes y deja de buscar una excusa para no ir. 

¿Cómo acabé embutida en un vestido que no es mío? Os preguntaréis. Resulta que quedarte media hora mirando tu armario y otra media diciendo que no tienes nada que ponerte no es excusa suficiente para no ir a una fiesta. Al final Lizz acabó lanzándome uno de sus vestidos a la cara. 

—¿Tienes carnet de conducir? —preguntó Lizz, mientras se ponía unos tacones. ¿Cómo le explico yo que he suspendido cuatro veces el examen práctico?

—No, todavía no, estoy en ello. 

—¡No hay problema, yo me lo saqué el mes pasado y mi abuela me ha dejado su escarabajo! 

Agarró su llavero y, de una forma que aún no entiendo, comenzó a correr escaleras abajo. 

—¡Espérame Lizz! 

Y salí corriendo como un velocirraptor detrás de ella. ¿Se puede saber de dónde sacaba tanta energía esa chica? 

Cuando llegué junto a ella —con los tacones en la mano—, Lizz esperaba junto a un pequeño escarabajo de color menta. Me hizo señas diciéndome que me diera prisa y entró al coche. 

Por favor, que no tenga la misma energía corriendo que conduciendo. 

—Bienvenida a mi bichito, se llama Rinny, y hay que tratarlo con respeto —Hizo una pequeña pausa, como esperando a que dijera algo— ¿Te gusta el color? 



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En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

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