Nuestro Último Beso

Capítulo 5

—¡Corre, Heather, corre! —me gritó una voz que no reconocí, pasando junto a mí a toda prisa y agarrando mi mano con fuerza, obligándome a seguir su paso, no reconocí quien era; una capucha cubría su cara e iba enteramente vestido de negro.

Miré atrás, con el corazón latiéndome a toda máquina. Algo nos perseguía, unas extrañas sombras que parecían no pertenecer a nadie se deslizaban por las paredes, cada vez más cerca de nosotros.

—¡No mires atrás, tenemos que salir de aquí! ¡Son demasiadas, no puedo luchar contra ellas yo solo! —volvió a gritar, y, como si fuera posible, comenzó a correr con aún más rapidez. Las piernas me pesaban cada vez más; no sería capaz de seguirle el ritmo.

—¡No puedo seguirte el ritmo! —respondí, usando el poco aire que me quedaba en los pulmones, apenas veía nada, no sabía cuándo había comenzado a llorar y la única luz que nos acompañaba era la de las luces de emergencia del edificio. El desconocido no me respondió.

Cuando volví a mirar hacia adelante, vi como esas mismas sombras que nos perseguían nos llevaban hacia otras; estábamos atrapados. Dejamos de correr, observando como las sombras nos rodeaban, ya no podíamos hacer nada para huir.

Sentía como iba quedándome sin aire. El oxígeno no llegaba a mis pulmones.

Me estaba ahogando.

Me levanté de golpe, agitada. Miré a mi alrededor, la única luz que había era la del reloj sobre la mesilla de noche, que marcaba las 5:43. Apenas había dormido dos horas. De todas formas, me vi incapaz de volver a cerrar los ojos, ni siquiera me sentía cansada; solo podía sentir la adrenalina ocasionada por la pesadilla, como si realmente hubiera estado corriendo.

Como si yo fuera Heather.

Dios, ¿qué clase de forma de empezar la universidad era esta? Se suponía que iba a ser algo tranquilo. Agarré el móvil y lo encendí, el brilló del teléfono me deslumbró por unos segundos. Tenía varios mensajes sin leer. Uno de mamá y otro de Lizz Buenas noches, abejita.

Y había adjuntado una foto de mi padre viendo su reality en la tele. En el chat de Lizz me esperaba algo parecido: se había sacado una foto tirada en la cama, exagerando la papada.

Bjenasd mpchws

Supuse que era su forma de darme las buenas noches en Borracholandia. Apagué la pantalla del móvil y me levanté; necesitaba aire fresco. No me molesté en vestirme, ni siqueira me puse unas zapatillas, mis pantuflas de conejitos eran suficientes. Agarré las llaves de la habitación y me fui. Mientras caminaba por los pasillos de la residencia no podía dejar de pensar en el sueño que había tenido, hacía tiempo que no tenía un sueño tan realista. Ni siquiera entendía qué sucedía realmente; quizás solo hubiera sido mi cerebro cansado después de la fiesta. Una voz me hizo detenerme.

¿Arek?

Asomé la cabeza ligeramente por el pasillo; estaba de espaldas a mí, hablando por teléfono. Me pegué a la pared, cuidando que no pudiera verme, ni de broma me perdería la oportunidad de escuchar esa conversación. Quizás incluso pudiera conseguir información jugosa.

—No me jodas, ¿crees que no lo sé? No nací ayer —sonaba bastante enfadado— . Ni se te ocurra intentar culparme, ha sido ella, es una jodida inconsciente —hizo una pausa— No, no me importa lo mal que se sienta, me da igual, no debió haberlo hecho, tendría que haberse controlado, porque no está preparada para esto —otro silencio— Lo sé, pero eso no cambia las cosas. Hablaré con ella y...

—¿Sabes que acosar a la gente es un delito? —dijo una voz junto a mi oído. Pegué un brinquito en mi sitio, asustada. Un desconocido me observaba con diversión, dejando entrever en su sonrisas unos dientes blancos.

—Me alegra que conozcas las consecuencias de lo que estás haciendo —respondí a la defensiva.

—Tendrás que disculparme, no suelen ocurrir cosas muy interesantes a esta hora en los pasillos de la residencia. Y se te había caído el móvil.

Extendió el brazo, mostrándome mi móvil. Lo agarré deprisa, avergonzada.

—Gracias —murmuré.

—¿Qué haces despierta a estas horas, amargada?

No me sorprendió que Arek se uniera a la conversación; habíamos hecho demasiado ruido como para que no nos escuchara.

¿Por qué la gente no hace más que preguntarme cosas que ellos también están haciendo?

—Lo que me dé la gana, elefante —respondí cruzándome de brazos.

Arek miró con desconfianza al desconocido, que le miraba fijamente, sin bajar la sonrisa.

—No sé si es buena idea que conviertas los pasillos en una pasarela de modelos en la que pasearte en pijama. Vuelve a tu habitación.

—Arek, es temprano, haz el favor de no ser tan irritante a estas horas.

Al contrario de lo que creía que haría, no respondió, en su lugar me agarró del brazo y no me quedó más remedio que seguirle. Dejando atrás al desconocido, que no apartaba la mirada de nosotros.

—¿Quién coño te crees para darme órdenes?

—¿Qué coño haces tú hablando con un desconocido de madrugada?

—Qué te jodan, tú estabas haciendo prácticamente lo mismo.

Se detuvo en seco frente a la puerta de mi habitación. Su rostro denotaba seriedad, casi me pareció que había empalidecido. Me soltó, aunque no se apartó de mi lado.

—¿Me estabas espiando? —preguntó.

—Me largo. —dije, abriendo la puerta y cerrándole en las narices. No pensaba admitir haber estado escuchando su conversación.

¿De quién estaba hablando Arek por teléfono? ¿Con quién iba a hablar? Y la pregunta más importante, ¿qué era tan grave como para que le asustara el mero hecho de que lo supiera?

Estaba claro que Arek escondía un secreto que no quería que descubriera.

Pero yo pensaba descubrirlo.

***

Después de eso no volví a salir de la habitación. Hacia las nueve recibí otro mensaje de Lizz, con bastante mejor ortografía que el que me había mandado por última vez.



#18372 en Novela romántica
#3437 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.