Nuestro Último Beso

Capítulo 9

 —Anne, le prometiste a Lizz que dejarías el tema, además, son las siete de la mañana, aún ni siquiera ha salido el sol —habló con rapidez, al ver como me levantaba con intenciones de comenzar a prepararme. No contaba con que fuera tan temprano, pero no me importaba, me prepararía y daría una vuelta por ahí hasta que fuera la hora.

¿A qué hora era?

—¿A qué hora es? —pregunté, abriendo mi armario y buscando algo que ponerme.

—No te lo diré si no vuelves a sentarte y me escuchas —advirtió Arek, colándose entre el armario y yo y cruzándose de brazos. Negué con la cabeza y le ignoré.

—Mira, Arek, siento mucho haberte golpeado, pero voy a ir a esa conmemoración, y vuestro recelo a darme información solo me demuestra que, como sospechaba, escondéis algo al respecto. Te doy dos opciones: dime cuando es o atravesaré esa puerta y lo descubriré yo misma.

De nuevo, volvió a colarse en mi camino, haciendo que me detenga.

—Escucha mi tercera opción: ven conmigo ahora mismo, hablemos y, si después de hablar, sigues queriendo ir a esa conmemoración, yo mismo te llevaré y acompañaré, pero déjame hablar contigo primero, ¿vale?

—¿De qué quieres hablar? ¿De por qué no debería ir?

—Quiero decirte la verdad, eso es lo que estabas buscando, ¿no? —ofreció, acercándose aún más a mí— Por favor, Anne, ven conmigo. —Cuando vi la intensidad de su mirada y como me rogaba, haciendo que su cercanía aumentara mis pulsaciones, supe que ya estaba perdida, iba a aceptar.

—Vale.

Suspiró aliviado, alejándose de mí y se giró hacia la puerta.

—Prepárate, te espero en la entrada en diez minutos —avisó sin darme tiempo a responder, como era habitual.

¿A dónde querría llevarme? Y lo qué era aún más importante, ¿qué iba a decirme? a toda prisa, viendo que de los diez minutos que tenía había pasado seis dubitando spbre Arek, me enfundé en unos vaqueros y me colé una sudadera por el cuello, corriendo escaleras abajo. Justo cuando pasaron diez minutos, escuché la bocina del coche de Arek sonar, ya me esperaba fuera. Asombrada de que nadie se despertara por el ruido, corrí fuera y subí a su coche.

—¿A dónde vamos? —pregunté mientras él arrancaba el coche.

—Lo sabrás cuando lleguemos —respondió.

—¿Puedo elegir la música? —dije, necesitaba distraerme con algo, o la incertidumbre volvería la espera eterna. Asintió con la cabeza, sin apartar la vista de la carretera.

—Hay algunos discos en la guantera, puedes echar un vistazo.

Abrí el compartimento, encontrando un montón de discos de bandas que no conocía, había de todo ahí dentro, incluso no me habría sorprendido encontrar un disco de Tylor Swift. Al final elegí uno al azar y cliqué el botón esperando que saliera el hueco para colocarlo, vi que ya había un CD colocado, en la caratula, escrito con mala letra y ligeramente borrado ponía “Temazos”, escrito en mayúsculas.

—Definitivamente, tengo que saber qué estabas escuchando —dije, devolviendo el CD que había elegido a su lugar e iniciando el que ya había puesto.

Josie's on a vacation far away

Come around and talk it over

So many things that I want to say

You know I like my girls a little bit older.

Comencé a moverme al ritmo de la música ligeramente, me sorprendía no escuchar a Arek quejarse de que hurgara entre sus discos personalizados.

—¿Te gusta? —preguntó, subiéndole el volumen un poco.

—Sí, quiero pensar que lo llamaste “Temazos” por algo, aunque no parece algo muy tú —admití. Arek se encogió de hombros, restándole importancia.

—Eso es porque el disco no es mío, me lo regalaron hace tiempo. Aunque la música no está nada mal.

—¿Quién te lo dio?

—Una antigua novia —respondió. Me callé de forma automática, ¿por qué guardaba el CD que le había regalado una ex? Probablemente la mitad fueran canciones que le había dedicado y la otra mitad le recordaran a él. Por un momento me sentí asqueada de haberme entrometido en algo tan personal como eso; regalar música era algo importante para mí, cuando le dedicabas a alguien una canción era solo entre vosotros. Bajé el volumen, no quería seguir escuchando.

—Pensaba que te gustaba… —replicó Arek.

—Y me gusta, pero no me parece bien hurgar entre los recuerdos de tú y tu ex.

No objetó nada más y nos mantuvimos en silencio hasta que aparcó el coche en mitad de la nada. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, recordando la pesadilla que había tenido.

—Es aquí, solo tenemos que caminar un poco. Y si lo estás pensando, no, no vengo aquí para matarte y enterrarte, así que mantén tus manos alejadas de mí.

Bufé, ignorando mis pensamientos.

Eres una adulta, Anne, no puedes creerte todas tus pesadillas.

Le seguí mientras caminábamos por el estrecho sendero, era lo suficientemente amable como para apartar las ramas del camino y evitar que me golpearan en la cara. Porque con lo torpe que era no me habría sorprendido ser atacada por un árbol. Después de diez minutos de caminata en silencio, en la que no levantaba la vista del suelo intentando esquivar las raíces que se atravesaban en el camino, Arek se detuvo de golpe, haciendo que yo chocara contra su espalda.

—Auch… —me quejé, alzando la vista para ver por qué se había parado. Joder. Frente a mí, daba comienzo un largo prado del que los árboles parecían ser la valla, y en medio de todo el paisaje un enorme lago reflejaba el cielo, seguramente, si me acercaba lo suficiente, podría ver algún pez nadando cerca de la superficie, cerca había un cartel que anunciaba que se permitía la pesca sin muerte y en uno de los extremos del lago había un pequeño muelle compuesto por un par de tablones de madera oscura. Era simplemente precioso.

—Ya hemos llegado —murmuró Arek, continuando hacia el muelle. Yo le seguí como una niña pequeña, desconcertada, ¿qué relación tenía este sitio con lo que quería decirme?— Heather y yo solíamos venir aquí —dijo sin fijarse en si le escuchaba o no. Pero claro que lo había oído, alto y claro.



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En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

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