Nuestro Último Beso

Capítulo 12

Si este capítulo recibe apoyo en menos de una hora, hoy habrá actualización doble *guiño guiño* 

 

 —¡SI, SI, SI! —gritó Lizz cuando escuchó mi propuesta, haciendo un baile muy raro. Automáticamente se giró hacia Arek y Adrian que nos miraban sonriendo— ¿Entendéis ahora por qué necesitábamos a otra chica en el grupo? —les dijo, sin esconder su emoción. Ahora, cuando la miraba, no podía dejar de pensar en Heather, sabía que tenía que cambiar eso; no estaba bien traer fantasmas del pasado al presente, y aún menos cuando no me pertenecían.

—Genial, entonces qué te parece, ¿helado y pelis? —propuse. Lizz asintió, frenética, mientras señalaba a Adrian— ¡Osito, traeme el bote grande de helado! —ordenó. Adrian se puso recto e hizo el típico saludo militar yendo a acatar la orden de Lizz.

—¿Eso significa que estoy invitado? —preguntó mientras bajaba por las escaleras hacia la cocina.

—¡No, pero eres mi novio, así que hazme caso! —respondió, llevándome con ella a su habitación y dejándose caer en la cama como si fuera una estrella de mar. Poco después, apareció Adrian, lanzando el helado que Lizz atrapó al vuelo y dejando caer las dos cucharas en la cama.

Me tumbé junto a Lizz, mirándola.

—¿Puedo hacer una pregunta?

—Dispara —respondió, incorporándose para abrir el helado.

—¿Cómo os conocisteis Adrian y tú? Parecéis la pareja perfecta.

Sonrió de oreja a oreja, clavando la cuchara en el dulce.

—¡Me encanta contar esa historia! Nos conocemos desde pequeños, nuestras madres eran mejores amigas y, por lo que me han dicho, siempre hablaban de que seríamos tan amigos como ellas —Hizo una pausa para comer helado— . Pero cuando éramos pequeños Adrian pasaba todo su tiempo encerrado en casa leyendo y yo intentaba colar cosas por la ventana que solía tener abierta para que me hiciera caso y al final no le quedaba de otra que tener que salir a jugar conmigo. Hasta que se dio cuenta de que estar conmigo no era tan malo como él creía, y, cuando quise pararme a pensar, nos habíamos acoplado el uno a la rutina del otro. También estaba Arek, aunque a él le conocí un poco más tarde. Cuando cumplimos quince años, me regaló esto —se acercó a mí, mostrándome el colgante que llevaba al cuello; no me había fijado nunca en él. Era una piedra irregular, translúcida que, al brillar con el sol, sacaba destellos dorados. —, simboliza el calor y la seguridad del amor. Pensaba que se refería al fraternal, así que puedes hacerte a la idea de lo que sufrió Adrian teniendo que explicarme a qué se refería. Arek le ayudó a conseguirme el collar, ya sabes cómo es ahora, pero de pequeño era solo apariencia, por dentro era como un rayito de sol. Ahora parece que ese rayito es cada vez menos intenso. —añadió, bajando la mirada, entristecida.

Sonreí, imaginándoles a todos cuando eran más jóvenes. Me costó imaginar a un Adrian más joven avergonzado de decirle a Lizz lo que sentía; cuando estaban juntos parecían estar hechos para encajar, Adrian se volvía mucho más abierto y parecía más feliz. Imaginé a un Arek más pequeño, comparando la descripción que Lizz me había dado con lo que me había dicho; no me pareció tan diferente.

La descripción de ese Arek más joven concordaba con la imagen que tenía de él a día de hoy. A pesar de que no quisiera admitirlo, debajo de esa apariencia narcisista y desinteresada, Arek era un buen chico; amable, gracioso cuando quería y, lo que jamás pensaba decirle, se preocupaba por la gente que le rodeaba. Pero no lo hacía por compromiso o porque fuera algo que debía hacer; lo hacía por amor. Por mucho que había intentado demostrar lo contrario.

Lo había hecho hoy, intentando ayudar a Lizz.

Cuando supo que nos habían robado, me consoló y me ayudó a ver lo positivo.

Y me prestó sus zapatillas cuando no podía andar.

Arek era una buena persona, aunque pudiera comportarse como un idiota.

—¿Qué te parece si hacemos maratón de películas de romance? —dijo, mientras buscaba una película en la televisión. Arqueé una ceja, sin saber a qué se refería. — Ya sabes, Ghost, Dirty Dancing, el Guardaespaldas, Pretty Woman…

Asentí con la cabeza, sin querer llevarle la contraria, aunque no tenía ni idea de qué películas eran. Cuando seleccionó una de las que había mencionado, se giró a mirarme.

—Vale, a veces olvido que no todo el mundo conoce estas obras de arte. Empezaremos por Dirty Dancing —avisó tumbándose a mi lado.

Y así, las películas fueron pasando una detrás de otra, hasta que perdí la cuenta de cuantas habíamos visto y el helado se acabó.

—Esta película es geniaaaaaaal —dije, cogiendo el CD y dándoselo a Lizz, que lo miró con el ceño fruncido— Esta película es lo mejor que verás en tu vida.

Sin cuestionarme, metió la película en el reproductor y se sentó en el sofá a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro.

—Después podemos ver otras cuantas, como Ghost o Pretty Woman. Vas a flipar —comenté, animada de poder compartir algunas de mis películas favoritas de mi infancia. Por la puerta apareció mi madre, trayendo una bandeja de galletas. Lo más seguro era que hubiera horneado más de cien y quisiera hacernoslas comer todas, pero estaban tan buenas que jamás me quejaría.

—Te dejo esto aquí, cariño —avisó, saliendo del cuarto.

—Gracias, señora Brown —respondió Lizz, agarrando tres galletas y metiéndoselas en la boca una detrás de otra.

—Ahrin mfeiha difo fe luejo hay fiefa —habló con la boca llena.

—No he entendido nada.

Tragó las galletas y volvió a repetirlo.

—Adrian me ha dicho que luego hay una fiesta, ¿te apetece ir?

Nunca había sido muy fan de las fiestas, el ruido y los adolescente borrachos no se incluían entre mis pasiones, además, Lizz no sabía beber, siempre acababa liándola de alguna forma. Agarré una galleta, dejando que el sabor a mantequilla y chocolate, acompañado de un pequeño toque a limón, invadiera mis sentidos, evitando responder la pregunta de Lizz. No quería ir a…



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En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

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