—Me alegra que hoy no venga en tacones a mi clase, señorita Anne, medio la sensación de que no son su calzado habitual para venir a la universidad —dijo el profesor cuando me vio pasar delante de él, buscando dónde sentarme. Esta vez me había levantado a tiempo, me había puesto una sudadera y unos jeans normales, con unas zapatillas.
Cuando vi una zona con sillas libres en la última fila, fui a sentarme. Unos segundos después, apareció Arek por la puerta y caminó directo hacia mí, sentándose en la silla a mi lado. Detrás de él apareció el desconocido que con el que ya había hablado varias veces, escuché a Arek bufar a mi derecha cuando vio que se acercaba y se sentaba a mi izquierda.
—Hola, chica de los pasillos —saludó sacando el portátil de su fonda y colocándolo en la mesa. Arek bufó con más fuerza.
—Hola… em… —dije intentando averiguar si ya me había dicho su nombre.
—Soy Connor, respondió, ¿tú?
—Anne —respondí. Me giré a mirar a Arek rodando los ojos, seguía bufando cada vez más alto.
—¿Quieres algo, Arek? —pregunté.
—Sí, la verdad es que sí, ¿me cambias el sitio? —respondió, dirigiendo su mirada a Connor.
Si las miradas mataran, Connor ya estaría incinerado.
Negué con la cabeza, su odio hacia él no tenía sentido. No había hecho más que ayudarme desde que le había conocido, primero con mi móvil y después con el robo.
—No, no puede caerte mal Connor e intentar que no hable con él. Me ayudó cuando entraron a robar a nuestro cuarto, dale una oportunidad.
Negó con la cabeza, volviendo a fijar su atención en el profesor. Yo suspiré, aquello era una batalla perdida.
Una hora más tarde, cuando la clase acabó, Conno se acercó a mí mientras recogía mis cosas.
—¿Te gustaría salir a tomar algo durante el almuerzo?
—Eh…
—No, lo siento —respondió Arek, interrumpiéndome. — Ya tiene planes conmigo.
Y sin esperar respuesta, me agarró del brazo y me llevó con él, sin darme tiempo a analizar lo que acababa de ocurrir. Cuando estuvimos fuera del edificio, me solté de un empujón y le encaré.
—¿En serio, Arek? Que yo recuerde no tenemos ningún plan.
Él se giró hacia mí, indiferente, como si no le importara haber mentido o que yo estuviera enfadada con él por ello.
—No lo recuerdas porque todavía no te lo había propuesto —refutó, encogiéndose de hombros— Pensaba llevarte al sitio del cherpumple, pero si no quieres no importa, iré solo.
Cherpumple.
Esa palabra fue suficiente para hacerme olvidar mi enfado y comencé a seguir a Arek hacia su coche como un perro. No iba a rechazar averiguar el lugar en el que servían mi pastel favorito.
Cuando subí al coche, vi como el mismo disco estaba sobre el reproductor, Arek lo guardó sin siquiera mirarlo y arrancó.
—El sitio está en las afueras, te encantará. No mucha gente lo conoce y es bastante pequeño, pero no te dejes llevar por su apariencia —advirtió incorporándose a la carretera. De nuevo, me dejó elegir la música y cogí un CD al azar de la guantera. Me gustaba esa nueva dinámica; allá a dónde fueramos Arek conducía y a mí me dejaba hurgar en su guantera buscando algo interesante. Y lo que era aún mejor: no se quejaba de la música que elegía, porque era suya.
Dos por uno, Arek no empieza a molestar y puedo cotillear.
Diez minutos después aparcó en un estrecho callejón, antes de salir, me indicó una pequeña cafetería, con un cartel que rezaba “Glady’s glazed”
—He aquí las puertas al cielo —dijo antes de cerrar la puerta y comenzar a caminar hacia el local. Corrí a alcanzarle, siguiéndole de cerca. Nos sentamos en una mesita redonda junto a la enorme cristalera que ocupaba toda la pared exterior.
—¿Lo de siempre, Arek? —preguntó la mesera nada más verle sentarse. Él negó con la cabeza, señalándome. La mesera abrió los ojos sorprendida al verme.
—Tráenos dos pedazos de cherpumple, la tarta especial de Glady, una de chocolate y otra de queso. Ah, y la de fresa —pidió como si nada. Esa era una cantidad exagerada de tarta.
—¡Marchando! Glady va a alucinar. Empezábamos a pensar que jamás tendrías novia —respondió la mesera, pasándole a Arek la mano por el pelo y despeinándolo, como si fuera un niño pequeño. Después, antes de que pudiera quejarse, salió corriendo hacia la cocina. Sonreí al ver como Arek se sonrojaba.
—Vamos a fingir que eso no ha ocurrido. —pidió. Apenas unos segundos después, una señora bajita y de cara redonda salió por la puerta cargando (a día de hoy sigo sin saber cómo) todas las porciones de tarta— . ¿Dónde está la elegida? —preguntó mientras se acercaba a nuestra mesa.
Dejó todos los platos delante de nosotros y me miró fijamente, me habría intimidado si no fuera porque, de alguna forma, me recordaba a un ratoncito.
—Uhm, me gusta. Es guapa y parece agradable, dime chica, ¿cómo te llamas?
—Anne —respondí de forma inmediata.
—Me gusta el nombre, ¿tarta favorita?
—Cherpumple.
—Bien, una tarta original, nada de bizcocho. Sí, eres la elegida, has sido aceptada por Mamá Glady.
Observé a Arek, sin saber qué responder a eso. ¿Qué habría pasado si hubiera elegido el bizcocho?
—Mamá Glady, por favor, no me avergüences. No es mi novia, es la amiga de Lizz, ya te dije que iba a compartir habitación en la universidad.
—Pues entonces deberíais empezar a salir. No todos los días encuentras a una chica con tan buen gusto en tartas —replicó antes de marcharse.
—¿Es tu… madre? —pregunté. Aunque me parecía demasiado mayor como para que lo fuera.
—No, a Glady le gusta llamarse y que la llamen así. Considera sus hijos a todos a los que les gustan sus tartas —explicó— Suelo venir bastante por aquí, ella y Molly han acabado por cogerme cariño. Pero tú prueba las tartas, te aseguro que será lo mejor que pruebes en tu vida.