Nuestro Último Beso

Capítulo 12

Me dejé caer en la cama, quitándome los zapatos con los pies y lanzándolos por ahí; estaba muerta de cansancio. Miré el móvil sobre la mesilla de noche y lo cogí, me lo había dejado con las prisas por llegar pronto a la Universidad. Tenía que llamar a mis padres para explicarles por qué ya no estaba en la residencia, había atrasado el momento todo lo que había podido, mi madre era perfectamente capaz de devolverme a la granja diciendo que New York no era un lugar seguro para mí, pero sería peor si decidían venir a visitarme de improviso y lo descubrían ellos mismos. Marqué el número de mi padre, su reacción sería menos exagerada.

—Hola, abejita —saludó.

—Hola, papá. ¿Estás en casa? —pregunté, tumbada en la cama, mirando al techo y enrollando el pelo en uno de mis dedos.

—Sí.

—Bien, siéntate un momento. Tengo que decirte una cosa.

Cerré los ojos mentalizándome para lo que venía.

—Listo, dime.

—Entraron a robar a mi habitación de la residencia. Ahora estoy quedándome en una fraternidad de unos amigos, pero no os preocupéis...

—¿¡COMO QUE HAN ENTRADO A ROBAR A TU HABITACIÓN? ¡¿CUANDO HA PASADO?! —me cortó mi madre, gritando a través del altavoz del teléfono.

—Hace unos días... pero est-

—¡¿Y LO DICES AHORA?! (PETER, COGE UN VUELO DIRECTO A NEW YORK)

Estaba pasando justo lo que no quería que pasara: mi madre entrando en histeria.

—Ma-

—¿¡Tu compañera de piso está bien!? ¿¡Ya lo habéis denunciado!? ¡¿NO ESTARIAS AHÍ CUANDO ENTRARON?! —siguió sin dejarme hablar.

—MAMÁ —grité, intentando que me hiciera caso— ESTOY BIEN, NO COJAS NINGÚN VUELO Y ESCÚCHAME.

—¿QUE? —respondió. Podía escucharla moverse por la casa, armando una maleta improvisada con lo primero que encontraba.

—Estoy bien, me estoy quedando en la fraternidad de unos amigos, Lizz también está aquí. Lo tengo todo controlado, ¿vale? Guarda a tu mamá osa interior. No hace falta que vengáis.

—Anne, acabas de decirme que has tenido que dejar la residencia y estás viviendo en una fraternidad. Todo porque te han robado, ¿cómo quieres que esté tranquila? —replicó, aunque me tranquilizó dejar de escuchar tanto ajetreo.

—Mamá, de verdad, estoy bien. No hace falta que vengas corriendo hasta aquí. Si queréis venir podéis venir la próxima semana, con calma, estaré encantada de enseñaros el campus —ofrecí, sabiendo que no estaría tranquila hasta que nos viéramos en carne y hueso.

—¿Me lo prometes? —preguntó.

—Te lo prometo.

—Bien, en ese caso iremos a verte el lunes, ¿vale? (Peter, coge boletos de avión para el lunes. No, la niña me ha pedido que vayamos con calma). Voy a empezar a hacer la maleta. Hay mucho que hacer. —Y sin esperar a que volviera a hablar, colgó.

Definitivamente, tenía unos padres muy raros, pero no importaba, mi madre estaría lo suficientemente ocupada planificando el viaje como para preocuparse por mí. De la nada, la notificación de un mensaje apareció en la pantalla, era de un número desconocido.

Te están mintiendo.

Comencé a escribir un mensaje, sin tener la menor idea de quién era o a qué se refería. Sin embargo, antes de poder enviarlo, el desconocido volvió a escribir.

Perdona, me he equivocado de número.

*mensaje eliminado*

Suspiré, debía ser eso, estas cosas pasaban todo el tiempo. Me colé como un gusano bajo el edredón y cerré los ojos, cansada. Debía de dejar de emparanoiarme con cosas que no estaban relacionadas conmigo.

Te están mintiendo.

Llevan mucho tiempo mintiéndote.

Eres demasiado inocente, y confiada.

¿Quieres saber la verdad?

Fruncí el ceño delante de la pantall, que iluminaba mi rostro en la oscuridad. El

desconocido nunca se había ofrecido a hablar tanto, por mucho que yo le hubiera preguntado y rogado que me lo contará jamás hablaba más de la cuenta. No tardé en responder, no quería que se lo pensara y acabara retractándose.

Por fin, después de tanto tiempo sabría la respuesta a todas las preguntas que Arek, Lizz y Adrian se habían negado a responder. Escondían algo. Llevaban mucho tiempo escondiéndolo.

Genial.

¿Eres muy cercana a Lizz?

Preguntó.

Sí, ¿por qué?

Respondí.

Me encantaría saber cómo se siente saber que tu querida amiga es una asesina. Sorpresa, Lizz mató a Heather Collins, y Arek y Adrian la ayudaron. Quién sabe, quizás planeen hacer lo mismo contigo.

No.

No.

NO.

¡NO!

¡Anne! —me llamó una voz de golpe. Abrí los ojos como platos, incorporándome mientras hiperventilava. Arek me tenía agarrada de los hombros y me zarandeaba, llamándome.

Le miré llena de pánico, aunque seguía hiperventilando, sentía que el aire no llegaba a mis pulmones; me ahogaba.

—Tranquilízate, Anne —habló, sentándose frente a mí, sin soltarme— Respira conmigo, ¿sí?

No hice ningún gesto, incapaz de responder.

—Respira, Anne —dije, acercando su rostro al mío hasta juntar nuestras frentes— Expira... Genial, vamos, respira... expira —me indicó, respirando conmigo. Poco a poco, mi respiración volvió a normalizarse mientras observaba de cerca sus ojos. Me recordaban a una selva, llenos de motas de distintos colores. — ¿Mejor? —preguntó sin alejarse.

—Sí, gracias... —respondí, sintiendo la garganta seca. Arek pareció notarlo y se alejó de mí corriendo hacia la cocina sin darme tiempo a responder. Unos segundos después, volvió con un vaso de agua que me dio. —Gracias otra vez.

Lo bebí todo de golpe, dejando el vaso en la mesilla de noche.



#18372 en Novela romántica
#3437 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.