Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 4

El sonido de mi propia respiración era lo único que oía. Agitada, descompasada, como un tambor desbocado que resonaba en mi pecho, me apoyé contra el tronco de un árbol, cerrando los ojos con fuerza mientras sentía el latido acelerado en mis sienes. Tenía que calmarme. Tenía que recuperar el control.

El bosque a mi alrededor estaba en calma, como si el mundo no hubiera presenciado lo que había ocurrido minutos atrás. Las hojas crujían suavemente con la brisa nocturna, el murmullo de los insectos llenaba el aire y el aroma terroso de la madera húmeda me envolvía. Inspiré profundamente, dejando que el fresco olor a naturaleza llenara mis pulmones.

Poco a poco, mi respiración se fue normalizando.

Entonces bajé la vista a mis manos temblorosas.

Revisé mi cuerpo con cuidado. No tenía heridas demasiado graves, más allá de la quemadura en mi hombro, el golpe de la piedra en mi cuello y algunas magulladuras sin importancia. El dolor era molesto, pero soportable. Al menos esta vez no había sangre.

Me obligué a tragar la amargura en mi garganta. Sabía que esto pasaría. Sabía que el pueblo nunca me perdonaría. Pero esta vez había sido peor. No solo me habían atacado a mí... Ellos también se vieron envueltos.

Los piratas.

No podía dejar de pensar en la imagen de esos extraños enfrentándose a la multitud, alzando la voz por mí. Me habían defendido, como si realmente les importara. Como si fuera alguien que mereciera ser defendida.

Me llevé una mano a la frente, sintiendo un nudo en el estómago. No debía pensar en eso ahora. No podía permitirme esperanzas vacías.

Lo único que necesitaba en ese momento era llegar a mi refugio.

Kaede.

Con el pensamiento de la anciana en mi mente, me puse en pie con esfuerzo. Su casa no estaba lejos, pero tampoco cerca. Se encontraba sobre una pequeña colina a las afueras del pueblo, lo suficientemente retirada como para que nadie se molestara en visitarla. Era el único lugar donde me sentía completamente a salvo.

Caminar hasta allí me ayudó a despejar mi cabeza. El sendero estaba iluminado por los rayos de sol que traspasaban las copas de los árboles, y cada paso que daba sobre la hierba me alejaba un poco más de todo el caos del pueblo. Cuando finalmente vi la casa de Kaede a la distancia, mi pecho se sintió un poco más liviano.

Toqué la puerta con suavidad, casi con timidez.

Segundos después, escuché el sonido de pasos lentos y el crujido de la madera cuando la puerta se abrió.

— ¡Miyu! —La voz de la anciana se iluminó con una calidez genuina al verme.

Kaede era una mujer de edad avanzada, con el cabello blanco recogido en un moño suelto y arrugas profundas que dibujaban en su rostro la historia de una vida larga. Su expresión siempre era serena, pero en cuanto sus ojos bajaron a mis heridas, su sonrisa se desvaneció en un instante.

— ¡Dioses, niña! —Suavemente, me tomó del brazo y me hizo entrar—. ¿Qué te han hecho ahora?

Intenté responder con una sonrisa despreocupada, pero Kaede no me dio oportunidad. Me empujó con delicadeza hacia la cama y me obligó a sentarme.

— Déjame verte.

Me quedé en silencio mientras ella traía vendas y ungüentos de un viejo estante. No hacía preguntas. No necesitaba hacerlo. Conocía la respuesta.

Suspiré, apoyando los codos en mis rodillas.

— No fue nada grave.

Kaede me lanzó una mirada de reproche, pero no insistió. Sabía que no le contaría los detalles. En su lugar, se concentró en limpiar mis heridas con manos cuidadosas.

— Otra vez el pueblo, ¿verdad? —preguntó en voz baja.

No respondí. Solo asentí.

El silencio se extendió entre nosotras por un momento, hasta que decidí romperlo con algo que pudiera hacerla sonreír.

— Pero... esta vez fue diferente.

Kaede alzó una ceja sin dejar de trabajar en mi herida.

— ¿Diferente cómo?

Tomé aire, recordando la escena.

— Vinieron unos forasteros. Un grupo de piratas, creo.

La anciana hizo una pausa y me miró de reojo, curiosa.

— ¿Piratas?

— Sí. —Esbocé una pequeña sonrisa—. Pero no como los que solíamos escuchar en las historias. No parecían malos. Al contrario... me defendieron.

Kaede dejó lo que estaba haciendo por un momento y me observó con sorpresa.

— ¿Te defendieron?

Asentí, recordando la voz firme del chico del sombrero de paja, el enojo de la chica pelirroja, la furia del rubio con cigarro y la expresión feroz del espadachín de cabello verde cuando cortó todas las piedras.

— Me salvaron.

La anciana me miró con ternura y apretó mi mano con suavidad.

— Parece que esta vez, el destino te envió ángeles disfrazados de piratas.

No pude evitar soltar una risa breve.

— Quizás.

Kaede volvió a sonreír y continuó con su trabajo.

Y por primera vez en mucho tiempo, tuve la esperanza, aunque fuera mínima, de tener una vida algo diferente.

****

El olor a comida llenaba el aire cuando abrí la puerta del comedor. Las risas, el sonido de los cubiertos chocando contra los platos y el inconfundible ruido de Luffy devorando su comida se mezclaban en un ambiente animado.

Sin embargo, en cuanto puse un pie dentro, todo se detuvo.

Las voces se apagaron, las miradas se posaron en mí. Un instante de sorpresa cruzó los rostros de mis nakamas, como si no esperaran verme aquí tan pronto.

Sanji, que estaba recostado en su silla, arqueó una ceja y soltó una leve sonrisa. No dijo nada. Simplemente se levantó, caminó hacia la cocina y, en cuestión de segundos, regresó con un plato en la mano.

Lo dejó sobre la mesa frente a mi asiento habitual y, con su tono casual de siempre, dijo:

—Si vas a quedarte ahí parado, el plato se va a enfriar, Marimo.

No hizo falta más.

Me senté en mi sitio y tomé los palillos. Como si nada hubiera pasado, las conversaciones se reanudaron con naturalidad.

Luffy continuó devorando su comida con una energía absurda. Usopp gesticulaba exageradamente mientras contaba alguna historia ridícula. Nami se reía con Robin de algo que Chopper decía, y Franky daba golpecitos sobre la mesa al ritmo de su propio tarareo. Y Brook no paraba de tararear.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.