Nunca me ames

Capítulo 17

 

Me estaba besando y otra vez estábamos aquí. Perdidos en los labios del otro, en el deseo siendo avivado de lo más profundo de nuestro ser. Entonces me di cuenta de algo. Cada beso era distinto y lleno de nuevas sensaciones que se agolpaban dentro de mí. Era como probar recuerdos y esperanza.

Besar a Alan White era sentir un espiral de emociones vividas y apasionantes. Era como besar el cielo con el roce de sus labios.

Al principio todo fue dulce, suave y su sabor embriagador hasta volverse feroz. Enterré mis dedos en su sedoso cabello atrayéndolo más hacia mí. Sus manos fueron a parar a mi cintura para pegar nuestros cuerpos. Rodeé su cuello, besándolo con más intensidad, él correspondió con avidez.

Retrocedimos unos pasos hasta que choqué con algo sólido. Nos separamos unos segundos para volver a juntarnos con anhelo, esta vez se abrió paso boca haciéndonos suspirar a los dos. Me di cuenta que estábamos apoyados contra una puerta, no le presté atención.

Solo sabía una cosa y es que después de esto quería más, sin importar si no confiaba plenamente en él. Pero quería más. Todo.

Lo besé con más desesperación y él pareció entender. La puerta cedió ante el peso de nosotros. Las cosas que traíamos cayeron. No había nadie en estos momentos. El salón estaba oscuro. Seguimos devorándonos con frenesí. No veíamos nada en medio de tanta oscuridad.

Cerré la puerta tras de mí.

—Creo que debemos…—comenzó a decir agitado, pero lo interrumpí lanzándome nuevamente hacía sus labios.

Él no puso oposición. Al contrario, me apretó contra sí por las caderas y alzándome; obligándome así a rodear sus caderas con mis piernas. Lo estreché haciendo que nuestros cuerpos conectaran de manera perfecta en esos puntos. Lo cual nos hizo jadear a ambos mientras mordisqueaba suavemente mis labios y acariciaba desde mi cintura hasta la espalda.

Chocamos contra una superficie, lo cual identifiqué como un escritorio. Mis brazos lo aprisionan para no separar nuestros cuerpos. Mentiría si dijera que no quiero su toque en ciertas partes de mi cuerpo y me daba igual admitirlo.

Tocó su pecho sobre la camisa cuando siento sus labios bajar a mi cuello y esa es mi perdición. Sus tersos labios en mi piel, enciende y hacer arder todo mi ser. Dejó estelas de besos por mi cuello hasta el escote de mi blusa haciéndome suspirar y acelerar mi respiración. Moví mis caderas en su búsqueda y cuando lo sentí, él gruñó ante el contacto. 

Pasó sus manos de mi cadera a mi trasero para después estrujarme contra él.

—Alan…—hablé en voz baja.

—Cielo—dijo con un tono más ronco.

—Te quiero ahora mismo—ordené con algo impaciencia. Lo miré fijamente esperando respuesta y observé como tragaba en seco algo nervioso.

Él abrió un poco los ojos, pero cuando fue a contestar algo lo detuvo. Una voz viniendo desde afuera.

— ¿Alguien está ahí?—preguntaron.

Rayos. Yo sabía muy bien quién era.

Era nada más y nada menos que Mark. El amigo de Ashton.

Ambos respiramos de manera agitada y en medio de la oscuridad lo vi mirándome con cierta intensidad. Me bajé de donde estaba y arreglé mi cabello como si nada, lo mismo con mi ropa para evita que pareciera como si estuviera enrollándome con alguien.

—Quédate aquí. —Fue todo lo que dije para salir después por la puerta.

La luz del pasillo me molestó un poco. Luego enfoque mi vista en el moreno que estaba frente a mí. Le di una sonrisa inocente.

Él me miró frunciendo el ceño pasando de mi a la puerta y las cosas que habían tiradas en el piso. Eso no estaba bien.

Traté de parecer de lo más normal ante su escrutinio. 

— ¿Qué haces aquí?—preguntó con curiosidad—. Todo está solo y no creo que a esta hora haya alguien por aquí.

Esperó expectante a mi respuesta. Un ruido se escuchó desde adentro del salón. Mark miró hacia allá.

—Eso fue…

—Ya sabes. Seguro es uno de esos animales que se meten por cualquier rincón a molestar—Eso último lo dije un poco alto para que me escuchara cierta persona.

Mark me observó raro. Yo solo sonreí como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

—Bueno. Sí es así.

Otra vez se oyó un ruido. Entonces salió Alan por la puerta despeinado con sus gafas mal puestas y mejillas sonrojadas. Parecía…

Dios mío. De verdad no se podía quedar allá dentro.

Mark nos miró de donde estaba él hacía mí. La sonrisa que yo tenía desapareció, pero en el chico frente a mí apareció una.

—Ustedes dos. —habló como si fuera algo interesante. Luego se rió como si fuera algo gracioso.

Le di a Alan una mirada fulminante y él me dio una sonrisa tímida. Yo solo quise estrujarlo y golpearlo, pero me contuve porque si no parecería loca. Si no es que ya lo era.

—Nosotros…—comenzó a hablar Alan, pero no sabía qué decir.

—A ver, chicos no tengo nada en contra de esto, pero no sé qué decir. Ustedes dos juntos fue lo que menos esperé.



#32131 en Novela romántica
#5316 en Chick lit

En el texto hay: humor, novela romántica, secretos

Editado: 21.07.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.