Nunca me ames

Capítulo 18

Alan.

Estaba perdido dentro de tantos pensamientos que se entretejen en mi cabeza de todo lo que había pasado. Solo podía pensar en ella y en todo lo relacionada con ella, por más cursi y estúpido que sonará era así.

Mi mente rondaba por todas partes menos en lo que estaba haciendo. No tenía nada más en ella y por ende, no podía concentrarme. Que te guste alguien es algo jodido, pero que no lo puedas entender y tampoco comprender lo que hace, es de lo peor.

No pensé que ella me traería tantos problemas. A veces sentía que antes estaba bien en donde me encontraba, dentro de un pequeño caparazón del cual sólo salía en caso de emergencia.

Solo quería hacerle...

—¡Alan! —gritó Trisha sacándome de mis pensamientos y poniendo mi atención en ella—. Te estoy hablando y no sé cuánto tiempo llevas sin prestarme atención.

Sacudí la cabeza.

—Te estaba prestando atención.

Mentira, estaba pensando que quieres hacerlo con...

—¿Ah, sí? ¿Qué dije? —preguntó apoyando sus codos en la mesa.

Estábamos estudiando en la biblioteca de la universidad. Después de salir del estupor que me llevé ayer con Sky, tenía otras cosas que hacer como estudiar y demás. Estos últimos días habían sido confusos y ajetreados.

Todo era un enredo entre sí.

—Estabas hablando sobre la historia de...—Miré los libros de reojo buscando ayuda—, como se llamaba.

Recibí un golpe en el hombro.

—¡Oye!

—No estabas prestando atención—espetó ella rabiosa volviendo su vista a los libros.

Rodé los ojos y traté de concentrarme.

—¿Qué te tiene así?, ¿Sabes lo importante que es esto para el Club de lectura de la universidad? —cuestionó y senti su mano en mi hombro.

La miré. Claro que lo sabía, hacía parte de este e incluso lo dirigía y comprendía lo relevante que podía ser llegar a ganar el concurso que había entre las universidades del condado de exponer obras de autores desconocidos, los cuales eran estudiantes.

En la universidad nos daba este espacio al arte y pesar de estudiar una carrera totalmente diferente y nada que ver a esto. Era algo que me gustaba y apasionaba, pero lo hacía en secreto de mi familia, la cual esperaba mucho de mí.

Algo que no quería ser. Era difícil explicarles.

—Sí, eso lo sé—afirmé.

Ella bajó su mano a mi brazo.

—Cualquier cosa que necesites aquí estoy.

Asentí de manera distraída.

—Lo sé—Vi la hora en mi reloj y me levanté del asiento—. ¿Te parece si seguimos después?

Ella me observó con el ceño fruncido a través de sus gafas y luego afirmó con la cabeza.

Me despedí de ella y salí de ahí con la mochila colgada en mi hombro.

Por el momento no tendría más clases, lo que me daría un descanso hasta que tuviera que ir a trabajar a la cafetería. En la cual trabaja porque mi amigo Mike que era el trabajador de ahí y estaba ocupado arreglando unos problemas por unos meses, me lo había pedido y entonces era su reemplazo. Al menos ganaba dinero extra para gastos adicionales.

Sonreí por instinto.

Tal vez me encontraría a Sky. Sacudí mi cabeza y emprendí mi viaje hacia mi coche y entré luego arranqué a mi departamento.

En el camino caí en cuenta de algo. Si se supone que tenía una cita o como se pueda llamar con ella, eso quería decir que tenía que pensar en algo.

Mierda.

No había pensado en nada, es decir, absolutamente nada.

Era muy extraño hacer esto. Solo había tenido una o dos relaciones serias a lo sumo, así que, no era tan experto en esto.

Ya se me ocurriría algo significativo porque esto era diferente, lo que sentía.

Todo el trayecto a casa me la pasé montando ideas en mi cabeza. Bajé del auto y lo dejé en el sótano del parqueadero. Subí por el ascensor mientras tarareaba una canción, al llegar arriba busqué las llaves en mi bolsillo.

Inserte la llave en la cerradura y gire para abrir la puerta, me llevé una sorpresa al escuchar música. Pensé que era Jake, mi compañero de piso, con el cual tenía que hablar seriamente.

Lo dejé pasar y fui hacía mi habitación. Me quité la camisa y los pantalones, luego me puse una sudadera gris.

Cogí los audífonos que tenía en mi escritorio y me los puse para ir a la cocina sin camisa.

Al entrar a esta casi me caigo por la perplejidad de ver a la persona que tenía delante de mí comiendo cereales de un cuenco.

Él me sonrió.

—Hola, hermanito.

No podía pensar en nada más al ver su figura ante mí. Todavía lo seguía mirando fijamente como si se me fuera la vida en ello.

Tenía mucho tiempo que no lo veía, por no decir, meses. Muchos, en realidad y que estuviera aquí no era nada bueno para mí.

Solo removía más las cosas. Sin embargo, yo me había buscado esto.

Apreté mi mandíbula hasta que juré sentir que casi se me rompían los dientes.

—¿Qué rayos haces aquí?—pregunté furioso con la adrenalina del momento corriendo por mis venas.

Él me miró con fingida dolencia ante mi reacción, pero seguía comiendo del cuenco de cereales.

—¿Es así como le hablas a tu querido hermano?—inquirió con indignación.

Bufé ante lo que dijo. Me fui acercando lentamente a él mientras seguía comiendo tranquilamente.

—¿Qué haces aquí?—Volví a repetir con la rabia contenida.

El rodó los ojos ante mi actitud y se levantó de su silla.

Teníamos el mismo tamaño, en cuanto a lo que altura se refería, pero de distintas complexión, él tenía los mismos ojos que nuestro padre que era una mezcla de un tono avellana mientras que los míos eran verdes en todo su esplendor.

—Vine porque me lo pediste—habló él mientras se lavaba las manos como si él que estuviera aquí no fuera nada del otro mundo.

—No te pedí que vinieras aquí—dije mientras me acercaba más a él.

Dio la vuelta a la isla de la cocina para llegar a mí.



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En el texto hay: humor, novela romántica, secretos

Editado: 21.07.2021

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