Prólogo.
No me contengo para nada, cierro la puerta de un portazo el cual hace que las paredes retumben de manera escandalosa.
Me repito a mí misma.
"No voy a llorar"
"No voy a llorar"
"No voy a llorar"
Pero es inevitable, la decepción que siento en este momento me consume como si fuese fuego ardiendo, siento que mi pecho está ardiendo en llamas.
No quiero verlo, no quiero escucharlo, no quiero saber nada de él nunca más.
Lágrimas de furia mescladas con decepción caen por mis mejillas de una manera salvaje, me froto el rostro con frustración. ¿Cuántas veces tendremos que pasar por esto?
Escucho el sonido de la puerta, no necesito voltear para saber que es él
Que quiere que lo perdone.
Otra vez.
Sus pasos cada vez suenan más fuerte, lo que significa que se acerca.
—Amaia...
Doy media vuelta, no puedo creer que después de todo él vuelva a decepcionarme.
Lo miro, lo miro detenidamente.
Veo la desesperación en sus ojos, la forma en la cual aprieta sus puños y como frunce sus labios. Su voz sonó tan desesperada que no sé cómo decirle que no tendrá otra oportunidad nuevamente.
Ya no más.
—Vete.
Intenta acercarse pero doy un paso atrás rápidamente.
— ¡Ni se te ocurra! ¡Vete de aquí!
Él niega con la cabeza, frota su rostro como acabo de hacerlo yo hace unos minutos.
—Tienes que escucharme...
— ¿Escucharte? —Digo con sorna—, ¡Volviste a decepcionarme!
Él cierra los ojos con fuerza, sé que haber dicho eso fue como una patada en sus bolas, sé que eso le causa dolor, sé que él no quería volver a oír esas palabras saliendo de mi boca.
—Amor, no digas eso.
— ¡No me llames amor! ¡No vuelvas a llamarme! Quiero que desaparezcas de mi vida para siempre.
Niega con la cabeza y empuja una de las sillas de mi habitación, la avienta con tanta fuerza que se rompe. Se rompe como mi corazón lo ha estado haciendo todos estos años.
—Tú no quieres eso.
Me río con amargura.
—Tú no sabes lo que quiero.
Un silencio se extiende en la habitación y muerdo mi labio con fuerza para ahogar los sollozos que amenazan por salir de mi boca.
—Vete —Vuelvo a repetir.
Él ni siquiera puede mirarme a los ojos, y eso duele.
—Todo estaba bien, todo iba perfecto, pero tú... —Digo con voz acusadora—. Tú volviste a joder todo. Y esta vez no puedo perdonártelo, simplemente no puedo.
Está vez me mira directo a los ojos, da un paso atrás.
—No puedes hablar enserio.
—¡Me rindo! No puedo con esto, no puedo contigo ¡Me rindo!
Puedo asegurar que yo en este momento tengo la peor apariencia, pero él no se queda atrás.
Sus ojos se cristalizan, asiente con la cabeza y se va.
Se va y está vez ya no regresara.
Porque ya no quiero que regrese.
Espero que la novela sea de tu agrado. Si te gusto deja tu voto y comentario que yo lo vea y nos vemos en el próximo capítulo.
-Mila Baez.
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Editado: 12.04.2019