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Capítulo 1.

Era mi primer día en la universidad, no tenía una idealización para el mismo, me conformaba con solo sobrevivir a lo que se avecina. Tomé mi maletín entre mis manos para dejarlo sobre mi hombro, en la entrada mi mayordomo Bertrand me espera.

—Que buen día hace, Sr. Beckinsale.

Es mi mejor amigo, es mi mano derecha y mi confesor. No había nada de mi que él no supiera y viceversa. Puedo asegurar que confío más en él que en mis padres y padrastro, e incluso más que mi hermana menor.

—¿Qué tan buena está la nueva empleada? —. Lo conozco, ese ‘buen dia’ trae algo más y lo confirmo al verlo esbozar una sonrisa pícara.

—El sol queda poco comparado a ella.

El amor me parece algo tan innecesario, algo que sin duda no necesito en mi vida pero que todos a mi alrededor esperan recibir de cualquier modo.

Fanny todos los días añora con la idea de un amor perfecto, sacado de un cuento de hadas.

Mi madre día a día desea que mi padrastro vuelva a ser ese que una vez la enamoró.

Mi padre vive enamorado de su dinero, de sus empresas y de todo lo que tiene bajo su poder.

Y Bertrand de algún modo vive enamorado de lo que su cuerpo le hace sentir al estar en contacto con el género femenino.

Es simplemente increíble como todos a mi alrededor son unos desesperados por sentir el tan gastado amor, aquella pasión ardiente que los haga amar la vida, que los haga reencontrarse con aquella chispa que los hacía sentir diferentes. Mientras que a mí me parecía algo innecesario, algo que no necesitaba y no necesitaré. El amor es un sentimiento ridículo, vacío y gastado. Es para aquellos que añoren sentir, que añoren sentir que a alguien les importa. Me siento tan autosuficiente que me consideraba no necesitado de aquello.

—Follala pero no te enamores y mucho menos la embaraces.

Bertrand sonríe negando, pensando en que tal vez no tenía remedio a lo que sea que tenga por dentro y me hace actuar y decir todo lo que pasa por mi cabeza.

—Fanny espera por ti, llegará tarde a la facultad de medicina y tú a las pasantías con tu padre.

—Las pasantías son los viernes y hoy es jueves.

—A lo que recuerdo que prometiste observar con Fanny en el mirador de la azotea el eclipse. Que no se te olvide por irte con tus conquistas. —. Me riñe, a la vez que me apura a bajar las escaleras.

—¿Quién eres? ¿Mi padre?

—Digamos que casi lo soy. —. Me entrega mi bolso de la comida y me saca de la casa, no sin antes despedirse y anunciar mi salida.

Recostada en la puerta trasera me encuentro con una pequeña y amargada rubia que lleva por nombre Fanny Beckinsale y quién, desgraciadamente, es mi hermana menor y la primera médico de mi familia. Si, ese pequeño engendro es la primera en su clase y la más calificada para aprobar exitosamente sus semestres.

—¡Llegaremos tarde, tarado! —. Me fulmina con la mirada antes de entrar al coche.

—Buenos días para ti también. —. Entorno mis ojos, su presencia me amarga.

—¿De nuevo te dormiste tarde? Sabes que odio llegar tarde.

—Faltan…—. Fugazmente observé mi reloj, le quedaban 30 minutos para entrar a su primera clase y su universidad no queda tan lejos como la mía.— 30 minutos, Fanny. Tarde voy yo que entro en 20.

Los minutos cada vez se hacían pocos y mi chófer no se apresuraba, sin embargo no permitiría que está tardanza arruine lo que parecía ser el día más equis de toda mi existencia.

Ella es la primera en llegar a su destino mientras que a mí todavía me faltaban unos cuantos minutos más. Tomé esa oportunidad para mirar mi teléfono, no usaba las redes sociales a excepción de una y por dónde veía en las andanzas que anda mi hermana y mi medio hermano. Si, un pequeño engendro de piel canela, cabello azabache y aburridos ojos marrones que mi madre trajo al mundo hace unos años. Ese mismo engendro ahora tiene unos diecisiete años de edad y es mi dolor de bolas personal. Es un mañoso se la pasa metido en malos pasos y ocasionando problemas a mi familia.

La cosa va así.

Mi madre Luisa de Beckinsale se casó con mi padre biológico Guillermo Beckinsale hace mucho tiempo y de aquel matrimonio salimos Fanny y yo, y un sinfín de empresas, propiedades y dinero. Hicieron un contrato legal donde mi madre por nada del mundo dejaba de ser una Beckinsale puesto que había renunciado a su apellido de nacimiento al casarse con mi padre.

Ella se separó de mi padre luego de unos años por diversos problemas de inconformidad, quedando mi hermana y yo viviendo con ella en la mansión familiar y mi padre yéndose a una de sus tantas propiedades. Al poco tiempo mi madre conoció a un don nadie que la enamoró, un pobre hombre que no tenía donde caer muerto pero que al obtener el apellido Beckinsale se llenó de prestigio y lujo. Es ahora el alcalde de Beckinsale, si, mi abuelo paterno aparte de ser un empresario era fundador de este pequeño pueblo alejado de la capital portugués, Lisboa.

Éramos dueños de una parte enriquecida de Portugal y empresarios poderosos con dinero de sobra y prestigio a montón. Mi padre desistió en ser alcalde pero el maldito de mi padrastro no lo desaprovechó. Meses más tarde me darían la peor noticia de todas y era que mi madre estaba embarazada de Víctor.

Ahora me encuentro en la sede principal de la empresa de mi padre siguiéndole a dónde sea que se dirige para llenarse de orgullo diciendo que soy su hijo, su único hijo varón que heredará sus millones y su puesto. Mi padre adora con su maldita vida a Fanny, es su princesa de oro pero quedó decepcionado cuando supo que sería cirujana y no empresaria. En cambio yo siempre supe lo que quería en la vida y era ser líder, dar ordenes y que las cumplan. Que se haga mi maldita voluntad.

—Estás muy callado.

De cierto modo me contenía en proferir a voz propia mis pensamientos e ideales, soy reservado pero se cuando y como actuar. Se herir, se lastimar y se gobernar. Te puedo someter a mi voluntad y tú nunca te darías cuenta, puedo domarte y hacerme cargo de ti.