Nydameth: Escamas escondidas

Prólogo

El viento helado del norte susurraba secretos a través de las montañas, deslizándose por los pasillos de piedra de la vieja mansión Basset. En lo profundo de su corazón, un hombre anciano, con cabellos tan blancos como la nieve y ojos que habían visto demasiados inviernos, observaba a su nieta desde el balcón. Cassandra estaba sentada junto al fuego de la chimenea, su rostro iluminado por las llamas danzantes, mientras sus pensamientos vagaban más allá de las fronteras de su hogar.

Habían pasado casi quince años desde la primera vez que sintió el peso de su herencia, desde que el legado de los Basset había despertado en ella. Desde entonces, había aprendido a esconder ese fragmento de sí misma, a fingir que era como los demás. Pero su abuelo siempre le había dicho que la verdad no podía ser enterrada para siempre. “Hay secretos que deben ser guardados por un bien mayor” le había dicho en más de una ocasión, “y hay otros que simplemente no pueden ocultarse para siempre.

La Universidad de Arcadia era su destino. Desde tiempos antiguos, ese lugar había sido un refugio para los cambiaformas, un santuario donde aquellos que portaban el don aprendían a controlarlo y a vivir en armonía con su naturaleza.

Pero no cualquiera podía ingresar.

Gracias a un hechizo milenario, conjurado por los tres grandes fundadores del imperio, el Pergamena Aeternus hacia su trabajo; este era un libro de páginas ilimitadas el nombre y la región de cada nuevo cambiaformas nacido en el reino. Tenía un sistema meticuloso y preciso, un equilibrio delicado que mantenía a salvo a los suyos de aquellos que los cazarían por ser diferentes.

Cassandra había sido marcada desde su nacimiento, su nombre fue inscrito en las páginas del libro apenas su pequeño ser vio la luz por primera vez. Su abuelo, un hombre que entendía el peso de ese conocimiento, había mantenido su linaje oculto, esperando el momento en que ella estuviera lista para enfrentar el mundo exterior. Y ese momento había llegado.

Cuando la carta de Arcadia llegó, sellada con el escudo de la universidad, Cassandra sabía que su vida estaba a punto de cambiar. No solo por la oportunidad de estudiar junto a otros como ella, sino porque una parte de sí misma, la parte que había estado ocultando por tanto tiempo, empezaría a hacerse visible. Las paredes de la mansión ya no podían protegerla de su destino.

El anciano la miró una última vez antes de retirarse en silencio, dejándola a solas con sus pensamientos. Cassandra, por su parte, observó las llamas una vez más, preguntándose si el fuego sería lo suficientemente fuerte para ocultar lo que realmente era... o si pronto se vería consumida por él.




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