Día 28, mes 2, año 4224 del calendario imperial
—Creo que lo más prudente es que no vayas este año..— habló Ferus con una voz insegura, mirando a la joven empacando, sentado en el sofá de la habitación de su nieta.
—Oh por favor, Abuelo. ¡Te preocupas por nada!— Exclamó Bridget, la única nieta del hombre, mientras cerraba la maleta y se enderezaba frente al más viejo. —Ya no tengo fiebre, desde hace dos semanas que estoy bien. No estoy dispuesta a perderme el banquete.— Dijo la joven de veintitrés, rodando los ojos al ver la expresión seria de su abuelo.
Bridget camino lentamente hacia él y tomó sus manos, dejándole una pequeña caricia mientras fijaba sus orbes dorados en los inseguros ojos azules de su abuelo.
—Temo que te enfermes estando allí, el año pasado casi entras en estado de hibernación debido a tu fiebre..— habló Ferus con pausa, apretando con delicadeza las manos de su niña mientras mantenía el contacto visual. —Ya has experimentado demasiado.. ¿Por qué no permaneces en casa?—
—Porque si me mantengo en casa, aislada de todo y de todos, nunca podré tener una vida propia..— Respondió con lentitud, tratando de que el adulto más viejo procese sus palabras. —No me mal entiendas, abue. Agradezco infinitamente todo lo que haz hecho, por todo lo que haces y lo que harás por mi en el futuro, pero.. Quiero vivir como lo haría otra veinteañera normal a su edad..—
—Pero, Bridget, tu no eres como una veinteañera normal..— Trató de interrumpirla, pero el rostro entristecido de su nieta lo hizo callar.
—Eso lo tengo más que claro, por nada del mundo soy como otros. Pero quiero intentar ser normal, abuelo.. Quiero viajar, quiero ir a la capital, quiero enamorarme de la misma manera en que lo hizo papá..— Dijo con una voz débil, baja, mientras sentía como su abuelo la rodeaba con sus brazos. —Y si bien Arcadia está lejos de casa, allí puedo vivir una etapa de mi vida con una normalidad que todos tienen.. Solo quiero eso..—
[...]
—Si te sientes insegura, o empiezas a tener el más mínimo síntoma, llámame. Y haré lo imposible para llegar en poco tiempo..— Pidió Ferus, casi en una súplica, mientras dejaba en manos de su nieta una pequeña piedra preciosa.
—Inclusive si no me siento mal, te llamaré de vez en cuando, abue..— Dijo con dulzura, guardando la piedra en su bolsillo antes de saltar a los brazos del hombre.
—Siempre puedes volver a casa si te sientes insegura..— Dijo preocupado, apretando ligeramente a su nieta en su pecho.
—Si abuelo..— repitió, aferrándose un poco más al hombre antes de separarse con lentitud.
Bridget miró unos segundos a su abuelo, observando con detalle la expresión angustiada del ya anciano ser. La joven le dio un beso en la mejilla y terminó de subir sus cosas al carruaje que la esperaba, siendo el chófer el que se encargaba de atar las maletas a la parte trasera del vehículo.
Tras subir y cerrar la puerta, el carruaje comenzó a andar sin mucha prisa luego de que Bridget tomara asiento. La chica jugueteaba con sus dedos, tratando de deshacerse de esos nervios que subían a su pecho. Los orbes dorados de ella se centraron en la ventana del vehículo, mirando una última vez el paisaje nevado antes de sentir como el suelo bajo el carruaje temblaba.
—Agarrese bien, señorita Basset. En unos momentos se activara el hechizo de teletransportación— Aviso el chófer en un grito audible, pues el carruaje ya había tomado velocidad y el viento dificultaba oír con claridad.
—《Seria más sencillo ir volando..》— suspiró divertida, aferrándose a la baranda a su lado una vez logró ver por la ventanilla el círculo mágico que se formó a unos metros de distancia.
Luego de un poco de "turbulencia", el carruaje apareció en medio de un frondoso bosque. Tras continuar con su camino unos minutos, el carruaje se detuvo cerca de un lago.
—¿Sr. Andrew, sucede algo?— Preguntó Bridget, confundida debido a que tuvieron que detenerse, mientras sacaba la cabeza por la ventanilla.
—Esta todo bien, señorita.— respondió el hombre, asomándose para ver a la joven dama. —Parece ser que hay sudestada, así que va a ser un poco complicado cruzar por el camino habitual.— Explicó, señalando que el nivel del agua estaba muy arriba de lo normal.
—Oh..—
—¿Le parece si vamos al pueblo continúo? Probare si allí puedo comunicarme con el rector Grand y preguntar por instrucciones, tal vez y manden a un mago para transportar el carruaje.— Pidió el hombre de traje, calibrando las piedras de viento colocadas en las ruedas del vehículo.
—Es buena idea, aprovecharé para comprar algunos pergaminos. Mejor tener de sobra que me falte..—
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Entre tanto, sobre las colinas del norte de eterno invierno, Ferus Basset se encontraba sentado en su oficina, con la mirada perdida en el cuadro arriba de su chimenea.
—...— Los ojos azules del hombre brillaban de nostalgia, sus labios estaban ligeramente curvados mientras apreciaba el rostro sonriente de su difunta esposa. —Ella está tan grande.. Salió con ese carácter curioso tuyo, y tiene el corazón bondadoso de nuestro Samael..— Hablaba él con una voz quebrada, tratando de mantener la compostura mientras su mirada se mantenía fija en el cuadro. —La he mantenido tantos años aquí.. Temo haberla hecho una paria, no se como se comporta allá en Arcadia, jamás me dice lo malo.. Pero se de lo que es capaz.. No se en que momento dejó de ser una cachorra tímida.. Solo quiero que sea feliz, que pueda hacer una vida como lo hicimos nosotros..— Decía con pena, fregandose el rostro mientras contenía las lágrimas. —Ya no se que más hacer.. No se si Samael estará feliz en donde quiera que esté, solo espero que este orgulloso de la mujer en que se convirtió Bridget.. Oh, mi amada Irene.. ¿Que le espera a nuestra nieta..?—