Día 1, mes 3, año 4224 del calendario imperial.
—¡Que tenga un gran ciclo, señorita!— se despidió el cochero con amabilidad, partiendo por fin a su hogar.
—¡Enviele saludos a su esposa, Sr. Andrew!— Exclamó Bridget con dulzura, agitando la mano en dirección al hombre que se alejaba.
Una vez perdió de vista el carruaje, ajustó el agarre a sus dos maletas y giró sobre sus tobillos, subiendo su mirada hasta encontrarse con la gran entrada de la universidad Arcadia. La Basset observo con calma los altos edificios de ladrillo gris y las amplias áreas verdes la hicieron sentir intrigada y a la vez emocionada. Era el primer día de su segundo año en esta universidad donde todos los estudiantes podían transformarse en animales, una habilidad que cada uno había descubierto en la infancia o durante su adolescencia.
Tras un respirar y soltar un suspiró profundo, Bridget caminó hacia la oficina de administración para recoger su horario y las llaves de su dormitorio. Mientras esperaba en la fila, observó a los demás estudiantes a su alrededor, intentando reconer a aquellos que conoció el año anterior. Vio a Thurmot, de tercer año, un chico alto y musculoso que cambiaba en oso. Luego vio a Daisy, de su mismo año, una muchacha de silueta alta y delgada, que iba a la par junto a sus camaradas jirafas. Para suerte de Bridget, logró ver rostros conocidos.
Cuando finalmente fue su turno, una mujer de mediana edad con gafas le entregó sus documentos y le sonrió amablemente.
—Bienvenida de nuevo, Bridget Basset. Aquí tienes tu horario y la llave de tu habitación. Tuviste suerte, pudiste quedar en el piso número 5, habitación 225.—
Bridget asintió, agradeciendo a la mujer antes de dirigirse a su dormitorio. En el camino, vio a varios estudiantes transformándose de animales a humanos y viceversa. Un grupo de chicas se reía mientras una de ellas, en su forma de gato, se enredaba juguetonamente en el cabello de otra. Al cruzar miradas, aquellas saludaron con emoción a Bridget, pues las felinas adoraban a la chica Basset.
Después de caminar unos minutos, y subir las eternas escaleras, Bridget logró llegar al piso que le correspondía, encontrandose a una de las tantas chicas nuevas que iban a residir allí. Era una joven de rostro aniñado, probablemente recién entraba en sus 20's, de cabello rojizo rizado y ojos azules.
—Es un placer, soy Bridget— dijo la más alta de ambas, extendiéndole la mano con una ligera sonrisa cuándo cruzó miradas con la dueña del cuarto a su lado.
—¡El placer es mío! Soy Marina, Marina Wallace. Provengo del sur.— respondió la chica, estrechando su mano con entusiasmo luego de dejar sus maletas. —Soy primeriza, es la primera vez que salgo de mi región, recibí la carta durante las vacaciones de invierno. Te ves feroz, ¿Que animal eres?—
Bridget pestañeó varias veces antes de responder, no esperaba que la recién conocida ya preguntara con tanta familiaridad, y dudó por un momento antes de responder. No lidiaba bien con las personas desbordantes en energía.
—Soy una pantera..— dijo con una sonrisa, claramente mintiendo, evitando hacer contacto visual deliberadamente con la otra, mientras entre abría su puerta. Había aprendido desde muy joven que su verdadera forma podía asustar a la gente, y prefería mantener ese secreto por ahora.
—¡Genial! Yo soy una mariposa monarca..— dijo Marina, soltando sus pertenencias para transformarse brevemente en una brillante mariposa antes de volver a su forma humana. —Espero y cuides bien de mi.— Exclamó la más joven con diversión, estrechando animadamente la mano de la más alta.
Después de desempacar, y dejar todo desorganizado en su cama, Bridget decidió invitar a la chica Wallace a darle un recorrido por el campus, así se familiarizaba un poco con el lugar. Con toda la paciencia que tenía, Basset recorrió junto a la nueva la mayoría de sitios comunes de Arcadia; pasaron por el comedor, por la gran biblioteca y el centro de estudiantes, cada lugar más impresionante que el anterior según Marina. Mientras caminaban, Bridget notó a un chico solitario sentado bajo un árbol, con un libro de letras doradas en la mano. Tenía el cabello oscuro, no se le podían ver los ojos debido a que tenía la cabeza agachada, pero se notaba por su expresión que estaba concentrado, como si estuviera en algo más importante que su alrededor.
—¿Será nuevo..? No se me hace conocido su rostro..— habló con una voz baja, más para si misma que para Marina, mientras sus orbes dorados miraban con sutilidad al desconocido.
—Ah, ese es Damián Hilary,— respondió rapidamente Marina tras escuchar el murmullo de la mayor, en un susurro. —Ambos vinimos en el carruaje que salió del sur. Tiene un aire algo misterioso, ¿verdad que si? Según oí también comenzara en primer año, probablemente me toque compartir clases con él.— Explicó, más su voz sonaba dudosa pues no estaba segura de sus palabras.
Bridget la miró de reojo y asintió un poco conforme, sintiendo una extraña sensación en su pecho, lo que significaba que tenía un presentimiento. Había algo en la presencia de muchacho que le resultaba intrigante, la energía que desprendía de él no parecía la de un simple animalito de campo.
Cuando ambas muchachas se disponían a irse el muchacho de cabellos negros alzó la cabeza y llevó su mirada en la dirección de las mujeres, pues él se había sentido observado, y los ojos rojos de él se cruzaron una fracción de segundos con los ojos dorados de Bridget.
[...]
La tarde pasó sin muchos pendientes. Mientras que los de primer año iban y venían con prisa poniéndose al día con los delegados y los formularios correspondientes, los alumnos de otros años estuvieron perezosamente en los alrededores.