—Lamento interrumpirte, Alex —dijo Ryder McCall entrando bruscamente en la habitación.
—¿Qué ocurre? —preguntó Alex con las manos en el botón del pantalón, aún desabrochado, bloqueándole el paso para evitar que viera a Lidia.
—No encontramos a Lidia por ninguna parte —contestó Ryder preocupado,quitándose el sombrero y golpeándose el muslo con él— Anoche no volvió a casa, Ashley está muy preocupada. Lidia jamás hace este tipo de cosas. Ella es… —Ryder se interrumpió, desviando la vista hacia la cama, al oír ruido de sábanas
—¡Demonios, lo siento, hombre! No debería haber entrado así, sin pedir permiso —añadió Ryder comenzando a darse la vuelta. De pronto vio el vestido azul de su hermana en el suelo y se volvió hacia Alex. Tardó solo un segundo en comprender.
Desvió la vista hacia la cama y miró con dureza a su hermana
— ¿Qué demonios está ocurriendo aquí? ¿Qué haces tú…?
Ryder alzó el puño y golpeó a Alex, que dio un paso atrás tratando inútilmente de esquivarlo. Aquel golpe lo hizo tambalearse. Inmediatamente recuperó el equilibrio y se enfrentó a Ryder. Y se preparó para otro golpe, protegiéndose con los brazos.
—¡Ryder! —gritó Lidia—, ¡basta ya! ¡Basta! — Alex esquivó el siguiente golpe con el brazo, empujó a Ryder atrás y se enderezó, diciendo, con las palmas de las manos levantadas:
—¡Espera, Ryder!
Lidia volvió a gritar, deteniendo por fin a Ryder con los puños en alto. Ambos hombres respiraban trabajosamente, mirándose con ira cara a cara.
—¿Quién demonios te crees que eres? —exigió saber Ryder.
—Escucha, deja que te explique —se defendió Alex restregándose la barbilla con el dorso de la mano, abriendo y cerrando la boca.
No tenía nada roto, pero le dolía a rabiar. Alex no estaba muy seguro de poder explicarle a Ryder la situación, a su entera satisfacción. Ni siquiera estaba seguro de cómo Lidia y él habían acabado en la cama, pero desde luego estaba menos dispuesto aún a decirle al hermano de Lidia que se trataba solo de una aventura pasajera.
Ryder, no obstante, lo miraba con ojos de fuego, jurando.
—Confiábamos en ti. ¡Demonios, Lidia ni siquiera tiene veintiún años!
—Lo sé —contestó Alex poniéndose colorado.
—¿Queréis dejar de hablar de mí como si no estuviera aquí? —preguntó Lidia
Ninguno de los dos la miró. Lidia giró los ojos en sus órbitas y alzó las manos en un gesto de desesperación.
—¿En qué diablos estabas pensando? —insistió Ryder con los ojos fijos en Alex exigiendo una explicación.
—¡Ryder! —gritó Lidia alzándose en la cama, aferrada a la sábana— ¡No necesito que me defiendas!
—¡Tú no te metas en esto! —gritaron ambos hombres al unísono.
Disgustado, Alex bajó la vista. Sabía que la culpa era solo suya. Durante su estancia en el rancho, todos habían demostrado confiar en él. Alex había trabajado duro, se había probado a sí mismo, y por fin había logrado ahorrar el suficiente dinero como para establecerse, en otro rancho, por su cuenta. Ashley, la mujer de Ryder, incluso había llegado a decirle una vez que lo consideraba de la familia. Igual que Catherine, por otra parte.
Pero las cosas habían cambiado. Ryder lo observaba como si hubiera cometido el peor crimen que pudiera imaginarse. Si las miradas mataran, él llevaría muerto un buen rato. Seguía sin poder creer que hubiera herido a Lidia de ese modo, que la
hubiera humillado y que hubiera comprometido su reputación.
—¡Ya basta, Ryder, eres un tonto! Vete de aquí —ordenó Lidia aprovechando el silencio de ambos hombres— ¡Esto no es asunto tuyo!
Lidia tiró de la sábana hasta soltarla y se la enrolló, saliendo de la cama. Ryder, que seguía mirando a Alex con ira, alzó un dedo acusador.
—¡Haz la maleta y sal del rancho!
—¡Por favor!, ¿quieres dejar de hacer el papel de hermano mayor? —intervino Lidia acercándose apresuradamente a ellos
—¡Ocúpate de tus propios asuntos!
—¡Tú eres mi asunto! —contestó Ryder mirándola brevemente, acalorado—¡Y tú estás despedido!
—¡Dios, ya soy mayorcita!, ¿sabes? —insistió Lidia, que no podía creer que Alex tuviera razón. Si no hacía algo rápidamente, se iba a quedar sin empleo
—Además, tú tampoco eres perfecto —añadió sarcástica.
Ryder había conocido a Ashley una noche, mientras trataba de salvarla de las atenciones no requeridas de un vaquero medio borracho. Al final, sin embargo, había acabado robándole él la virtud, y dejándola embarazada de gemelos. Todo se había
arreglado, no obstante, porque al final los dos se habían enamorado y casado. Aún así, a ojos de Lidia no tenía derecho a juzgar a Alex.
—No estamos hablando de mí ni de mis faltas —contestó Ryder a la defensiva—Estamos hablando de ti. Tienes dos horas para marcharte —añadió volviendo la vista hacia Alex.
—¡Dios, esto es ridículo! —exclamó Lidia, cada vez más irritada
—¿Tienes idea de lo estúpido que pareces?
—No tanto como tú, ahí desnuda —contestó Ryder mirándola de nuevo—Deberías alegrarte de que haya sido yo quien los pille, en lugar de Jake.
—Espera un segundo —los interrumpió Alex amenazador. No estaba dispuesto a quedarse callado, mientras Ryder se metía con Lidia. Bastante daño le había hecho él ya, como para permitir encima que ambos hermanos se pelearan por su culpa—A ella no le hables así. No ha sido culpa de Lidia. La culpa es mía.
—¡Por supuesto que la culpa es tuya! —exclamó Ryder— Te quiero fuera de este rancho.
Asustada, Lidia buscó el modo de salvar el empleo de Alex Cualquier cosa, con tal de ayudarlo.
—¡Vamos a casarnos! —exclamó sin pensar. ¿Cómo era posible que hubiera dicho algo semejante?, se preguntó Lidia escuchando la respiración acelerada de Alex, que volvió la cabeza hacia ella, incrédulo. Era cierto, lo había dicho. Lidia se
acercó y le lanzó una mirada cómplice, esperando que le siguiera el juego, y poniendo una mano sobre su brazo
—¿Te basta con eso? —añadió mirando a Ryder desafiante.
Debía haberse vuelto loca, pero era el único modo que se le había ocurrido de salvar el empleo de Alex y arreglar aquella situación.
—¿En serio? —preguntó Ryder inquisitivo e incrédulo.
Lidia se acercó más a Alex, y él la rodeó con el brazo. Ella sintió todo su cuerpo ponerse alerta y en tensión.
—Sí, solo que aún no queríamos decírselo a nadie. No queríamos restarle importancia a la boda de Jake y Catherine, así que mantuvimos en secreto nuestra relación. No queríamos robarles protagonismo —alegó Lidia.
—Pues desde luego habéis sabido mantenerlo en secreto —comentó Ryder, poco convencido— ¿Es cierto? —añadió en dirección a Russ, aún suspicaz—¿Vas a casarte con Lidi?
—Sí —respondió Alex sin parpadear, haciendo estremecerse a Lidia, con la dureza de su mirada y tono de voz.
—Muy bien, entonces —dijo Ryder todavía perplejo, mirando a Alex—Pero te lo advierto: como le hagas daño a mi hermana, lo pagarás.
—¿Me has visto alguna vez, en la vida, faltar a mi palabra? —preguntó Alex.
—Cierto, no te he visto —admitió Ryder, más tranquilo—Escucha, lamento haberte pegado, Alex. Debí esperar a que te explicaras, pero ya sabes cómo son estas cosas. Es mi hermana.
—Sí, comprendo —asintió Alex.
—Demonios, Lidi —comentó Ryder despeinando a su hermana con una caricia, como si se tratara de una niña—menuda sorpresa. Estábamos todos convencidos de que lo detestabas. Vaya, lo siento, Alex.
Lidia se sintió a punto de desfallecer. Era cierto, ella misma lo había creído así.
De pronto estaba confusa. Seguían asaltándola imágenes de ambos haciendo el amor, a pesar y en contra de su forma de pensar y de su opinión acerca de él. El hombre con el que había pasado la noche anterior era cariñoso y atento, no una persona
brusca y distante, con la que resultaba difícil congeniar. Lidia sonrió extrañamente y acarició el pecho de Alex.