Obligame

3

—¡No estoy embarazada! —gritó Lidia convencida, mirándolo implacable—¡Y no voy a casarme contigo! 
—Sí, te casarás conmigo. 
—¡No, no me casaré! 
—Yo… no… miento —afirmó lentamente Alex, acercando el rostro al de ella. 
—¿Qué? 
—Le he dado mi palabra a tu hermano, y pienso cumplirla. Fuiste tú quien forzó las cosas, así que tendrás que aguantarte con las consecuencias de tus actos. 
Lidia estaba impresionada ante la integridad de Russ, pero no por ello iba a ceder. 
—Ya pensaremos algo. ¡Espera, ya sé! Fingiremos que vamos a casarnos durante una temporada, lo justo para saber si estoy o no embarazada, cosa que, te repito, no va a suceder. En cuanto sepa con seguridad que no es así, fingiremos que nos peleamos y que rompemos el compromiso. 
—Eso es ridículo, tus hermanos no se lo van a creer. 
—No nos preocupemos de eso ahora. De momento Ryder está contento, y sigues teniendo empleo. Eso es lo importante. Mientras tanto, voy a vestirme y a salir de aquí. Alex se mordió la lengua. Estuvo a punto de discutir, pero se reprimió. Lidia
acabaría por darse cuenta de lo seriamente que hablaba, era cuestión de tiempo. 
—Bien. 
—Bien —repitió Lidia volviendo la cabeza hacia él y mirándolo, de camino al baño—Me apartaré de tu lado en unos minutos—añadió entrando y cerrando la puerta. 
Iban a casarse. ¿En qué había estado pensando?, se preguntó Lidi. Ella era una persona de naturaleza impulsiva, siempre hablaba más de la cuenta. Sus hermanos le tomaban el pelo a menudo por eso, pero en esa ocasión la había fastidiado de verdad.  
Bien, quizá hubiera hablado más de la cuenta, pero tampoco comprendía la actitud hostil de Alex. Desde luego a él no parecía gustarle la idea de fingir que rompían el compromiso. Debería estar dándole las gracias por salvar su empleo, en lugar de  
luchar contra ella. Instantes antes, al decirle que se casarían, el aspecto de Alex había sido realmente amenazador. Lidia soltó una carcajada mientras se vestía. 
¡Qué idea tan ridícula, esa de casarse! Lo último que Lidia deseaba era atarse a un marido. Sus hermanos mayores se habían pasado la vida diciéndole lo que tenía que hacer, de modo que no iba a cometer la estupidez de casarse y permitir que otro hombre dirigiese su vida, cuando por fin era mayorcita y podía tomar sus propias decisiones. Lidia no estaba dispuesta a arrojar sus esperanzas y sueños por la ventana Aunque, sinceramente, tenía que admitir que jamás olvidaría la noche anterior.  
Lidia tembló al recordar la deliciosa sensación de las caricias de Alex.  
Definitivamente, aquel había sido un momento cumbre de su vida. Ser iniciada en el amor, de la mano de Alex había sido algo arrebatador. 
Pero por muy maravilloso que fuera, no era real. No estaban enamorados, ni mucho menos. Lidia no podía creer que pudiera armarse tanto jaleo simplemente por el hecho de haber cometido un pequeño error. Aunque quizá acostarse con Alex 
fuera algo más que un pequeño error. 
Lidia se miró al espejo y examinó su rostro mientras seguía recordando imágenes de los dos. ¿Había cambiado su aspecto? No, claro que no. El rubor de sus mejillas se debía a la vergüenza, no al hecho de conocer qué se sentía cuando un  
hombre te hacía el amor. O al hecho de conocer qué se sentía cuando Alex te hacía el amor. 
Lidia frunció el ceño y tomó un frasco de colonia del estante. Lo destapó y olió la fragancia, que inmediatamente la embargó. Cerró los ojos y sintió a Alex moverse dentro de ella. Entonces se agarró al lavabo y trató de calmarse. ¿Cómo iba a  
enfrentarse a él a diario, después de lo ocurrido la noche anterior? 
Lidia abrió los ojos y observó su reflejo. Bien, tendría que sonreír y aguantar.  
Con el tiempo sería cada vez más fácil, hasta que al final lo olvidaran. Lidia se peinó con el peine de Alex y respiró hondo antes de salir. Nada más hacerlo lo vio. Él no se había movido. La miraba tenso. 
—Creo que… uh… me marcho —comentó ella apartando la vista. 
Alex no dijo una palabra. Lidia tragó y buscó los zapatos. Estaban en el suelo, a  los pies de la cama. Rápidamente los recogió y se dirigió a la puerta. Pero no podía salir así como así, como si no hubiera ocurrido nada. Por mucho que quisiera restarle importancia, lo cierto era que habían cruzado una línea invisible en sus relaciones,antes solo de carácter laboral. 
Pero, ¿qué podía decir? Quizá algo así como: «A propósito, gracias por una noche que jamás olvidaré». Lidia nunca se había llevado bien con Alex, pero siempre había sido muy consciente de su virilidad. Sencillamente, jamás habría imaginado que sería él quien le enseñara qué era el amor. Ni jamás habría imaginado que hacerlo con él fuera a provocarle una conciencia tan clara de su propia sexualidad.  
Lynn se volvió una vez más hacia Alex y se mordió el labio inferior, antes de decir: 
—Mmm… ya nos veremos, supongo. Mmm… siento mucho lo ocurrido. Quiero decir… por los problemas y todo eso. 
Alex se relajó en parte, mientras maldecía en silencio. Lidia xxestaba adorable, en sus esfuerzos por decir algo que sonara bien, como despedida. Sin embargo nada de  
lo que pudieran decir ninguno de los dos podía aclarar la situación. 
El daño estaba hecho. Y ella tendría que enfrentarse a las consecuencias. No obstante Alex decidió dejarla marchar, en lugar de continuar la disputa. Pronto se daría cuenta de lo seriamente que hablaba, cuando se trataba de honor. 
—Sí, yo también lo siento —contestó él.

En cuanto Lidia se marchó y cerró la puerta, Alexse dio cuenta de que no lo sentía en absoluto. Solo lamentaba haber liado las cosas. Lamentaba haberle arrebatado la virginidad, cuando en circunstancias normales jamás habría soñado siquiera con esa posibilidad. Pero no lamentaba saber qué se sentía haciendo el amor con Lidia. Alex se dirigió al baño a tomar una ducha, reflexionando sobre su situación.  
Quizá a Lidia casarse no le pareciera una buena idea, pero era la única solución. Alex jamás daba su palabra en vano. Ryder lo había mirado a los ojos y le había preguntado si iba a casarse con su hermana. Incapaz de mentir, atrapado por las  
circunstancias, Alex había seguido el juego de Lidia, comprendiendo en su interior que hablaba en serio. 
Abrió el grifo de la ducha. Sabía que pisaba un terreno peligroso. Hacía mucho tiempo que se había jurado a sí mismo no volver a enamorarse, y apenas le había costado esfuerzo ser fiel a esa idea, hasta la noche anterior. Su ex mujer le había enseñado una amarga lección, que él había aprendido deprisa. El rechazo le había dolido, pero también le había hecho más fuerte. A pesar de lo que hubiera ocurrido entre Lidia y él, Alex no iba a permitir que ella se acercase a su corazón. Tenía el presentimiento de que, si lo hacía, el dolor que le causaría sería mil veces mayor. 
Volviendo la vista atrás, hacia el pasado, Alex comprendió que se había casado con Candance con la esperanza de realizar el sueño americano: tener un hogar, una esposa, una familia. No es que no quisiera a Candance, la quería, pero solo hasta el  
punto que él mismo se había permitido. A pesar de todo, según parecía, sus sentimientos hacia ella habían sido mucho más profundos que los de ella por él.  
Mientras él se afanaba en construir una vida segura juntos, ella corría en busca de otro hombre. 
Pues bien, Alex no necesitaba probar de nuevo el dolor, no necesitaba saborear por segunda vez el rechazo de una mujer. Su relación con Candance le había dejado un amargo sabor de boca que, ni siquiera con los años, había podido olvidar. Y no estaba dispuesto a descubrir el pecho para que Lidia McCall tirara al blanco. Se casaría con ella, pero mantendría sus sentimientos al margen. 
Alex cerró el grifo de la ducha y comprendió que, en realidad, sus sentimientos no tenían nada que ver con el asunto. Sencillamente había dado su palabra: esa era la cuestión. Su corazón no estaba en peligro, porque no estaba enamorado de Lidia. Y aunque se casara con ella, las cosas seguirían igual. Además, él sabía que no sería un matrimonio para toda la vida. Ni siquiera sería un matrimonio de verdad. 
Por supuesto, si Lidia estaba embarazada, eso lo cambiaría todo. En parte. Pero,¿cuántas posibilidades tenían? Russ se secó y vistió maldiciéndose por haberla puesto en esa situación. Crockett era un pequeño pueblo en el que todo el mundo se  
conocía. Y la gente estaba lejos de tener una mentalidad abierta. Además, había muchos cotillas dispuestos a saltar al menor rumor, para convertirlo en escándalo durante meses. Alex detestaba pensar que podía ser el responsable de aquellos rumores acerca de Lidia. 
Tras vestirse, se sentó en la cama y se calzó. Se peinó y echó colonia, recogió el sombrero y salió en dirección a la casa de los McCall. Estaban a finales de verano,pero la madre Naturaleza no parecía haber caído en la cuenta. El calor del sol texano  
cayó de plano sobre él. La casa de los McCall, de estilo ranchero, era grande, pero a pesar de ello estaban construyendo toda un ala nueva para Ryder, Ashley y sus hijos.  
Ryder había jurado que nunca se casaría, pero ahí estaba, a punto de tener su tercer hijo en poco más de un año. 
Alex subió las escaleras del porche de dos en dos, deteniéndose frente a la puerta. Le habían dicho muchas veces que entrara sin llamar, pero a él no le parecía bien. En aquel momento vaciló, pero finalmente llamó. Segundos después, Ashley  
abrió. 
—¡Alex! —exclamó ella abriendo enormemente los ojos—Ryder me ha contado la noticia. ¡Oh, Dios mío, Alex, ven aquí y dame un abrazo! —antes de que Alex pudiera reaccionar, Ashley tiró de él y lo hizo entrar, abrazándolo lo más estrechamente que pudo, a pesar de la enorme barriga. Cuando por fin lo soltó,  
Alex dio un paso atrás—¡Cielos, Lidi y tú casados! —continuó Ashley tirando de él—Me alegro mucho por los dos. 
—Gracias —asintió Alex sonriente. 
Había esperado que fuera Lidia quien le abriera, y no sabía muy bien qué decirle a Ashley, pero se figuraba que cuanto menos hablara, mejor. Matt, el hijo de Jake, de doce años, salió corriendo en dirección a la puerta, chocando casi con Russ. 
—¡Ooops! Lo siento, Alex. Ryder me ha dicho que podía ir hoy con él a trabajar si estaba listo a tiempo. Tengo que marcharme —añadió saliendo. 
—Ha crecido mucho, ¿verdad? —comentó Alex. 
—Sí, más de lo que esperábamos —convino Ashley—Es un gran chico, y a pesar de haber estado tanto tiempo solo con su madre, parece que le gusta eso de pertenecer a una gran familia. 
Nada más entrar en el salón, dos bebés morenos reptaron hacia ellos tan deprisa como pudieron. Uno de ellos, Melissa, tiró del pantalón de Alex tratando de ponerse en pie. Automáticamente, Alex se inclinó para tomarla en brazos. Las gemelas eran  
idénticas, pero sus personalidades no podían ser más diferentes. A Melissa le gustaba estar con todo el mundo, mientras Michelle prefería estar solo con su mamá o su  
papá. 
—Catherine y Jake se van a sorprender mucho, cuando vuelvan y se enteren de la noticia. Estoy ansiosa por que vuelvan —señaló Ashley tomando en brazos a Michelle. 
—Sí —musitó Alex con una evasiva, observando a Melissa. 
Su rostro le recordó a Lidia. Quizá ella estuviera embarazada de un hijo suyo,pensó sobrecogido. Al abandonar a Candance, se había hecho a la idea de no ser padre jamás. La posibilidad de que Lynn estuviera embarazada hacía surgir en él de nuevo aquel deseo de tener un hogar y una familia. En realidad no deseaba que Lidia estuviera embarazada, pero no podía negar que sentía un gran anhelo en su interior.  
Sin embargo trató de olvidarlo, era ridículo hacerse ilusiones. Quizá Lidia hubiera hecho el amor con él, pero jamás lo habría hecho de haber estado en su sano juicio. Y  
eso no debía olvidarlo. 
—A decir verdad, en realidad sospechaba que había algo entre Lifia y tú. 
—¿Qué? —preguntó Alex volviendo la cabeza sorprendido, creyendo que había oído mal. 
—¡Oh, vamos, Alex! —sonrió Ashley burlona—Lidi y tú os peleáis más que un toro y un torero. Era inevitable sospechar que había algo entre los dos. 
Alex se puso tenso. No podía negarlo sin desvelar el secreto de que la noche anterior había sido la primera vez que Lidia y él habían estado juntos. Y Alex detestaba no ser por completo sincero. Pero Lidia era la culpable de todo aquel embrollo. ¿Dónde se había metido? Alex apretó los dientes y giró la cabeza en dirección al pasillo y los dormitorios. 
—¿Está ella por aquí? —preguntó impaciente. 
—Creo que se está vistiendo. No tardará. 
Ashley se sentó en el sofá, haciendo un gesto para indicarle a Alex que tomara asiento. El declinó cortésmente el ofrecimiento. No podía estarse quieto. Estaba alterado. Solo podía pensar en Lidia, y en lo que ella le hacía sentir. 
—¿Sabes?, es emocionante —continuó Ashley— Ryder y yo nos casamos de sopetón, igual que Catherine y Jake. Sería divertido, para variar, organizar una gran boda —Alex frunció el ceño, y Ashley soltó una carcajada—No será tan terrible, te lo prometo. 
Entonces se oyeron pisadas, y ambos volvieron la cabeza. Lidia entró en el salón, deteniéndose de pronto al ver a Alex. Él la miró y sintió como si recibiera un puñetazo en el estómago. La bella y sexy mujer con la que había pasado la noche haciendo el amor había desaparecido. En su lugar volvía a aparecer la chica a la que había visto crecer. Lidia llevaba vaqueros y un top ajustado al pecho. Alex lo contempló recordando haberlo lamido con la lengua. Sintió su cuerpo tensarse de deseo, y dio un paso atrás, colocándose detrás del sofá. 
¿Dónde estaba su sentido común? Alex sabía que no debía seguir pensando en Lidia de ese modo, pero sencillamente no podía evitarlo. Una noche había bastado para hacerle soñar con hacerle el amor durante el resto de su vida. Pero no debía  
torturarse así. 
El no era el hombre de Lidia, y lo sabía. El hecho de que la química sexual funcionara entre los dos no significaba que estuvieran hechos el uno para el otro.  
Además, él jamás podría entregarle su corazón. Y Lidia merecía algo más del hombre con el que pasara el resto de su vida. 
En lo que sí debía concentrarse era en resolver el problema. Cedería ante Lidia y mantendría el compromiso durante una temporada, pero finalmente, en cuanto pudiera, se casaría con ella. No obstante, mientras tanto, permanecería con las manos quietas.—Eh, Lidia, le estaba diciendo a Alex lo divertido que sería planear una boda de verdad. A propósito, ¿habéis decidido la fecha? 
—¿La fecha? —repitió Lidia confusa. 
—¡Sí, tonta, la fecha! —exclamó Ashley, añadiendo después, al ver que Lidia no respondía—¡Para la boda! 
Alex observó a Lidia, muerto de pánico. Obviamente, ella trataba de encontrar una respuesta. Pero Alex no sabía qué iba a decir. 
—Aún no lo hemos decidido —se apresuró él a contestar—No queríamos deslucir la boda de Catherine y Jake, pero ahora que están casados, ya podemos ir a San Luis a escoger el anillo de compromiso —continuó Alex observando la sorpresa  
de Lidia—¿Estás lista para marcharnos? 
—¿A escoger el anillo? —preguntó Lidia mientras Russ se acercaba y la agarraba del hombro, con el bebé en brazos. 
—Claro, cariño. ¿No te acuerdas de que hablamos de ello esta mañana? —continuó Alex fingiendo naturalidad, y animando a Lidia a imitarlo. 
—Ali, claro, sí —contestó Lidia tratando de sonreír. 
—¿Dónde dejo a este bebé? —preguntó Alex en dirección a Ashley. 
Ashley dejó a Michelle en el suelo y le indicó a Alex que hiciera lo mismo con Melissa. Alex se inclinó, soltó a Lidi y volvió a enderezarse, para tomarla de nuevo de la mano. Luego, tirando de ella con firmeza, la llevó en dirección a la puerta. 
—Hasta luego, Ashley. 
Lidia trató de soltarse, pero Alex le lanzó una mirada severa. Ella cedió, no quería montar una escena delante de su cuñada. Se despidió y ambos salieron. No obstante, Lidia no tenía intención de ir con Alex a ninguna parte. Y menos aún a comprar un anillo de compromiso. 
—¡Vamos!, ¿quieres salir? —saltó Alex de mal humor, en el porche. 
—¡Suéltame! 
—No, no voy a montar una escena delante de Ashley, ni de nadie que pueda oírnos. ¡Ya me has causado bastantes trastornos! 
—¿Yo? Has sido tú quien le ha dicho a Ashley que íbamos a comprar el anillo. 
—Bueno, ¿y qué otra cosa podía decir? —preguntó Alex echando a caminar hacia su furgoneta, tirando de ella—Fuiste tú quien le dijo a Ryder que íbamos a casarnos. Además, ¿y si estás embarazada? 
—¡Shhh! —gritó Lidia— ¡Baja la voz! —ordenó dando la vuelta al barracón de Alex donde estaba aparcada la furgoneta, y mirando a su alrededor— ¿Es que quieres que se entere todo el mundo? 
—Lo siento, simplemente trato de hacer las cosas bien. Le dijiste a Ryder que íbamos a casarnos, y ahora ya lo sabe Ashley. El resto de la gente no tardará en enterarse, así que hay que ir por un anillo. Si no, todo el mundo se preguntará por qué no lo hemos comprado —a Lynn no se le había ocurrido pensarlo. Las cosas se les estaban yendo de las manos. Al tratar de salvar el empleo de Alex, lo había complicado todo. Sentía que estaba perdiendo el control de su vida—Escucha, fuiste tú quien se inventó esta farsa, y ahora tendrás que vivir con ella hasta que, tal y como tú misma dijiste, encontremos una salida. Así que sube al coche. 
Lidia le lanzó una mirada airada. Estaba a punto de subir al coche, cuando se dio la vuelta y se enfrentó a él: 
—Escucha, y escúchame bien. Tú y el resto de la gente tendréis que entender una cosa. No te lo tomes de un modo personal, pero tengo planes para mi futuro y mi vida, y desde luego no incluyen un marido. ¡Ni ahora, ni nunca!



#7507 en Joven Adulto

En el texto hay: amor deseo problemas

Editado: 26.08.2020

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