Obligame

5

Lidia se ruborizó hasta las puntas del cabello. Todas las cabezas se volvieron hacia ellos. La gente comenzó a aplaudir, y ella juró. Después siguieron los silbidos.  
Lidia se hundió en el asiento. Muchas personas se levantaron para ir a darles la enhorabuena. Rebecca observaba el anillo, tomando la mano de Lidi. Otras camareras se acercaron a examinarlo también. 
—¡Haz algo! —exclamó Lidia en dirección a Alex. 
—¿El qué? 
Alex le había dicho que la noticia no tardaría en extenderse. Aquel era un momento tan bueno como cualquier otro, para enfrentarse a la gente. Además, a él tampoco le hacía feliz ser el centro de atención. La gente se arremolinaba alrededor de su mesa. Alex los conocía a todos desde hacía unos pocos años, pero Lidia los conocía de toda la vida. 
—¡Vaya suerte! —exclamó Larry Melton, el dueño del local, dando palmaditas en la espalda a Alex.
—Sí, tengo suerte —contestó Alex con una sonrisa, mirando a Lidia, rodeada de camareras examinando el anillo. 

—No he oído nada acerca de vosotros dos. ¿desde cuándo sois novios? —preguntó la señorita Weaver, la persona más cotilla de todo Crockett, acercándose a empujones a la mesa. 
—Pues… 
—¡Dios, los McCall están cayendo como moscas! —exclamó Jeannie Bates, la empleada del supermercado, interrumpiéndola—¡Primero Ryder, luego Jake, y ahora tú! 
—Sí, es cierto, ¿qué le habéis echado al agua? —preguntó Ty Colbert, lanzando una carcajada—¡Creo que prefiero seguir con la cerveza! 
—Pues a ti no te vendría mal pensar en el matrimonio —comentó su novia, en tono de reproche— Llevo meses esperando. ¡Qué anillo más precioso! 
Lidia deseaba esconderse debajo de la mesa. Miraba a Alex como diciendo:  
«¡Sácame de aquí!» El estaba hablando con otro hombre, de modo que Lidia le dio una patada por debajo de la mesa. 
—¡Auuh! —exclamó Alex captando inmediatamente la indirecta y poniéndose en pie. 
Sacó la cartera y dejó unos billetes sobre la mesa. Se abrió paso hasta Lidia,recibiendo la enhorabuena de todos los presentes, y le puso un brazo sobre sus hombros para salir. La gente siguió hablando de ellos. 
—¿Habéis decidido ya la fecha? —preguntó alguien antes de que se marcharan. 
—No, aún no —respondió Lidia mientras Alex le sujetaba la puerta—No hemos hecho planes definitivos.

Muchos seguían gritando, dándoles la enhorabuena, mientras salían en dirección a la furgoneta. Alex sujetó de nuevo la puerta y dio la vuelta, poniéndose al volante. 
—No puedo creer lo que acaba de ocurrir —comentó Lidia tratando de calmarse. 
—Aquí no pasa nada nunca, es normal que la gente se ponga así cuando hay buenas noticias. 
—¿Buenas noticias? —repitió Lidia ofendida—¡No son buenas noticias! Ni siquiera es cierto. 
Alex se puso tenso una vez más. Cada vez que Lidia decía eso, se sentía ofendido. Lidia lo expresaba como si casarse con él fuera lo peor que le hubiera sucedido en la vida. Pues bien, no era lo peor que le podía suceder. Peor hubiera sido que estuviera embarazada y soltera. Quizá eso no tuviera importancia en otras partes del planeta, pero en el condado de Crockett sí habría dado que hablar. 
La gente se había reído de él en Montana, cuando supo que Candance estaba embarazada de otro hombre. Y Alex no estaba dispuesto a volver a ser el hazmerreír del pueblo. 
—Pues tendrás que enfrentarte a ello, quizá estés embarazada. 
—¡No… estoy… embarazada! 
—Eso no lo sabes. 
Una vez más, Lidia le hacía saber que la noche transcurrida juntos no había significado nada para ella. Alex hubiera debido sentirse aliviado, pero no lo estaba.  
La miró, observó sus piernas, y sintió el deseo renacer. ¿Cómo podía desearla tanto? 
Alex no podía recordar que ninguna otra mujer le hubiera afectado nunca hasta ese punto. A pesar de haber estado casado con Candance, su mujer jamás lo había excitado con tanta facilidad. 
—Quiero tener hijos algún día, pero no ahora. No entra dentro de mis planes inmediatos —explicó Lidia dirigiendo la vista hacia él. 
Alex estaba muy serio. Aquello le dio que pensar a Lidia. Él no parecía más feliz que ella, dadas las circunstancias. Lynn sintió un nudo en el estómago. Alex había sido muy atento y cariñoso la noche anterior, le había mostrado un aspecto de sí mismo que ella jamás había vislumbrado. Además, el hecho de que estuviera dispuesto a renunciar a su libertad demostraba que era un hombre de honor, y eso era de admirar. 
Lidia pensó sorprendida en lo extraño que era que ninguna mujer lo hubiera pescado hasta ese momento. Teniendo en cuenta su forma de ser, solitaria y poco accesible, no era raro que las mujeres se lo pensaran dos veces, antes de acercarse. Y  eso a pesar de que era guapo. 
—Las cosas no siempre salen como se planean —contestó Alex.
—Eso es verdad, yo jamás había contado con esta complicación —asintió Lidia—¡Maldita sea!

—¿Qué ocurre? —preguntó Alex frenando de inmediato. 
—¡Podríamos saber si estoy embarazada o no haciéndome un sencillo test casero! —exclamó Lidia—Se supone que se puede averiguar en cuestión de minutos. 
—¿Quieres que demos la vuelta? —preguntó Alex. 
—¿Para ir a comprarlo a Crockett? ¡Dios, no! ¿Te imaginas, entrar en Walker's a comprar un test de embarazo?, ¿quieres que se entere todo el mundo de que puede que esté embarazada? Deberíamos haber comprado uno en San Luis, allí no nos  
conoce nadie —suspiró Lidia. 
—¿Quieres que volvamos a San Luis? 
—No hay tiempo, hay mucho que hacer esta tarde en el rancho. 
—Sí —convino Alex pasando la señal en la que se indicaba que entraban en los terrenos de los McCall, y girando en una desviación colina arriba, hacia el rancho. 
—Tenemos que tratar de conseguir uno cuanto antes. Quizá pueda escaparme yo dentro de unos días —comentó Lidia mientras pasaban por delante de la estrecha pista de aterrizaje y el hangar en donde se guardaba el Cessna que habían tomado  
Jake y Catherine para el viaje de novios. 
Alex aparcó la furgoneta detrás del barracón y apagó el motor. 
—Será mejor que nos pongamos a trabajar. 
—No creerás que voy a entrar sola en casa, ¿no? 
—¿De qué estás hablando? —preguntó Alex confuso, encogiéndose de hombros. 
—De este anillo —respondió Lidia sacudiendo la mano delante de su rostro. 
—¿Qué pasa con él? 
—¡Hombres! —exclamó Lidia abriendo la puerta. 
—¿Qué? 
—¡Olvídalo! —gritó Lidia musitando algo entre dientes a propósito de la escasa inteligencia que demostraban a veces. 
—¡Espera un momento! —gritó a su vez Alex tomándola del brazo y obligándola a darse la vuelta. La brusquedad del gesto provocó que Lidia cayera directamente en sus brazos. Alex los deslizó a su alrededor y la sujetó, tratando de retenerla— ¿De qué estás hablando? 
—No importa, suéltame —contestó Lidia cabezota, sin mirarlo. 
—Aún no —se negó Alex a pesar de creer que eso era justo lo que debía hacer.  
Antes de que cometiera alguna estupidez, como besarla. Sentir el cuerpo de Lidia contra el de él, oler su fragancia, le hacía desear hacer con ella algo más que abrazarla.



#7507 en Joven Adulto

En el texto hay: amor deseo problemas

Editado: 26.08.2020

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