Alex había estado pensándolo durante mucho tiempo, y había decidido concederle algo más de tiempo a Lidia para hacerse a la idea. Según parecía, sin embargo, ella seguía empeñada en luchar. Le gustara o no, Lidia estaba tan inmersa en todo aquel embrollo como él. Molesto ante el hecho de que ella mantuviera su posición, negándose a casarse con él, Alex concluyó que debía dar un paso adelante.
Pero por la forma en que ella lo evitaba, no iba a ser fácil tampoco.
Lidia apenas le hablaba, lo cual provocaba aún más malestar y tensión entre los dos. Alex la observó tenso desmontar del caballo en el que había estado entrenando.
No podía apartar los ojos del excitante balanceo de sus caderas. No recordaba haberse sentido nunca tan atraído por ninguna mujer. No, no se trataba solo de una mujer. Era a Lidia a quien deseaba. Y por mucho que ella quisiera negarlo, ella lo
deseaba con la misma intensidad que él. Pero, tal y como Lidia había dicho, de manera directa y clara, no estaban enamorados el uno del otro, ni querían estarlo. Por eso lo mejor era mantenerse fiel a su plan original y guardar las distancias. Alex no había pretendido hacerle el amor otra vez. Sencillamente, había ocurrido. La había besado y había perdido la cabeza. Pero tendría que tener más precaución en el futuro. Alex juro entre dientes y se acercó a darle unos consejos sobre la técnica de
montar. Ella lo escuchó atentamente, mirándolo a los ojos.
—Has hecho un buen trabajo con este caballo.
—¿Lo dices en serio? —preguntó Lidia mirándolo con recelo.
Alex jamás había alabado el trabajo de Lidia. Durante todo un año, ambos habían discutido acerca de casi todo lo que tuviera relación con el entrenamiento. Por eso Lidia no estaba muy segura de que él fuera sincero.
Aly la miró pensativo. Tenía la sensación de que Lidia no tenía demasiada confianza en sí misma, en lo que a caballos se refería. Y la culpa era suya. Jamás la había alentado, a causa de Jake. Pero Lidia merecía saber que era buena con los
caballos, merecía saber la verdad.
—Sí, lo digo en serio —sonrió a medias Alex.
—Podría haber aprendido mucho más deprisa, si me hubieras dado una oportunidad.
—Jake quería que te enseñara poco a poco, despacio —confesó Alex—Quería asegurarse de que tú te dabas cuenta de lo que estabas haciendo.
—¿Por qué?, ¿para ver si cambiaba de opinión? —preguntó Lidia mirándolo con desconfianza.
—Eso háblalo con él —contestó Alex con una evasiva, dando golpecitos al caballo—Tenías mucho que aprender, pero has avanzado bastante.
Lidia tragó y observó la mano de Alex sobre el caballo, sin dejar de recordar que esa misma mano la había acariciado a ella, haciéndola estremecerse. —Casper es un buen caballo, es él quien ha hecho todo el trabajo.
—No te quites importancia. Tienes un talento natural para los caballos, yo solo te he ayudado a desarrollarlo —contestó Alex.
Lidia alzó la vista hacia él y las miradas de ambos se encontraron. Los ojos de Alex, oscuros y misteriosos, recorrieron su cuerpo haciéndola estremecerse.
—Gracias.
—Este caballo está listo para devolvérselo a su dueño —comentó Alex.
—Lo sé, pero no quiero que se marche —objetó Lidia, que sabía que el caballo pertenecía a un ranchero vecino que les había mandado a sus sementales a entrenar.
—He hablado con Dan Blake, vendrá el lunes por la mañana a recogerlo.
—Pero yo no estaré aquí el lunes por la mañana. ¿No podrías dejar la cita para por la tarde? —pidió Lidia, comenzando a desensillar al caballo.
—¿Y qué tienes que hacer, tan importante?
—Tengo planes en Crockett —respondió Lidia encogiéndose de hombros.
Lidia le había contado sus planes de futuro, pero no le había dicho que ese lunes por la mañana tenía una cita con el banquero. No tenía pensado que él la acompañara. No era asunto de Alex, ni necesitaba su ayuda. Alex observó el tono
evasivo de Lidia y se preguntó inmediatamente qué le ocultaba.
—Pues cámbialos.
—No puedo cambiarlos —se negó Lidia poniendo los brazos en jarras, presintiendo que a Alex no le había gustado su respuesta.
—Pues entonces no podrás estar presente.
—Eso no es justo —se quejó Lidia—Tengo que estar. Soy yo quien ha entrenado a Casper. ¿No puedes decirle al señor Blake que venga por la tarde?
—Dame una buena razón para que lo haga —afirmó Alex presionándola para que le contara su secreto.
—Por si quieres saberlo, tengo una cita con Linwood Finney en el banco. Vamos a hablar del crédito —respondió Lidia tirando de la silla.
—Así que era eso.
Debía habérselo figurado. Le concedía un par de días para hacerse a la idea de que debían casarse, y en lugar de ceder, Lidia seguía adelante con sus planes.
—Sí, era eso. Lo llamé por teléfono hace unos días y fijamos la cita para el lunes por la mañana —explicó siguiendo a Alex, que echó a andar.
—¿Has hablado con tus hermanos? —preguntó él dejando la silla de montar en el establo.
—Ya sabes que no. Jake no volverá hasta el sábado, y quiero hablar con él y con Ryder a la vez. He decidido hablar primero con el señor Finney, conseguir el crédito y después contárselo a ellos Alex se ofendió. Lidia lo tenía absolutamente todo planeado. Y había vuelto a dejarlo a él al margen, como si para ella no significara nada. Hubiera debido sentirse aliviado. ¿Por qué no se sentía así?, ¿por qué le molestaba tanto no significar nada para ella?
—Haz lo que quieras, pero no voy a cambiar esa cita —afirmó Alex.
—¡A veces eres el hombre más cabezota del mundo! —exclamó Lidia mirándolo con rabia.
—Pues tú tampoco te quedas atrás, cariño.
—Muy bien, cambiaré esa cita —afirmó Lidia mirándolo con ojos de fuego y saliendo del establo sin decir una palabra más.
Aquella noche, Lidia observó a Alex salir del barracón desde la ventana de la oficina. Iba con vaqueros y una camiseta gris, en dirección a la furgoneta. Al verlo subirse y arrancar, el pulso se le aceleró. ¿Adonde iba?, ¿a ver a una mujer?, ¿tenía compañía femenina en la ciudad, o en San Luis? Y bien, ¿qué importaba si era así?
No era asunto suyo, ellos no eran una pareja. Eran… bueno, Lidia no estaba muy segura de qué eran. Lidia dio vueltas al anillo en el dedo y finalmente lo alzó para examinarlo.
Estaban comprometidos. El pecho se le encogió, al pensarlo. Aquella no era la primera vez que lo veía salir del rancho de noche. En otras ocasiones se había preguntado a dónde iría, pero esa vez sentía una curiosidad insaciable. Toda aquella
charla sobre proteger su reputación y casarse, ¿eran simplemente palabras vacías?
Porque, dadas las circunstancias, Alex no tenía realmente derecho a ver a otra mujer.
No, hasta que todo aquel embrollo del compromiso se hubiera aclarado.
Lidia observó las luces traseras de la furgoneta desaparecer de la vista, y recordó que ella también tenía sus planes, que no incluían a Alex. En realidad no hubiera debido importarle a dónde fuera. No debía preocuparla. Pero la preocupaba.
Fue entonces cuando Lidia comprendió que su interés por Alex comenzaba a ser demasiado profundo. Tenía que dar marcha atrás y distanciarse emocionalmente de él. Antes de que fuera demasiado tarde, y le entregara su corazón.
—¿Casarse? —preguntó Catherine McCall abrazando a su hijo Matthew.
Catherine y Jake acababan de volver de la luna de miel, y todos estaban reunidos en el porche frontal de la casa, para recibirlos—¿De verdad? ¿Hablas en serio?
Alex había visto volver a los recién casados en el Cessna, y se figuró que la familia no tardaría en darle la noticia de su compromiso con Lidia. Por eso se había acercado a la casa, para unirse a ellos. Ashley, su querida futura cuñada, ni siquiera
les había dado tiempo a Catherine y Jake de entrar en casa, antes de soltar la noticia bomba.
Alex se acercó a Lidia. No estaba muy seguro de cuál sería la reacción de Jake.
Si su primer impulso era el mismo que había sentido Ryder, prefería estar cerca de Lidia para defenderla. Por supuesto, en esa ocasión tenían la ventaja de que Jake no los había pillado en la cama, detalle del que, no obstante, se enteraría más tarde. Sin duda Alex se quedó de pie detrás de Lidia y la rodeó por los hombros con el brazo.
Ella volvió el rostro hacia él y sonrió débilmente. Por su expresión, era evidente que se alegraba de que no la dejara sola. Alex apretó sus hombros y sintió la mirada del hermano mayor sobre él.
Según parecía, Lidia también era sensible a esa mirada. Al ver los ojos suspicaces de Jake fijos sobre ella, Lidia dio un paso atrás apretándose contra la espalda de Alex. El sintió la curva de su trasero en el vientre. Su calor, su fragancia, lo envolvían.
—¿En serio? —preguntó Jake incrédulo, dirigiendo la pregunta a Alex, y no a Lidia.
—Sí —respondióalex sin parpadear, abrazando a Lidia y entrelazando las manos por delante de ella.
—No puedo creerlo —respondió Jake—¿Estás enamorado de Lidia?
Alex reprimió su desagrado ante la pregunta. Lidia era dulce, inteligente y verdaderamente guapa. A pesar del hecho de verse atrapado en aquella farsa, no podía comprender por qué a todo el mundo le costaba tanto creer que pudiera enamorarse de ella. O quizá lo que les costara fuera creer que ella se había
enamorado de él. Eso tenía mucho más sentido.
—Pues ya que lo dices, sí —afirmó Alex decidido a protegerla.
—Ya te lo dije yo —rio Catherine— ¿Te acuerdas? —añadió llamando la atención de Jake—Sabía que entre vosotros dos ocurría algo, incluso llegué a comentárselo a Jake, mientras estábamos fuera. Me alegro mucho por vosotros.
Alex soltó a Lidia, y Catherine la abrazó. Luego lo besó a él, e inmediatamente Alex volvió a agarrar a Lidia.
—Gracias —respondió Lidia trémula, aún sorprendida de que Alex se hubiera acercado al porche en ese momento.
—Supongo que tendré que daros la enhorabuena —comentó Jake en dirección a Lidia—Me gustaría charlar contigo —añadió mirando a Alex.
—No, imposible —afirmó Lidia sujetando a Alex del brazo, mientras él echaba a caminar—No tienes nada que decirle, Jake.
—Sí, sí tengo algo que decirle.
—Ya soy mayorcita, para saber lo que quiero —insistió Lidia.
—Tranquila —intervino Alex tomando a Lidia de la nuca.
—Pero…
—Sé defenderme —añadió Alex acariciándola—Enseguida vuelvo.
Alex la besó brevemente en los labios y después se apartó, siguiendo a Jake por las escaleras del porche hacia el establo. Ryder los acompañó. Matthew echó a caminar, considerándose a sí mismo incluido, pero las mujeres lo llamaron para que se quedara con ellas.