Obsesión

2.

 

 

 

2.

 

 

 

Estaba sentada sobre las raíces de un gran roble mirando un par de ardillas jugar entre ellas cuando sentí como un par de manos se envolvían con fuerza sobre mis hombros. Gruñí furiosa apartando a Ander de un golpe, el rubio soltó un pequeño chillido antes de devolverme el golpe que esquivé con una sonrisa burlona.

 

— Niños, niños no peleen. — musitó con calma papá apareciendo detrás de los arboles justo cuando arremetía con fuerza contra el cuerpo de mi hermano. Mamá iba tomada de su mano y los ojos de ambos brillaban con fuerza.

— No estamos peleando papi... — dije batiendo mis pestañas tratando de verme como una dulce e inocente niña. El golpe de Ander en mi nuca no tardó en llegar. — ¡Idiota!

 

— Deja de ser tan dramática cabeza de fresa.

 

— ¡Tenemos el cabello del mismo color! — exclame ofendida. Nuestros padres miraban la escena divertidos. Rodé los ojos mirando con enojo a Ander, maldito rubio de bote.

 

Lirio nos miró de reojo con esa mirada de "Comportándose ya niños". Bufe cruzando los brazos sobre mi pecho, papá veía todo divertido. Lo que faltaba. Ander como todo hermano mayor amaba hacerme rabiar hasta que terminábamos enfrascados en alguna pelea y posteriormente conmigo lanzando algún hechizo que hiciera que su cabello rubio se tornará rosa. El clima estaba comenzando a cambiar también, me di cuenta de eso cuando pasé mis dedos sobre las hojas de algunos helechos y estas estaban más húmedas de lo normal.

 

— ¿También te has dado cuenta? — preguntó el rubio pasando su brazo sobre mis hombros, lo miré de reojo, pero no dije nada. Había algo en su azulada mirada que me hacía intuir que quería decirme algo. — Hay... Hay una chica en el palacio que no para de seguirme a todas partes. — susurró por fin en voz baja para que mamá no lo escuchara y se pusiera ansiosa de que alguien estaba detrás de su bebé más grande.

 

— ¿Quién es?

 

— No la conoces, hasta hace poco se incorporó a la servidumbre del palacio. Un día solamente entre en la biblioteca para buscar un libro y ahí estaba ella sacudiendo las estanterías, cuando se dio cuenta de mi presencia un montón de libros le cayeron encima así que la ayude y desde entonces va de aquí para allá detrás de mí.

 

Una sonrisa sarcástica surco mis labios. Y canturree: — Ander está enamorado.

 

La cara de mi hermano se transformó en una mueca totalmente indignada mientras pasaba un mechón de su largo cabello rubio hacia atrás mientras resoplaba entre dientes. Bueno, tal vez no estaba enamorado y solo era mi cabeza tomando rápidas conclusiones.

 

— Deberás que no sé qué tienes ahí dentro, cabeza de fresa. — replicó soltando risitas mientas picaba con dedo mi cabeza.

 

— ¡Vengan a comer niños! — exclamo mamá apartando a papá mientras el reía y le susurraba cosas al oído. Solo esperaba que no tratara de convencerla de tener otro bebé, el elfo podía ser muy persuasivo cuando se lo proponía.

 

— ¡Cuidado con lo que le dices a Lirio! — chille saltando en medio de ambos, Andy se acercó resoplando.

 

Lo mire con una sonrisa cínica antes de señalarlo con mi dedo índice y que un pequeño hilo de magia saliera del dedo hasta chocarse contra su cabeza. El grito de mi hermano mayor no tardo en retumbar por todo el bosque.

 

 

 

...

 

 

Horas después mamá y yo caminábamos entre los árboles con el atardecer sobre nuestras cabezas. Entre mis manos llevaba una pequeña piedrecita rosa que me había dado papá.

 

— Deberías de llevar lombrices para Pooh.

 

— ¿Tú crees? Tal vez donde vayamos también hayan.

 

Mi madre soltó una carcajada, la mire sin entender que era tan gracioso.

 

— Mi cielo, hay lombrices en todo el mundo. Solo sugería que deberías de recoger unas cuantas para el camino.

 

— ¿Siquiera aceptan animales en los aviones? — pregunte curiosa, nunca me había subido en un avión.

 

— Claro que sí. ¿Qué te ha dado tu padre?

 

Murmuré entre dientes, pero la verdad el príncipe no me había dicho en ningún momento para que era la bendita roca, ¿era normal en el reino elfo regalar rocas a sus hijas? Fruncí el ceño y le enseñé la roca a mi madre.

 

— Mm... — miro fijamente el mineral entre sus pálidas manos, aparto un mechón rojo de su cabello y suspiro rendida. — Ni idea, solo será mejor que la guardes por algo te la dio ese elfo loco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.