Obsesión

9.

 

 

Capitulo 9.
 




 

Salí al jardín por las grandes puertas, bajando con cuidado las escaleras contemplé el hermoso paisaje nocturno que me ofrecía el lugar. Nunca había salido al jardín trasero de la academia porque apenas llevaba una semana ahí y los profesores me habían llenado de trabajos y tareas, además siempre pasaba en la biblioteca dormitando o en mi cama, no por gusto claro esta y comenzaba a pensar que había algo mal con mi cuerpo y temía que alguien se diera cuenta de que estaba peor de lo que creía. Pase al lado de una gran fuente mirando curiosa la estatuilla de mármol en forma de una mujer que había en el centro, de su mano salía un chorro de agua que caía dentro del pequeño estanque donde nadaban hermosos y grandes peces Koi blancos y naranjas, estreche los ojos intentando ver si había alguno negro.

 

Los mire por un momento antes de echar a andar de nuevo.

 

¿Dónde se había metido Ander? Estaba muerta de ganas de ver como haría su petición para que le quitara el hechizo. Vale, entendía que no le gustara su cabello natural porque de pequeño recibió muchísimas burlas a pesar de ser un príncipe y por eso mismo le había pedido a mamá que le ayudara a encontrar un hechizo para cambiar su color, pero de vez en cuando era divertido hacerlo pasar penurias.

 

Camine por el césped fresco con cuidado de que uno de los tacones de mis botines no se quedará atorado en la tierra húmeda y me hiciera caer.

 

— ¿Ander? — me atreví a llamarle en un susurro.

 

— Aquí estoy. — contestó detrás de unos árboles, con su mano me halo hacia donde estaba y miro a todos lados. — Hagamos esto rápido, ¿de acuerdo?

 

— Vale. — respondí divertida. — Que esperas ¿una invitación?

 

— Sia... — se arrodillo sobre el césped y me miro furioso y se aclaró la garganta. — Sia yo...

 

— Miren lo que tenemos aquí. — musitó una voz burlona acercándose a donde estábamos. Un bufido escapó de mi boca cuando lo vi parado a un lado de los árboles.

 

— ¿Qué haces aquí?

 

— Estaba dando una vuelta y los vi, así que me acerqué a saludar.

 

— Pero que amable que eres Kaztiel, ya nos viste así que largo. Ander estaba por decirme algo muy importante.

 

— ¿Estas tratando de pedirle matrimonio a esta bruja? Amigo estás perdiendo el tiempo, es demasiado tonta para comprenderlo. Mejor consíguete unas tizas y una pizarra para que se lo dibujes.

 

— Kaztiel... — advertí con los labios apretados. Ander en cambio se echó a reír con ganas.

 

— Tranquilo amigo, en el reino está mal visto el incesto y jamás cometería la locura de casarme con una loca como esta.

 

— ¡Ander!

 

— Lo siento hermanita, pero es la verdad, pobre del que se case contigo.

 

— ¿Son hermanos?

 

— ¡Claro! ¿No ves el parecido?

 

— Por eso venías con los reyes. Así que imaginó que el cabello rosa debe de ser una broma.

 

— Supones bien. Pero eso está por cambiar, ¿verdad fresita?

 

— Púdrete, habla antes de que me arrepienta y te deje con el cabello rosa por unos meses. Seria interesante ver como lidias con ello. — gruñí cruzando ambos brazos sobre mi pecho adoptando una pose burlona.

 

Kaz nos lanzó una mirada divertida de ojos naranjas. Se había cruzado de brazos y miraba la escena como si fuera la cosa más interesante que pudiera existir. Ya podía irse, no tenía nada que hacer ahí donde el asunto era solo entre mi hermano y yo. Ambos lo seguimos con la mirada hasta que el lobo se apoyó contra una de los árboles, parecía que no iba a irse así que con un suspiro le hice una seña a Ander para que prosiguiera. 

 

— Acacia... Hermanita linda y amada el cabello rosa te queda genial, por favor regresa mi cabello a su color rubio.

 

— Mm... Vale, solo porque te ves patético y comienzas a darme lastima — cerré los ojos intentando recordar el contra hechizo. Puede que lo hubiera olvidado. Bufé sintiendo como un pequeño escalofrío recorría todo mi brazo. — Blonde. — musite en voz baja, luego abrí los ojos y mire fijamente al intruso. — ¿Y bien?

 

— Rubio, pero platino. — suspiro cansando, me miró fijamente unos segundos. — Otra vez tienes los ojos verdes.

 

— Lo normal después de usar magia. — respondí encogiendo los hombros. — En unos segundos volverán al color que les dé la gana.

 

— No puedo entender cómo es que siempre tienes los ojos de colores diferentes, pero solo cuando usas tu magia son verdes.

 

— Quiero creer que ese es el color natural.

 

— Tus ojos no tienen color fijo Sia. Nos vemos en el salón. Buenas noches. — asintió hacia Kaztiel y se perdió por los árboles.

 

¿Y porque de pronto sacaba el tema de mis ojos? Todos los días tenía que liderar con las preguntas de las damas cuando vivía en el templo, para ellas era un mal presagio el solo encontrarse conmigo en los pasillos del templo, pero lo peor fue cuando un día me levante con los ojos de un fuerte color rojo escarlata. Ese día intentaron hacer venir a un sacerdote que vivía en la punta contraria del pueblo, me llamaron monstruo y muchas más cosas horribles a pesar de que solo era una niña de diez años.

 

— ¿De que hablaba el príncipe Ander? 

 

La voz de Kaztiel hizo que diera un salto en mi lugar. Le lance una mirada furiosa, ¿no se había ido ya? ¡Que pesado!

 

— ¿Así que ahora es el príncipe? — pregunte con burla dando vuelta para enfrentarlo.

 

— Sabes a lo que me refiero.

 

— Pues yo te contestó en todo caso: No es de tu maldita incumbencia. 

 




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