Obsesión

11.

 

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Camine deprisa por el pasillo hasta llegar a mi destino. Me detuve enfrente de la puerta de la oficina de la directora, y como ya venía siendo costumbre, abrí la puerta de golpe y entre pisando fuerte. Safira levanto la vista del documento que leía, se quita las gafas de lectura y me miro interrogante.

— Rose, ¿a qué se debe su visita tan apresurada?

Abrí la boca dispuesta a soltar todo lo que me había estado atormentado desde la partida de mi padre, pero nada sale de ella. Tenía miedo de ser juzgada y que me tomara por loca por lo que estaba a punto de decirle.

— Directora Safira... Necesito decirle algo, usted ya es mayor y supongo que ha visto más mundo que yo. Estoy asustada, yo no sé cómo lo he hecho pero el día que mis padres partieron de vuelta a Rusia he visto al niño en el vientre de mi madre.

Safira me miro por varios minutos manteniendo el silencio y sus fríos ojos mirándome fijamente no hacían más que ponerme más nerviosa de lo que estaba. Lo más seguro es que estuviese pensando la manera más amable de decirme que me había vuelto loca de remate, pues nunca en la historia se había visto que una bruja pudiese ver fetos en gestación.

— Hablaremos de esto después. Puede ir a tus clases tranquila, esta noche ven a verme con Fleur. Y Sia, por favor no te saltes tanto las clases. — hablo con voz severa. La mire confundida.

¿No iba decirme que estaba loca? Fruncí el ceño, pero termine asintiendo no muy convencida antes de salir por la puerta haciendo una mueca. No podía comprender porque la madre de mi amiga había reaccionado de esa forma tan tranquila, tal vez ya sabía que algo estaba mal en mí y justo ahora se encontraba escribiendo dos cartas; una para mis padres y otra para el loquero.

Suspire girando por el pasillo, las enormes puertas de la cafetería me recibieron. Estiré la mano y con una suave ráfaga de aire que salió de esta hice que las puertas se abrieran, rápidamente el fuerte bullicio de la muchedumbre estudiantil me recibió. Caminé por las mesas buscando con la mirada a la peliblanca, hasta que la encontré sentada en una mesa por aparte junto con Ander y ¿ese era Félix? Una sonrisa torcida se extendió por mi rostro al ver como el lobo pequeño miraba maravillado a mi hermano, me parecía tan dulce.

Negué con la cabeza mirando hacia otro lado, hasta me parecía una falta de respeto espiar al rubio cuando miraba a Ander, mis ojos se encontraron con unos naranjas. Kaztiel estaba sentado en una de las mesas de elite con una morena sentada en su regazo y dos rubias a cada lado, gruñí. Ni siquiera tenía el mínimo de respeto hacia su pareja del alma, y aunque esta fuera un árbol estaba seguro de que sufriría mucho si se diera cuenta de lo que hacía el lobo. Una lenta sonrisa divertida se extendió por sus labios, bufe poniendo los ojos en blanco y con sumo cuidado retire la boina de mi cabeza dejando caer toda la cascada de cabello rosa que tenía por cabello, pase mis dedos atreves de las suaves hebras intentando quitar los inexistentes nudos en toda su lacia extensión.

Le mire por última vez por sobre mi hombro, los ojos se le habían oscurecido y parecía haber dejado la lava fundida para transformarse en un gran incendio lleno de llamas rojas que refulgían con fiereza. Mi pie choco contra una de las sillas que estaba en mi camino y sin querer termine enredada mientras chillaba como loca y caía sobre la bandeja de comida de un chico que pasaba justo en ese momento, las risas y carcajadas no tardaron en llenar el lugar.

— Mierda.

— ¡Sia! — el grito asustado de Ander hace levante la cara de la asquerosa masa de color verde que ahora cubre todo mi rostro. Sus ojos se abrieron y apretó los labios con fuerza.

— Oh vas, ríete si quieres.

Pase con fuerza las manos por toda mi cara intentando quitar lo que había en ella. Y gire rápidamente mi cabeza hasta encontrar al culpable, el pobre chico se retorcía sobre sí mismo, si bien sabía que no tenía la culpa de lo sucedido una aplastante ira quemaba dentro de mis venas haciendo hervir la sangre que corría deprisa por mis venas.

Con los ojos nublados de la ira me levante de un salto, fui hasta el pobre chico y sin medir mis actos mis manos fueron a parar con fuerza hasta su garganta, lo eleve y luego lo deje caer.

— En un sapo... — gruñí señalándolo con mi dedo índice. El cuerpo del lobo comenzó a retorcerse con fuerza, como si convulsionara, la piel se le fue tornando de un fuerte color verde y su tamaño se fue reduciendo hasta que el pequeño animal frente a mi comenzara croar con rapidez.

Los gritos llenaron el salón por completo. Mire con la boca abierta como el sapo era recogido por una chica que comenzaba a llorar como loca suplicándome que regresara a su pareja a su forma normal. Mis pulmones se desinflaron dejando escapar el aire y volvieron a hincharse llenos de él.

Apreté los ojos cerrándolos con fuerza, la ira mermaba su cauce en mi sangre. Cuando los abrí más calmada señale de nuevo a mi inocente víctima y musite el contra hechizo sintiéndome muy avergonzada. Era cierto que a veces hacia muchas maldades de puro gusto, pero nunca había perdido el control como acababa de pasar en ese momento y de repente me sentía tan cansada. Retrocedí y sin que se lo esperaran eche a correr con rapidez hacia la puerta, ni siquiera tenía la energía suficiente como para desaparecer como solía hacer normalmente.




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