Obsesión

17.

 

 

Capítulo 17.

 

 

 


Mis ojos miraban sorprendidos como una furiosa Sunshine entraba en la habitación y cerraba la puerta con fuerza, las úsales y alegres estrellas que flotaban en su cabeza brillan de un oscuro amarillo.  


— ¿Que ha pasado? 


Una mueca molesta se formo en el perfecto rostro de muñeca de la princesa de Solárium.  


— He chocado contra una chica en el pasillo y Kaztiel ha saltado sobre mi como un loco. — sus delgadas manos frotaron lentamente sus brazos. Fruncí el ceño viendo las pequeñas manchas en sus brazos.  


— ¿Que te ha hecho? 


— Nada, simplemente me ha apretado un poco fuerte pero un chico de cabello largo me lo ha quitado de encima. — Sushi, que era el apodo que le habíamos puesto a la rubia,  suspiro fuertemente. — No entiendo que le pasa, cuando lo conocí por primera vez hace unos meses no era tan violento como ahora.  


— Tienes razón, pero Fleur ha dicho que es normal que este tan agresivo... — trate de sonreír. La rubia exploto a carcajadas.  


— Oh por dios, no trates de sonreír si no tienes ganas Cece. Tu rostro se ve fatal, ¿has dormido algo?  


Negué con la cabeza, cuando lograba acostarme por la noches por alguna extraña razón el pecho comenzaba a dolerme y era imposible acomodarme en la cama, claro que esto nadie lo sabía. No quería ni imaginarme la reacción de Ander, estaba cien por ciento segura de que era capaz de hacer las maletas y llevarme a rastras hasta el templo de vuelta o incluso al reino elfo.  

Sunshine me miro mal antes de dejarse caer a mi lado y apoyar su cabeza contra mi hombro, reprimí un pequeño quejido de dolor.  


— ¿Vamos por algo de comer? — pregunte revisando el reloj de gato que colgaba de la pared, Fleur lo había puesto diciendo que era lindo a pesar de mis quejas.  



— Es mi segundo día aquí y ya estoy muriendo, ¿no tienen servicio al cuarto? 


— No. 


Sunshine se quejo haciendo un ruido, se levanto de un salto y me ofreció su mano. Con una pequeña sonrisa la tome.  



... 



Apoyé mi espalda cansada contra la ventana de la biblioteca. Había sido un día cansado, pero gracias a los cielos no tuve ningún encuentro con la parejita. No podría soportarlo. Suspire chasqueando los dedos, una almohada esponjosa apareció en mi mano, rápidamente la acomode y esponje antes de reposar la cabeza sobre ella. Por alguna razón amaba el ambiente de la biblioteca para dormir, era calmado y Elizabeth nunca estaba por aquí. Cerre los ojos sintiendo como una sensación de paz me recorría el cuerpo.  



— ¿Durmiendo en la biblioteca de nuevo?— pregunto una voz divertida con leve acento en ella, sentí como se sentaba en el piso.  


— ¿Tú que crees? — pregunte con burla, ni siquiera me moleste en abrir los ojos.  


— Te estás saltando las clases de nuevo Sia. — hablo él de nuevo, pude escuchar como apretaba con fuerza los botones de su consola. 


— Nadie tiene que darse cuenta. 


— Eres terrible.  


— Lo dice la persona que se escapo para jugar alguno de sus jueguitos. — respondí con burla. 


Sentí un suave golpecito en mi cabeza, abrí un ojo y mire a Hero que volvía a concentrarse en la pantalla de su aparato. Rodé los ojos. 


— ¿Que haces aquí? 


— Evento. 


— ¿De qué? 


— Pokémon.  


— Claro... ¿No deberías de estar vigilando a ese amigo tuyo que esta tan desequilibrado? 


— ¿Hablas de Kazz?  


— Mhm. 


— Si, la directora me pidió que tratara de controlarlo. Pero ya sabes como es, lo que duras parpadeando a él le sirve para largarse y esa chica Elisa... 


— Elizabeth.  


— Como se llame, bueno esa chica me tiene harto. Siempre esta tirándose en el piso o llorando, me voy a volver loco si escucho su voz por un segundo más.  



Gruñí en respuesta. El día que Elizabeth se largará juro que iba a hacer la fiesta más grande de la historia. El tranquilo silencio junto con los pequeños ruidos que hacían los dedos del hechicero al chocar contra la consola lograron arrullarme hasta que termine casi dormida en mi lugar, claro que cuando escuche los fuerte de gritos de Fleur abrí los ojos y me senté. A unos metros la loba se había detenido y apoyado en una de las estanterías llenas de libros mientras respiraba con fuerza. 



— ¿Que pasa? 


— ¡Una de las sombras ataco a Sushi! — exclamo tratando de recuperar el aire. 


Trate de levantarme, pero en proceso mis pies se enredaron y estuve apunto de caer sobre el pobre de Hero que se había puesto ambas manos sobre el rostro. En cuestión de segundos mi rostro quedó suspendido sobre el del hechicero. Sentí un fuerte brazo alrededor de mi estómago.  


— Cuidado te caes, cabeza de fresa. — susurro su voz ronca en mi oído.  



Sonrojada de la vergüenza trate de apartarme empujando su pecho con ambas manos, Kaztiel me miro con seriedad. Sus ojos naranjas brillaban llenos de confusión, ¿y él porque estaba confundido? Era su culpa que estuviera enfadada, culpa suya y de esa actitud posesiva que adoptaba cuando estaba con Elizabeth. 


— Suéltame. — gruñí liberándome de su agarre, el lobo hizo una mueca, pero pase totalmente de el yendo hasta su hermana. — ¿Donde esta Sushi? 


— En la enfermería. 


Asentí, tome su mano y tire de ella. Atravesamos la biblioteca en un abrir y cerrar de ojos, abrir la puerta y la empuje fuera, Fleur se quejo pero aun así me siguió. No entendía como es que había pasado eso si hacía menos de una hora estaba almorzando en la cafetería junto con ella, debía de haber pasado en el lapso en que nos separamos y ella se dirigía a la clase de hechicería que nos daban exclusivamente a los magos, hechiceros y brujas. 

— ¿Como ha pasado? 


— Raven la encontró.— Raven era el chico de cabello negro largo. — Sushi estaba desmayada en medio del pasillo y murmuraba cosas extrañas, Rav dice que había una enorme sombra sobre ella apunto de engullirla. 


Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, ya había tenido encuentros con las dichosas sombras muchas veces pero jamás me habían atacado de la manera en la que Fleur relataba lo que Raven había contado. Al llegar a la enfermería abrí la puerta de un manotazo, tres cabezas se alzaron con rapidez. Safira suspiro aliviada al vernos, Tela revisaba con cuidado la vía del suero que estaba conectada en el brazo de Sunshine y Raven se miraba las puntas del cabello como si fuera la cosa más interesante del mundo. 



— ¡Chicas! — exclamó la directora corriendo hasta nosotras, sus brazos se enredaron en el pequeño cuerpo de su hija y tiro de ella estrechándola entre sus brazos. Se separo y atrapo el rostro de Fleur entre sus manos. — ¿Estás bien cariño? 



— Shi, mamá. — trato de responder la loba a su madre. 


— ¿Y tu Acacia?  



— Bien, gracias por preocuparse.  



Safira sonrió aunque se notaba preocupada. Me alejé de ambas hasta sentarme en la silla que estaba al lado de la camilla de Sushi, que fruncía el ceño y musitaba cosas presa de la inconsciencia. Una leve capa de sudor recorría toda su frente. 


— ¿No ha despertado ni una sola vez? 


— Me temo que no, y todavía no se si es por el susto o si ese monstruo logro herirla de alguna forma. Raven dijo que la sombra la había escupido frente de sus ojos. 



— Estaba empapada cuando salió del cuerpo de ese horrible monstruo. — musita Rav sin levantar la vista del suelo. — Y después de dejarla parecía dispuesto a volver a engullirla de nuevo, tuve que transformarme en lobo para poder defenderla.  


— Gracias Raven.  



— No ha sido nada. 



— ¡Déjame ir! — los labios de Sushi se abrieron y un pequeño grito de terror se escapo de ellos.  



Tela suspira con tristeza, se aleja y vuelve con una pequeña taza llena de agua con cubos de hielo y un pequeño paño. Me los ofrece, con cuidado los tomo y yo misma me encargo de limpiar la frente de la rubia. 



— Tiene fiebre. — musito. 


— No se ve realmente bien, luce pálida.  


Las pequeñas estrellas que siempre están ahí flotando alrededor de su cabeza han desaparecido por completo y no queda rastro de ellas. No cabía duda de que el ataque hacia la chica había sido totalmente intencional, ¿pero porqué? En esos momentos yo era la única guardiana que estaba consciente y ni siquiera sabíamos quienes eran las otras tres a menos que… Mis ojos se desviaron a la directora.  


— ¿Pasa algo señorita? 

Fruncí el ceño y estuve apunto de negar, pero había una pequeña vocecita en mi cabeza que me pedía que le preguntara por sobre eso. 


— De hecho, sí.  
 




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