Obsesión

Capítulo 1 - "Ojos verdes"

Bella

La lluvia golpeaba los ventanales del despacho como si quisiera entrar y arrastrarlo todo. El cielo estaba tan gris como mi ánimo. Sentada frente a mi padre, intentaba una vez más hacerle entender que no quería casarme con Maximiliano.

—No estoy de acuerdo con esto, papá. Ya te lo he dicho miles de veces —mi voz sonaba más firme de lo que realmente me sentía.

—Es para salvar mi empresa, hija. Entiéndeme.

Lo miré con los ojos entrecerrados, sintiendo cómo la rabia me hervía por dentro.

—¿Cómo quieres que te entienda, si tú ni siquiera me entiendes a mí?

Él suspiró, como si estuviera cansado de repetir lo mismo.

—Bella… sólo serán unos meses. Tú e Maximiliano se casan, y luego se divorcian. Así de simple.

Solté una risa sarcástica.

—sólo serán unos meses... Claro, como si fuera tan fácil. —Me puse de pie, agarrando mi bolso con fuerza—. No pienso seguir discutiendo contigo.

—Es mejor que lo tomes con buena actitud, hija...

—Sí, claro... como tú digas, padre —dije con desdén—. Si es que todavía puedo llamarte así, porque un verdadero padre no haría esto con su hija… ¿o sí?

—¡¡Basta, Bella!!

Salí de su despacho sin mirar atrás. Ya no podía soportarlo más. Su voz, sus razones, sus mentiras disfrazadas de excusas. Bajé por el pasillo rumbo a mi BMW, cuando de repente sentí una pequeña mano jalar la mía.

—¿Eh?

—¡Bella! —gritó Kiara, emocionada.

—¡Kiara! —la cargué en brazos sin pensarlo—. ¿Qué haces aquí, peque?

—Vine a buscar a papi. ¿Y tú?

—No lo molestes, está como uno de esos monstruos de cuentos de hadas.

—¿Un monstruo?

—Sí, un monstruo, princesa —reímos juntas.

—¿A dónde vas, Bella?

—A casa, nena.

—¿Con tu esposo?

Me quedé en silencio por un segundo.

—Sí... con Max.

—¿Me llevas contigo?

—Mmm... para la próxima, princesa.

—Está bien...

La dejé con mi madre, le di un beso en la frente y me subí al auto sin volver a mirar atrás. Pronto estaría en casa de Maximiliano, donde tendríamos que fingir por tres meses. Sí, tres largos meses según el contrato que el padre de Maximiliano me hizo firmar. Después de eso, podría irme. Ser libre. O al menos intentarlo.

No sé si voy a poder soportarlo. Estar con Maximiliano ... vivir con él... fingir que somos algo que no somos. Pero lo haré. No por mi padre, ni por su maldita empresa. Lo haré por mamá, que necesita ese dinero para sus medicamentos, y por mi hermana, que sueña con estudiar en el extranjero.

A veces uno tiene que romperse un poco... por quienes ama.

. . . .

La casa de Maximiliano era tan fría como él. Lujosa, silenciosa, y vacía de algo que no podía nombrar. Caminé por el pasillo sin decir una palabra. Él tampoco parecía interesado en conversar. Se limitó a darme indicaciones, como si fuera una huésped más. O peor, un negocio con piernas.

—Tu habitación está en el segundo piso, tercera puerta a la derecha —dijo con voz neutra, sin siquiera mirarme.

—Perfecto —respondí igual de seca, sin detenerme.

Justo cuando pisé el primer escalón, lo escuché agregar:

—Voy a recibir unos amigos esta noche. No necesitas bajar. No quiero dramas.

Me detuve en seco, pero no volteé.

—Tranquilo, Max. No tengo ningún interés en conocer a tus amiguitos.

Subí sin esperar respuesta. Cerré la puerta de la habitación con más fuerza de la necesaria. Sus palabras seguían repitiéndose en mi cabeza como una alarma.

"No necesitas bajar. "

Claro. Porque no soy más que una esposa de alquiler. Un adorno en su vitrina, guardado por tres meses hasta que se firme el divorcio y él vuelva a su perfecta vida de soltero.

Me dejé caer sobre la cama, mirando al techo. No sabía si llorar o gritar.

Pero no hice ninguna de las dos cosas.

En lugar de eso, me levanté, me descalcé, y me acerqué a la ventana. Desde ahí podía ver parte de la entrada principal. Dos autos llegaron poco después.

Del primero bajó un chico rubio, el típico niño rico con sonrisa falsa. Del segundo… bajó alguien que me hizo olvidar cómo respirar por un segundo.

Alto. Ropa formal como de empresario, pero con ese aire de "sé quién soy yo, y no necesito probarlo". Pelo castaño, bien peinado. Y unos ojos… no podía distinguir bien el color desde esa distancia, pero brillaban de una forma peligrosa.

Él no sonreía. No saludaba con euforia. Se bajó con calma, sin apuro. Como si no le debiera nada a nadie.

Alexander.

Lo escuché nombrar cuando uno de los otros chicos lo llamó al entrar. Su nombre me quedó grabado como un tatuaje caliente en la piel.

No sé qué relación tiene con Maximiliano. Si son amigos, enemigos, o simplemente conocidos. Pero había algo en él que me empujó a quedarme pegada a la ventana, observando como una estúpida.

Y lo más inquietante fue que… por un instante, justo antes de entrar, él alzó la vista. Directo hacia mi ventana.

Y sonrió.

No fue una sonrisa amable. Fue una de esas que dicen " sé que estás ahí, y no me importa romper las reglas para acercarme."

Me aparté de la ventana de golpe, con el corazón en la garganta.

Me gustó esa sonrisa.

No era amable, era desafiante.

Una de esas sonrisas que parecen decir "me importa un carajo romper las reglas si eso me acerca a ti." Y, honestamente... a mí también me importaba poco.

Pasó un buen rato. Desde la mañana no había comido nada y ya era de noche. Maximiliano y sus amigos seguían en la sala, hablando de quién sabe qué cosas, y yo tenía el estómago completamente vacío. Decidí bajar. A la mierda sus advertencias.

Bajé con cuidado, como si estuviera en una misión encubierta. No quería que ni Maximiliano ni sus amigos me vieran, y por suerte nadie notó que me escabullí hacia la cocina.

Abrí el refrigerador, con la esperanza de encontrar algo decente. Bingo: helado de chocolate y fresas. Obviamente me los apropié. Después de buscar entre los cajones, encontré una cuchara y cerré todo con cuidado... hasta que sentí un gruñido detrás de mí.



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En el texto hay: mafia, obsesion, darkromance

Editado: 22.06.2025

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