Obsesión

Capítulo 4 - "Verdades Rojas"

Bella

Mi corazón late con fuerza mientras espero una respuesta que no llega, tal vez fue mi imaginación... Tal vez no. Aprieto el celular con fuerza y vuelvo a encender la linterna, enfocando cada rincón de la sala desde lo alto de las escaleras. Nada

Me obligó a tranquilizarme, me digo que fue mi imaginación, pero hay algo en el ambiente, algo denso, electrónico. Como si el aire supiera algo que yo no, como si me observaran en la oscuridad. Subo los últimos escalones con rapidez sin mirar atrás.

Una vez en mi habitación, cierro la puerta con seguro. Me acerco a la venta y corro las cortinas apenas un poco, la calle esta vacía y oscura. Sin embargo no puedo sacarme la sensación que no estoy sola.

Me meto bajo las sábanas y cierro los ojos con fuerza. No rezó, hace años que deje de hacerlo, pero susurro una especie de promesa, más a mi misma que al universo.

No me voy a dejar romper

Al cerrar los ojos, no pienso en Maximiliano ni en su infidelidad mucho menos sus excusas. Pienso en él, en Alexander, en su mirada afilada, en la forma en que sus palabras se quedan en mi piel, incluso cuando ya no está. En lo que sentí cuando leí su mensaje, en lo que no debería sentir

Y en las malditas rosas

¿Porque se siente también que haya pensado en mí?

No sé cuánto tiempo a pasado desde que cerré los ojos, tal vez una hora, tal vez unos minutos, pero aún sigo despierta enredada en pensamientos que no me pertenecen... O no quiero aceptar como míos

Afuera el silencio es casi absoluto. Una mezcla de culpa, deseo, ansiedad y ese cosquilleo insoportable que deja la anticipación. Esa que se esconde entre la piel y el juicio.

Me siento en la cama, las sábanas desordenadas a mi alrededor como si fueran testigos de una batalla interna. Miro mi celular, sin notificaciones nuevas, sólo su mensaje anterior... Ese mensaje corto que aún hace que me arda la garganta

«¿Te gustaron las rosas?»

Sí, Alexander me gustaron demasiado. Demasiado como para ignorarlo. Como para pretender que fue un simple detalle sin intención.

Me levanto y camino descalza hasta el florero que puse con una cuantas rosas que me mando él, obviamente tenía que poner unas en mi habitación. Las rosas están ahí, tan rojas como la sangre, tan hermosas que casi parecen burlarse de mí. Las huelo cerrando los ojos de gusto con el olor.

Dios... Como supo que éstas eran mis favoritas. Vuelvo a mirar la nota que venía con las rosas, la cual se cayó por accidente cuando las recibí.

"En el próximo paso no podrás fingir que no lo deseas."

Sus palabras son una amenaza y una promesa al mismo tiempo, cómo todo lo que viene de él. No me llama, no me busca con desesperación, sólo deja migajas... Y sabe que las seguiré. Me odió un poco por eso, pero me siento viva, y eso es lo que más me asusta.

No debería importarme, no debería querer sentirme deseada, no debería necesitarlo, pero después de tantas noches vacías, de tantos silencios con Maximiliano, de tantas excusas sin alma, algo dentro de mí empieza a preguntarse que se siente realmente ser elegida.

No por conveniencia

No por obligación

Sino por deseo.

Vuelvo a la cama, me acuesto, pero no me tapo. Miró al techo, esta oscuro pero en mi mente hay luz, luz roja, como la de un club nocturno. Como labios manchados de vino, como su mirada cuando me observa como si ya supiera en qué rincón de mi alma escondo la debilidad.

Y entonces, como un impulso del que no puedo escapar, tomó el celular y le escribo. Sólo tres palabras

«¿Por qué yo?»

Mando él mensaje sin darme cuenta,
¡Mierda! Me quedó mirando la pantalla deseando que no lea el mensaje, pasan segundos hasta que me doy cuenta que no he borrado el mensaje.

Lo intentó borrar, pero me doy cuenta que ya lo leyó. Me quedó congelada cuando veo el indicador.

Escribiendo...

Mi corazón se acelera, mi pecho sube y baja. Trago saliva con dureza. La palabra parpadea en la pantalla como un suspiro contenido, como una bomba apuntó de explotar.

Mi pulso se acelera, estoy sola, desnuda de certezas , en medio de una noche que parece conspirar en él ... Sólo en él

Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración, como si al exhalar pudiera empujar las palabras antes de tiempo, como si pudiera cambiar el destino del mensaje que aún no llega. Mi mente empieza a correr, imaginando posibilidades. ¿Y si se burla? ¿Y si me ignora? ¿Y si...?

La pantalla se ilumina cuando llega su mensaje.

«Porque cuando sonríes, mientes. Y yo soy adicto a las verdades rotas, aún más a lo prohibido»

Sus palabras se clavan en mí como un alfiler en la piel, no duelen... No del todo, pero deja una marca.

Adicto a las verdades rotas

Yo soy una verdad rota, lo sé, y él lo sabe mejor que nadie. Siento mi garganta cerrarse, como si esa frase hubiera sido una llave. Una que abrió algo dentro de mí que llevaba tiempo cerrado. Algo que no quería enfrentar.

Quiero responderle, decirle que lo odio por saber tanto sobre mi, por mirar tan profundo, por hacerme amarlo a él.

Me recuesto de nuevo, y esta vez no cierro los ojos. No puedo, tengo miedo de lo que voy a soñar o peor de lo que voy a desear.

El celular vuelve a vibrar. Otro mensaje, pero esta vez no lo leo de inmediato. Lo dejo ahí, brillando como una tentación en la oscuridad. Miro de reojo las rosas, siguen vivas como yo, después de mucho tiempo.

No leo el mensaje aún. Me obligó a respirar, a mantener la calma. Pero hay un ruido. Un clic suave. Sutil. Apenas perceptible. Al principio pienso que fue el celular, pero no, viene de abajo.

Apoyo el oído contra la puerta. Nada. Silencio

Y luego...
Un paso.
Dos.

Alguien está abajo

Me echo hacia atrás, con el corazón en la garganta, me obligó a tragar saliva. Camino hacia la ventana y corro la cortina apenas un poco.



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En el texto hay: mafia, obsesion, darkromance

Editado: 17.07.2025

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