Obsesión

Capítulo 7 - "Sus manos, mi condena"

Bella

Abro los ojos con lentitud, como si cada párpado pesara toneladas de recuerdos que no quiero desenterrar. La habitación está sumida en una penumbra espesa, asfixiante, donde ni un solo rayo de luz se atreve a cruzar las cortinas negras. No sé si es de noche, si es de día... aquí dentro el tiempo se disuelve, solo el silencio y esa respiración, profunda, grave, humana, me confirman que aún pertenezco a esta realidad.

Giro con cuidado.

Alexander.

Su rostro está apoyado en mi cuello, como si mi piel fuera su refugio. Tiene una mano anclada a mi muslo desnudo, su tacto tibio, posesivo, inconsciente.
Estoy usando un camisón color vino. No recuerdo haberlo elegido, tampoco el momento en que me lo puso. No hay sujetador, no hay protección, solo esta tela suave que no cubre nada.

Intento moverme, apenas un gesto y su cuerpo reacciona; se aferra más a mí.
Como si en su sueño intuyera que quiero escapar.

Lo sacudo con torpeza.
—Alexander —susurro, sin saber muy bien si lo llamo o me lo ruego.

Nada.
Ni una señal de rendición.

—Muévete, Alexander —insisto, con la voz quebrada entre la irritación y algo peor, algo que no quiero nombrar.

Él gruñe, ronco, medio dormido, arrastrando las palabras como si le dolieran.

—No

Mi cuerpo se tensa, mi voz también.
—¿Acaso no sabes lo que significa espacio personal?

Él no responde. Solo aprieta su mano contra mi pierna, como si esa fuera su única forma de decir te tengo.

No sé qué hacer. Hay algo en su forma de tocarme que no es del todo real, como si estuviera soñando conmigo o con otra. Como si yo solo fuera el molde de una Obsesión que él aún no ha terminado de esculpir.

Quiero apartarme, lo juro, mi cuerpo lo intenta, pero no me obedece o quizá soy yo la que no se atreve del todo.
Porque hay algo en este instante en esta forma suya de aferrarse como un niño que teme que le quiten su juguete favorito que me desarma.
Y me jode. Me jode que me duela tan dulce.

—Alexander —susurro de nuevo

Sus pestañas tiemblan, pero no abre los ojos. Su respiración roza mi clavícula, lenta, cálida, como si cada exhalación fuera una promesa rota sobre mi piel.

Me encojo un poco, tratando de romper ese contacto, pero su mano sube apenas un centímetro más por mi muslo.
Y lo odio por hacerme sentir una obsesión por él

—Esto no está bien —murmuro para nadie, porque sé que él no escucha, y si escuchara, tampoco le importaría.
Alexander no entiende de límites.

Cierro los ojos, respiro hondo, pero mi respiración no sirve de nada. No limpia, no calma, solo se queda ahí, atrapada entre los dientes, como si temiera escapar. El aire está tan espeso que parece masticable. Y él sigue ahí, aferrado a mí como si fuera la única constante en su caos.

Su pulgar empieza a moverse lento, deliberado, dibujando círculos en la parte interna de mi muslo, tan suaves que apenas parecen reales, y ese roce me quiebra, porque no busca el placer, no aún. Busca pertenencia.

Me quiero apartar. Lo intento.
Pero su cuerpo es una prisión cálida.
Y mi piel, traidora, responde con un estremecimiento que me avergüenza.

—Alexander —susurro, con una voz que no me pertenece. Él se mueve apenas, como si el sonido de mi nombre en su boca fuera suficiente para alterarle el pulso.

Sus pestañas tiemblan.
El aire entre nosotros se vuelve más denso, más íntimo. Y yo me vuelvo más pequeña.

—Muévete... —intento de nuevo, pero ya no hay fuerza en mi reclamo, solo un eco de voluntad que se deshace.

Él no dice nada.
Solo ese maldito pulgar suyo que insiste en acariciarme como si quisiera memorizar la textura exacta de mi rendición.

Sin aviso, su mano baja hasta mi pelvis.
El roce es lento, casi cruel en su delicadeza. Su pulgar dibuja círculos imposibles sobre mi piel desnuda.
Y un gemido se escapa de mí.

Sigue deslizando sus dedos sobre mi pelvis, firme, insaciable. El calor se enciende bajo mi piel, un fuego que arde sin piedad. Muerdo mi labio, aferrándome a ese hilo de control que se rompe en cada roce. No quiero gemir, pero la presión, la presencia suya, me desarma. Cuando sus dedos me penetran profundo, mi cuerpo se abre sin defensa, y el gemido que intento ahogar escapa.

Sus dedos se hunden en mí con insistencia, suaves pero decididos, llenándome de una necesidad que me consume. Mi cuerpo responde sin permiso, presionando contra su mano, frotando mi humedad contra su piel mientras sus dedos se mueven dentro, lentos y profundos. Siento cómo me desgarran y me reconstruyen al mismo tiempo, cada roce un fuego que se extiende por mi pelvis, un gemido quebrado que escapa de mis labios sin poder evitarlo. Mi respiración se vuelve un jadeo áspero, mi cuerpo se entrega sin barreras, buscando más, exigiendo más, hundiéndome en ese placer intenso que solo él puede provocar.

Sus dedos siguen explorando, incansables, mientras mi cuerpo se arquea contra él. La sensación se vuelve un torbellino que me arrastra, y no puedo contenerlo más. Un gemido se escapa de mi garganta, tembloroso, quebrado.

—Alexander...

Mis gemidos cada vez más se hacen más urgentes, más desesperados, quebrando el silencio como dagas que abren la noche. Mis uñas se clavan en su brazo, mis caderas se arquean sin tregua, buscando el ritmo salvaje que solo su toque puede marcar. Y entonces, sin poder evitarlo, vuelvo a decir su nombre

—Alexander... Esto... Esto no está bien — mi voz sale temblando

Pero él no se detiene.

Sus dedos siguen, lentos, brutales en su ternura, moviéndose dentro de mí como si buscaran algo que solo existe cuando estoy así, abierta, vulnerable, perdida. No dice nada. Su aliento choca contra mi piel. Su cuerpo me aprieta, sus dedos me sostienen desde adentro.

Mi cadera lo busca. Traicionera, hambrienta. Me hundo más en él, aunque mi boca aún tiembla entre la culpa y la necesidad.



#783 en Fantasía
#1228 en Otros

En el texto hay: mafia, obsesion, darkromance

Editado: 17.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.