Obsesión | Bilogía libro ll

CAPÍTULO XII

Mordió su labio para reprimir un quejido.

Mike rió entretenido.

— ¿Te diviertes? — preguntó mirándolo con reproche, había apretado la cuerda de forma que no se pudiera mover.

Esa era la intención.

— Como no tienes idea — se burló — el rosa te sienta de maravilla ¿lo sabías?

Ada se absutuvo de escupirle ya que no podia moverse.

Forcejeó aunque sabía que era inútil.

Estaba bien atada.

— Maldito fetichista.

Mike soltó una carcajada.

— Es tú castigo por quemar mi casa — Mike golpeó su trasero nuevamente con fuerza haciéndola gritar.

Bufó.

— Tan siquiera afloja un poco los malditos nudos de las cuerdas — se quejó.

— Claro que no, es un hermoso nudo. Tarde media hora en hacerlo — fue hasta la mesa de noche, encendió las velas aromáticas y tomó el látigo con el que le pegaban a los caballos.

Oh por todos los cielos.

Acomodó a Ada boca abajo.

— ¿Qué piensas hacer? 

Mike acarició desde la espalda hasta su cuello.

— No te preocupes, te va a gustar. La gran parte.

— Como que la gran pa— el golpe se escuchó seco y un quejido salió de sus labios.

Apretó sus puños con fuerza.

Sintió como besaba la parte adolorida.

Sintió otro golpe en su espalda y otro beso.

Bajó suavemente las correas rosas que se encontraban en sus muslos.

Azotó entre sus piernas y luego las besó.

Lo más jodido de todo esto es que le estaba gustando.

Cielos, estaba mal de la cabeza. 

Fue bajando las medias hasta quitarlas.

En todo el trayecto fue dejando besos húmedos.

Acarició sus muslos con la punta del látigo.

Y azotó.

Mordió sus labios debido a esa sensación tan desconocida para ella.

Era doloroso pero excitante a la vez.

El golpe era doloroso en sí pero, demonios realmente lo hacía muy bien.

Comenzó a jalar las bragas con lentitud.

— Suspiras mucho — dijo jadeante.

Estaba deseoso.

— Te parece si por cada suspiro o gemido te azoto?

— No te atrevas — dijo tratando de tranquilizar su respiración.

— Mírame.

Otro azote más.

Se retorcio en la cama.

— ¡Dios! — mordió su labio hasta que lo sintió sangrar. 

— Eso es muñeca, muestra tu cara de placer. Sometete a mí. 

Se subió encima de ella, lamió su cuello y fue directo hasta sus labios.

Ambos saborearon el dulce metálico de su sangre.

— Eres lo más peligroso, dulce y excitante que he probado...

Jaló su cabello hacía atras y la obligó a mirarlo.

— Tu hermoso castigo empieza ahora.

La volteó y la tomó del cuello.

Ada lamió sus labios.

Diablos.

 

 

 

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.

 

Un sin fin de besos la despertaron.

— Buenos días — dijo una voz ronca, tomándola entre sus brazos.

Ada gruñó.

— Es muy temprano aún — dijo tapándose con la cobija.

— Tengo un desayuno importante con algunos socios. Tú y Brenda vendrán conmigo.

— ¿Por que deberíamos? No es tu hija después de todo.

— Sí pero las presentaré como tal. Esos hombres no confían en un socio que podría quitarles a sus mujeres.

Esta era su oportunidad de negociar.

— Aceptaré con una condición.

— Soy todo oídos preciosa.

Ada se dió la vuelta en la cama y se subió en él.

— Necesito que hagas que Brenda y yo desaparezcamos del mapa. 

Mike arrugó su ceño y Ada besó su cuello.

— ¿A qué te refieres? — preguntó relajándose.

— El padre de mi hija se enteró hace poco de la existencia de Brenda y quiere quitármela. Es por eso que quiero que borres la existencia de ella y la mía.

— Ese hombre no es cualquier  persona ¿verdad?

Ada volteó a verlo y pudo ver que estaba serio.

— Lo sabía, ese hombre no parecía ser alguien normal.

— Es por eso que quiero que me ayudes.

Mike acarició su cadera y suspiró.

— Tendrás que pagarmelo de alguna manera — dijo frotando sus cuerpos.

— ¿Anoche no lo hice? — preguntó sonriendo.

— Ese fue tu pequeño castigo — dió vuelta sobre la cama ahora quedando arriba — convenceme ahora y te ayudaré en lo que quieras.

Ada mordió su labio provocándolo y tiró de la cobija dejando ver su desnudez.

 

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Edward gruñó furioso.

Diablos.

La subestimó.

— ¿Cómo diablos escapó? — preguntó sobando el puente de su nariz.

— Al parecer había un ducto debajo del baño que conducía hasta afuera.

Escuchó un golpe proveniente de la entrada.

— ¡Edward! — se escuchó que alguien gritó terriblemente furiosa.

— ¿Qué necesitas? — preguntó tratando de controlarse.

— ¡¿Qué demonios hiciste?! — gritó Henrrieta entrando hasta donde estaba Edward.

— Para tu drama.

— Ada ya me lo contó todo — estaba que echaba chispas.

Edward inmediatamente la volteó a ver.

— ¿Sabes donde está? — preguntó, su control comenzaba a perderse.

Henrrieta no respondió.

Fue hasta ella y la tomó de los hombros.

— Henrrieta no me hagas enojar — amenazó — ¿Sabes dónde está Ada y mi hija?

Henrrieta se mordió su labio nerviosa y comenzó a llorar.

— ¡Ella no volverá! — gritó — ¡se fue por tú culpa! ¡La amenazaste con quitarle a Brenda y ella se fue!

 

 

 

 

 

 

 



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En el texto hay: romance, venganza, regreso

Editado: 24.11.2023

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