Obsesión | Bilogía libro ll

CAPÍTULO XX

Edward y Ada ya iban de regreso.

Ambos estaban sentados, juntos. Ada reposaba su cabeza en el hombro de Edward.

Su compañía era tranquilizante, como en los viejos tiempos.

Sus ojos aún estaban cansados de llorar.

Se sentía tan vulnerable pero al estar al lado de Edward no le importó.

Cabeceaba a ratos tratando de no dormirse, pero Edward le parecía muy tierno tratando de luchar contra el sueño.

— ¿Qué pendiente tienes que no puedes dormir? — preguntó Edward con cierta diversión.

A Ada no le causó ni una pizca de gracia.

— Duerme — ordenó con suavidad. 

Ada bufó.

Recostó de nuevo la cabeza en el hombro de Edward y cerró sus ojos cediendo está vez.

Edward besó su cabeza con cuidado y acomodó su cabello para que estuviera más cómoda.

Ada se sintió tan relajada.

Antes de caer en el sueño logró escuchar lo que Edward le murmuró.

— Se qué soy muy egoísta para dejarte. Pero sin ti me volvería loco.

Ada no supo si sonrió o no pero cuando se perdió en los sueños, las pesadillas no volvieron.

.

.

.

Unos besos suaves la despertaron.

Bufó tratando de esconder la sonrisa.

— Des-pier-ta — dijo Edward entrecortando la palabra por los besos qué le repartía a Ada por todo el rostro y labios — si no despiertas me veré obligado a comerte aquí mismo.

Soltó un gruñido inquieto.

Ada abrió los ojos, trataba de parecer molesta pero la sonrisa chueca que le dedicó Edward se lo impidió.

Edward vio esos hermosos ojos grises brillar tanto que pareciera que fueran azules.

Bajaron de la nave y un auto los esperaba ya.

— ¿Lo preparaste todo? — preguntó Ada alzando una ceja.

Edward abrió la puerta del copiloto para que ella entrara.

— Incluso tomé unas pequeñas lecciones — contestó recargándose en el auto.

Ada le guiñó un ojo.

¿Por qué no seguirle el juego?

— Enséñame lo que aprendiste — dice entrando al auto y cerrando la puerta antes de qué Edward lo haga.

Seguía sin ser una damisela en busca de un príncipe.

No necesitaba ese tipo de tratos, que solo le causaban gracia.

Aunque admiraba el esfuerzo de Edward y sus débiles intentos de animarla.

Edward entró también en el auto y lo puso en marcha. Ada se sorprendió al ver como manejaba el auto con naturalidad.

— ¿Hace cuánto aprendiste a manejar? — preguntó viendo como incluso respetaba los límites de velocidad.

— Hace varios años ya, cuando venía a buscarte no podía darme el lujo de utilizar nuestras naves y crear desastres que tu país busca evitar. Por lo qué solía recorrer en veces las calles cuando te extrañaba demasiado.

Ada tomó la mano que sujetaba la palanca.

— ¿Cómo pudiste deshacerte de lo que te hicieron Jarek y Valmar? Jarek me dijo que era imposible revertirlo.

Edward apretó su mano.

— A este punto deberías de saber que Jarek era un mentiroso de primera — dijo obviando aquello. Aunque ciertamente tenía razón — aquello que me dispararon eran unos medicamentos que se encargaban de hacer estimularte y apegarte a una persona haciéndote sentir como si estuvieses enamorado. La primera persona qué logres ver mientras el medicamento hace efecto, provoca que sientas qué estás enamorada cuando en realidad estás en una especie de trance. Jarek contaba con qué le creerías todo su cuento, y al parecer así funcionó. Al irte, Valmar aprovechó eso. Ese medicamento si tenía un tiempo de efecto, pero ella procuraba esconderlo en alimentos y bebidas para que yo no lo notara.

Ada quedó impresionada.

— ¿Y cómo estás tan seguro de eso? — replicó aún dudosa.

Edward suspiró.

— Cuando descubrí la existencia de mi hija y me quedé algunos días con ustedes, noté que no lograba extrañarla. No me dolía el pensar abandonarla por ti. Incluso estando con ella pensaba en ti. Entonces creí que no era casualidad. Claro hasta que la misma Valmar me lo dijo.

— Eso tiene lógica — Respondió Ada aceptando su explicación.

Comenzó a pensar la situación.

O eso intentó cuando Edward paró el auto en medio de la nada y la obligó a levantarse de su asiento para sentarse encima de él.

Ada gruñó un poco cuando la palanca se encajó en su pierna y el volante en su espalda.

— ¿Qué haces? — preguntó. La respuesta era más que obvia pero más bien se refería a el porqué de la situación.

— Quise acerlo desde qué abordamos la nave, pero los guardias estaban allí.

Ada sonrió levemente.

Edward podría ser un atrevido y un mano larga. Pero era receloso con la privacidad de su intimidad. Nadie a excepción de él podía ver su cuerpo expuesto.

Ada lucia unos pantalones de mezclilla por lo qué maldijo por no traer un maldito vestido o una falda.

En cuanto Edward atrapó su boca, fue salvaje y brusco.

Ada lo aceptó gustoso.

No esperaba qué fuera lindo y tierno.

No ¡Qué aburrimiento!

Le gustaba así como era.

Tosco, brusco y sin límites.

Ella se quitó la blusa de un tirón mostrando su brasier.

Edward mostro esa hermosa sonrisa curveada y admiró lo qué miraban sus ojos.

Dios, si qué lo había extrañado.

 

 

xxxxxx

 

Llegaron a la casa de Henrietta y Abel.

Se estacionaron.

Justo en ese momento Ada terminó de acomodar su pantalón.

Edward le miraba con profundidad y eso le hacía sentir todos los vellos de su cuerpo erizados.

Edward ya se había cambiado su hermosa armadura por algo más sencillo que no llamara la atención.

Se bajaron del auto y al estar frente a la entrada Ada notó que había mucho silencio.

Eso le pareció extraño en cierto modo porque la casa de Henrietta nunca estaba silenciosa.



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En el texto hay: romance, venganza, regreso

Editado: 24.11.2023

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