Obsesión | Bilogía libro ll

CAPÍTULO XXIII

ADA

 

Podía escuchar el llanto de mi hija. Me partía el corazón no poder estar con ella.

 

Pero al menos ya sabía en que dirección se encontraba.

 

El llanto se escuchaba hacía la derecha y con ello algunos susurros.

 

Mi corazón latía con fuerza. Estaba nerviosa.

 

Caminé arrastrándome sobre los pasillos, cada vez ese llanto me guiaba cada vez más y más.

 

— No eres tan hermosa como Ada. Pero al menos me servirás de distracción — escuché decir a Mike.

 

— Primero muerta — responde Henrrieta.

 

En eso se escucha un golpe.

 

También un quejido por parte de Henrrieta.

 

Furiosa pateó la rendija y saltó.

 

Mis piernas dolieron por la caída pero no me importó.

 

Se había atrevido a golpear a Henrrieta.

 

Le arrancaría la mano con la que lo había hecho.

 

La sorpresa de verme allí de ambas personas fue evidente. Pero mi furia era más.

 

Mike reposaba sobre Henrrieta, sujetaba sus manos y su rodilla estaba en su entrepierna.

 

Me lanzó sobre Mike tirándolo al piso, y  rodamos.

 

Reviso varios golpes sobre mi rostro por parte de él mientras trato de ahocarlo con mis propias manos.

 

Quiero matarlo.

 

Logra levantarse conmigo encima y trata de tirarme pero me pego a él como una sanguijuela.

 

Jalonea pero no desisto.

 

Mi sangre está caliente y no pienso con claridad.

 

— ¡Henrrieta! — llamo con voz ahogada — saca a los niños de aquí.

 

Mi hija a dejado de llorar y me mira curiosa. Como si comprendiera lo que estoy haciendo.

 

No voy a matar frente a ella.

 

— Pero... — dice recomponiendose y dudando.

 

Mi mirada es suficiente para que logre hacer lo que le pido.

 

Toma a su pequeño bebé y Brenda y corre hacía la puerta.

 

Me distraigo y logra tumbarme, me reincorporo rápidamente y me levanto de nuevo.

 

Las heridas me duelen pero no puedo parar. 

 

— Tus ojos parecen pedazos de carbón. Oscuros... — sonríe con superioridad.

 

Sonrió de igual manera. Mi labio está roto y duele de los mil demonios hacerlo, pero no me importa.

 

— Y los tuyos son de una criatura ponzoñosa y mal oliente — no le da ni una gracia lo que le digo.

 

Hace ruidos con su lengua de negación.

 

— Tranquila preciosa que esto apenas empieza.

 

Saca una pistola y la apunta en mi cabeza.

 

Saco la mía y hago lo mismo.

 

— Esta pelea será a mano limpia. El que gane será el que viva. Simple ¿no?

 

El sabor metálico de la sangre es muy fuerte en mi boca y la escupo.

 

— ¿Contigo? No lo creo. Tu no juegas limpio.

 

Mike suelta una carcajada sonora.

 

— Exacto — dice entre risas.

 

Un cuadro de la inmensa pared se rompe y de ella sale un sujeto apuntándome.

 

— ¿Qué harás? — pregunta acorralandome.

 

Sabe que un movimiento mío el sujeto me disparará sin dudarlo.

 

Entonces me permito reír como él lo hizo hace unos segundos.

 

Pobre estúpido.

 

— Lamento que para tu mala información — digo caminando hacía adelante con cuidado — soy igual que tú.

 

El rostro de Mike se contrae confundido y en eso Edward cae del ducto de ventilación.

 

El tipo no le da tiempo a reaccionar cuando Edward le dispara con mi pequeña metralleta que le había dejado.

 

— Llegas tarde — gruño tomando mi arma del suelo.

 

— Lo siento — dice acomodándose a mi y apuntando a Mike.

 

Mike luce desconcertado.

 

Eso no se lo esperaba.

 

Nos mira a ambos. La furia de sentirse acorralado hace que la vena de su cuello y su frente se marquen.

 

— ¿Qué? ¿Van a matarme? — pregunta con burla — ¿Después de todas las veces que te hice mía?

 

Frunzo mi ceño.

 

¿Eso qué tiene que ver?

 

El gruñido de Edward me da la respuesta.

 

— ¿Mandaras al diablo todas aquellas noches que te hice gemir? Que te hice el amor con desenfreno en esta habitación y en todas las demás.

 

— No lo escuches — le digo a Edward rogando que pierda la compostura.

 

Pero hace caso omiso.

 

Tira su arma molesto y camina con enojo hasta Mike.

 

Entonces un gas llena toda la habitación.

 

Comienzo a ver todo borroso y veo como Edward cae al suelo, también afectado por el gas que inundó toda la habitación.

 

El ruido de un helicóptero hace aparición y logra derribar la pared.

 

Mike sale corriendo antes de que el gas le afecte y brinca hasta el helicóptero.

 

— Está noche no, muñeca. Aún no — dice entrando al helicóptero.

 

Quiero ir hacía él pero mis piernas no responden.

 

Al contrario, flaquean y hace que caiga al suelo.

 

Solo lo puedo ver esfumarse entre el humo.

 

Su sonrisa de triunfo me hace sentir impotente.

 

Soy una idiota.

 

Puedo escuchar pisadas antes de caer en la oscuridad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 



#372 en Fantasía
#1870 en Novela romántica

En el texto hay: romance, venganza, regreso

Editado: 24.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.