Obsesión | Bilogía libro ll

CAPÍTULO XXV

Tanta tranquilidad comienza a provocar desconfianza en Ada.

 

Si bien es cierto que le causa mucha felicidad ver a su hija corriendo y jugando con su primo que es aún pequeño, pero que le da batalla a la pequeña Brenda, algo la hace desconfiar.

 

Reposa entre las piernas de Edward, abrazados y disfrutando de el sol.

 

Henrrieta y Abel también están muy cariñosos y en algún momento los abandonan, encargándole a su pequeño.

 

— Estas. Muy. Tensa — dice Edward entre besos, dejando el sabor a el jugo que toma.

 

Ada le devuelve cada beso en el pecho.

 

— Estoy bien, solo que hace tanto tiempo que no estoy tan relajada que me hace sentir intranquila.

 

— Tal vez necesites otra cosa... — este hombre era muy fogoso. Bueno, es de familia, dicen.

 

Las caricias en su vientre y luego en su pierna le causaron gracia y cierta picazón en algún lugar.

 

— Tan siquiera deja que Abel y Henrrieta terminen su turno, después vamos nosotros.

 

Edward soltó una pequeña sonrisa divertida.

 

Bueno, después de todo está tranquilidad no era tan mala.

 

Edward deposita un beso más en la cabeza de Ada y siguen mirando a los niños.

 

—  Tal vez Brenda quiera un hermano — dice Edward aún insistente.

 

— Ni de broma — niega Ada. El solo recordar el labor de parto de más de 8 horas había sido un excelente recordatorio de que Brenda era suficiente.

 

Había dicho tantas maldiciones que había logrado asustar a las enfermeras y no quisieran colaborar.

 

La mano de Varus había terminado hecha papilla y había hecho llorar a la doctora que la había atendido.

 

— Tendremos otro — asegura Edward, nada lo haría cambiar de opinión.

 

— Es mi vagina y es mi vientre del qué estamos hablando — dice recalcando — con Brenda no dormí por más de 4 horas diarias por 6 meses y en el parto sentí que me partía en 2. Absolutamente no.

 

— Veamos quien gana esta guerra.

 

¿La estaba retando?

 

— No te atrevas...

 

Muy tarde.

 

Un Abel muy contento había regresado con Henrrieta entre risas y besos.

 

— Nuestro turno — dice Edward levantándose con Ada en brazos y caminando hasta la casa de verano.

 

— Te lo advierto — amenaza Ada, aunque no realmente.

 

— Veamos si en unos minutos dices lo mismo.

 

Esa hermosa sonrisa curveada la hace callar por completo.

 

Bueno, tal vez 2 es mejor que uno ¿no?

 

Agh, no.

 

Daría batalla.

 

— Tal vez nuestra hija se sienta muy sola ¿no? — dice Edward.

 

Oh maldito.

 

Patalea un poco pero es imposible.

 

Su lindo traje de baño se baja un poco.

 

Edward traga duro y entra a alguna puerta.

 

Supongo que no alcanzó a llegar.

 

Está oscuro pero logra ver lo suficiente como para ver que Edward la somete, en una superficie dura.

 

Frente a ella está un grande espejo.

 

Están en un baño.

 

Aunque a Edward no le interesa.

 

Su altura le permite a Edward bajar la espalda de ella con su mano y alzar su grande trasero.

 

Tal vez sean las circunstancias o las hormonas pero siente ya su entrepierna mojarse.

 

Era tan cómico como tan ardiente.

 

Se aferró a la superficie cuando los dedos de Edward invadieron su interior.

 

A Edward le parecía interesante el hecho de que aún haber dado a luz, siguiera tan apretada como la primera vez que la probó.

 

Pero tal vez debía de hacerla sufrir un poco.

 

— Veamos que te parece... ¿2 más? — pregunta comenzando a mover sus dedos con calma.

 

Con la otra mano, comienza a bajar su espalda, restregando en su trasero aquel bulto que comienza a levantarse.

 

— En tus sueños... — dice moviendo las caderas en circulos para profundizar el movimiento.

 

Una grosería sale cuando siente los dedos húmedos de Edward salir.

 

Pero sigue moviendo su erección entre sus glúteos, provocándole.

 

Acaricia los bordes de su feminidad y puede sentir los respingos de su mujer.

 

— ¿Ni siquiera por mí? — pregunta con una voz tan ronca que comienza a nublarle la mente a Ada.

 

Ada se muerde su labio, tiene que ser fuerte.

 

Quiere luchar, enserio que lo quiere, pero Edward simplemente no ayuda.

 

Su cuerpo está reaccionando con más entusiasmo de lo normal.

 

En un mundo perfecto él que estaría rogando sería Edward.

 

— Muy mala idea la tuya al tomar ese jugo que te traje — ronronea Edward cerca de su oído — Esa viagra que me dió Abel funciona de maravilla.

 

Maldito traicionero hijo de...

 

¡Demonios!

 

Su frente comienza a sudar y todo su cuerpo está caliente en un nivel impresionante.

 

Los jadeos comienzan a salir por si solos.

 

Ya su mente comienza a flaquear.

 

— Aunque no lo admites, puedo sentir tu desesperación ¿por qué no empezamos ahora? 

 

Ada asiente liberando sus pechos del traje de baño.

 

— Por-por favor... — dice tragándose su orgullo.

 

Edward tararea en forma de negación.

 

— Sólo necesito un "sí". Si sigues negando serán 2 o 3 más, quién sabe.

 

Ada muerde su lengua.

 

Ya incluso comienza a marearse.

 

Quiere voltearse y arrancarle la ropa a Edward pero este no la deja, su cuerpo encima, empinandola entre la superficie se lo impide.



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En el texto hay: romance, venganza, regreso

Editado: 24.11.2023

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