Obsesión | Bilogía libro ll

CAPÍTULO XXVII

— ¡Mamá dile a Neliel que me deje tranquila! — gritó una joven entrando furiosa.

 

Ada quien apenas y había dado un sorbo a su café, suspiró.

 

Era demasiado temprano para pelear.

 

Pero estos chicos no entendían.

 

Un chico de aproximadamente 14 años entró también a la cocina riendo a grandes carcajadas.

 

La joven Brenda estaba furiosa. Parte de su  cabello y cara estaban completamente blancos.

 

Neliel le había jugado una broma a Brenda.

 

Joder, ¿Ya era muy tarde para abortarlos?

 

Y como regresarselos a su madre si ella la progenitora de 2 adolescentes molestos.

 

En un suspiro iba a levantarse y darle un buen golpe a Neliel por chistosito cuando alguien más se le adelantó.

 

Edward como siempre tan fresco entró a la escena y golpeó con fuerza el estómago de su hijo.

 

Neliel soltó un quejido pero respondió a su padre con un buen puñetazo en el rostro.

 

¿En qué momento el padre se convertía en otro hijo más?

 

Dios, iba a volverse loca.

 

Brenda no ayudaba mucho e incluso incitaba a su padre a golpearlo con más fuerza.

 

Después de todo era la hija mimada de su padre.

 

Su padre contaba con un carácter duro, pero si Brenda decía que quería algún planeta, Edward iría a conquistarlo solo por ella.

 

Con Neliel era un poco más estricto. Solía hacer que fuera el mejor en todo, era capitán de sus equipos deportivos y era todo un don Juan de primera y su padre no podría estar más orgulloso de él.

 

También Ada se había encargado de hacer un caballero a pesar de que le gustaba andar de flor en flor. Tenía una carisma única que ponía locas a las chicas, y claro a uno que otro chico por allí.

 

Sabía conseguir lo que quería y era muy astuto, igual que su madre.

 

Si Brenda era muy parecida a su padre, Neliel era una copia exacta de él. Ojos, cabello, facciones.

 

Eran completamente idénticos.

 

A excepción de que Neliel nunca estaba con cara de asesino serial.

 

Siempre estaba sonriendo y bromeando.

 

Brenda era un poco más especial.

 

Era un poco mimada pero era independiente para hacer las cosas. También era un poco brusca y maliciosa. Todo heredado de su padre.

 

Con tan solo 16 años contaba con un escultural cuerpo como el de su madre y sabía imponerse en lo que no le parecía.

 

Primero moriría a dejarse controlar por otras personas. Era más bien de las chicas rebeldes, pero también con ese aire de niña rica que al que su padre la impuso.

 

Tanto Brenda como Neliel eran tan diferentes pero iguales.

 

Ambos tenían esa malicia para hacer las cosas y cuando tenían algo en común, trabajaban juntos para lograrlo.

 

De pequeños cada vez que intentaban robar las galletas del estante, entre ambos se apoyaban para alcanzarlas, y si eran descubiertos en el acto, trataban de llorar para que no los reprendieran, pero Ada al conocer a sus hijos, no les creía así que iban a llorar a su padre que los salvara.

 

Ahora cada uno era ya un adolescente.

 

Brenda tenía 16 años y Neliel 14 años. Cada uno tenía su vida social y no solían ser los más unidos, pero cuando estaban en aprietos, uno ayudaba el otro.

 

Y que decir del hijo de Henrietta.

 

Neliel y él solían ser también confidentes y salir a escondidas con sus amigos.

 

Ada en veces fingía no darse cuenta y dejar que de divertiera y que conozca el mundo, pero algunas veces que estaba castigado, solía ir por él de las orejas.

 

No era una madre muy estricta pero tampoco les permitía hacer lo que quisieran.

 

Tenían que respetar sus reglas y saber que eran sus figuras de autoridad después de todo.

 

— ¿Mamá estás bien? — preguntó Neliel en suelo, Edward lo había sometido mientras doblaba su brazo para inmovilizarlo.

 

Ada giró su cabeza, había estado perdida en sus pensamientos.

 

Qué rápido pasaba el tiempo.

 

Ya no eran esos niños que cuidar.

 

Demonios hoy estaba más sentimental que de costumbre.

 

Se levantó con tranquilidad de su asiento y se dirigió hasta ellos y con dulzura, golpeó a Edward en la boca del estómago haciendo que cayera y levantó de una oreja a Neliel que no paraba de quejarse.

 

Una indiganda Brenda la siguió y vio como su madre lo ponía a limpiar toda la casa.

 

Cuando Edward por fin se recompuso, se levantó listo para reclamar pero no había nadie allí.

 

.

 

— ¡Y más te vale que esté bien limpio! — gritó Brenda burlándose de su hermano que limpiaba el baño con un cepillo de dientes.

 

Brenda reía a carcajadas hasta que su madre la volteó a mirar mal.

 

— ¿Quieres limpiar con él? — le preguntó molesta, la vena de su frente se marcaba.

 

Brenda negó repetidas veces.

 

— Entonces guarda silencio.

 

Brenda se cruzó de brazos molesta y se calló antes de que la castigarán a ella también.

 

Edward a su lado solo miraba con cierto sentimiento a Ada por haberlo golpeado tan duro.

 

Era una niñita que no aguantaba.

 

Algo estaba pagando, bien dicen que todo se paga en esta vida.

 

Y vaya que sí, está familia nunca estaba quieta, siempre había gritos y ruido por doquier.

 

Eso le irritaba pero también la hacía feliz.

 

Estaba teniendo la familia que nunca tuvo.

 

Le estaba a sus hijos lo que ella siempre quiso.



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En el texto hay: romance, venganza, regreso

Editado: 24.11.2023

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