Obsesión Presidencial

CAPÍTULO DOS: Y QUIZÁ TODO NO ESTARÁ TAN MAL

Seré sincera, lo menos que me esperaba era que Frederick, mi exnovio, fuera el otro candidato para las elecciones presidenciales. Deseaba cualquier otra persona, menos él. Él, que fue mi compañero de travesuras en algún momento, que fue alguien al que me entregué en cuerpo y alma, el mismo que quiso arruinar mi reputación en la universidad. Frederick era mi rival y cuanto deseaba vencerlo. Cuando teníamos una relación, él militaba en el partido del que era candidata, pero al separarnos cambió al partido que era el enemigo principal del que yo pertenecía.

—Vamos Dionne, siéntate a mi lado. —Habló Frederick con la sonrisa más arrogante que me había mostrado en toda mi vida conociéndolo. O quizá lo había hecho antes, pero en aquel entonces estaba perdidamente fijada en él y la manera en la que me trataba.

La habitación donde nos encontrábamos estaba iluminada ligeramente por luces cálidas, aunque todavía se nos era posible ver. Había un gran perchero de madera en la entrada y la mesa era gigante, a pesar de que únicamente seríamos tres candidatos que nos presentaríamos a la cena. Las sillas eran en realidad sillones individuales de color negro que combinaban con los detalles dorados y las pinturas eminentes colgadas sobre las paredes.

—Fíjate que no, estoy bastante cómoda en esta silla. —Reí incómodamente, era obvio que no me sentaría a su lado.

Frederick me generaba inseguridad extrema, esa sonrisa coqueta me aterrorizaba cada vez que lo miraba y mandaba eléctricamente escalofríos por todo mi cuerpo. En comparación de antes, ya no me parecía atractivo. Al contrario, lo consideraba como un tipo desagradable y de cuidado; sabía que eso a las chicas les parecía, a mi punto de vista, extrañamente atractivo. Su amplia sonrisa brillante, su alto cuerpo esbelto y un carisma bastante magnético que en algún punto de mi vida me convirtió su pareja por casi dos años.

El silencio se volvió presente, no nos atrevíamos a mirar al otro mientras una tensión para nada sexual nos envolvía. Era como si alguno tuviera ganas de hacer algún comentario para tener un ambiente grato para el próximo candidato que no conocíamos, o al menos yo.

—Y… ¿cómo está tu padre? —Frederick rompió el silencio que habíamos creado después de que me sentara frente a él, pues prefería verlo de frente a que “accidentalmente” sus manos tocaran mis muslos como lo había hecho antes cuando manteníamos nuestra relación amorosa.

Dirigí mi mirada a sus ojos, careciente de palabras.

—Pues bien, dirigiendo con Krysten el partido. —Asentí ligeramente al mismo tiempo que mi vista vagaba en diferentes puntos de la habitación.

Qué momento más incómodo, Dios mío.

—Ah…—Asintió también, mirando hacia otro lado igual—. Y les ha ido bien al parecer, me parecen excelentes sus estrategias. Sabes que antes militaba ahí con ellos y siempre Krysten ha sido buen dirigente.

No respondí pues no encontraba palabras para seguir la conversación fallida que hizo el entorno casi insoportablemente incómodo. Ya habían pasado veinte minutos de la hora citada y todavía no aparecía el otro candidato. Quería irme, no podía soportar a Frederick otros diez minutos más que incluso ya planeaba mandarle mensaje a una amiga para que me llamara fingiendo una emergencia para hacer que me despidiera de Frederick y el ambiente.

De repente, el sonido pasos apresurados que se tornaban más fuertes fueron escuchados por ambos; estos nos volvieron más alerta y de la nada, la puerta fue abierta fuertemente, una figura masculina giró después de cerrar la puerta y rápidamente este suspiró. El hombre se veía joven, su cabello azabache era largo, sin embargo, no bajaba hasta sus hombros. Sus ojos cafés se achinaban mientras sonreía, varios lunares se distinguían en su cara mientras su pecho subía y bajaba pesadamente, se notaba que el contratiempo le había estresado y ya que había llegado, empezaba a relajarse.

Nuestras miradas cruzaron y la intensidad de la suya aumentó. Esto hizo que mi corazón diera un vuelco, pero no lo suficiente para estar flechada, lo consideraba atractivo sin embargo no era amor a primera vista.

No mentiré, para mí era muy atractivo.

—Buenas noches, candidatos —Saludó al recuperar la compostura e inmediatamente se dirigió a mi—. Alexander Mollidon, un gusto, señorita Starwell. La conozco de fiestas con amigos, tal vez me pudo haberme visto por ahí en alguna.

Su sonrisa era genuinamente cálida, provocándome a hacerlo de vuelta, ¿cómo podía Alexander con un simple gesto cambiar mi estado? Veía dentro de él, a pesar de que estaba en el juego de la política, alguien noble y acogedor a comparación de Frederick y su intento fallido de parecer un sex-symbol con actitud de fantoche.

Y bien que era un engreído, pues al ver que Alexander se dirigió inicialmente a mí antes que a él, su sonrisa desvaneció y se tornó en una mueca de desprecio. Mientras tanto, Alexander mantenía su postura bonachona al saludarlo como si no le importara que Frederick en un segundo pasara de respetarlo a tenerle antipatía.

Nos sentamos alrededor de la mesa, Alexander en un lado mientras que Frederick y yo nos acomodamos en los extremos que, en realidad, en vez de ayudarme, provocó más incomodidad en mi interior. No soportaba verlo, necesitaba alguna distracción.

—¿Y tú a que te dedicas, Alexander? —Preguntó Frederick mientras alzaba una ceja, la habitual sonrisa arrogante de su personalidad esbozaba en su cara.




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