Obsesiones que matan | Serie: Sqm 1

6. Tus malditos celos

» Préstame tus alas y yo mismo retrocederé... no permitiré que todo se pierda por el maldito miedo a no confiar «

Septiembre 17, jueves

Entro al salón y voy a mi asiento a mitad de los asientos; justo en el centro. Ni adelante donde los profesores te observaban, ni en la parte trasera donde la clase no se escucha con claridad. Saco mis libretas y lapiceras para notar lo que dicten. Espero a que todos tomen su lugar para que el profesor empiece con la clase.

Junto al profesor entra un chico alto un poco encorvado; que se para frente a la clase con el profesor al lado esperando que todos guarden silencio. Después de unos segundos el objetivo es cumplido.

—Bien clase atención, hoy tenemos a un nuevo alumno transferido desde el sur del país a nuestra universidad por temas de una mejora en el sistema.

Todos empezaron a cotillear sobre quién sería el nuevo chico alto, con cabello platinado y ojos claros que estaba frente a nosotros. Las chicas parecían haber encontrado un nuevo objetivo amoroso, yo les daba la razón a medias; el era bastante atractivo y los chicos encontraron un nuevo integrante para el equipo de fútbol americano.

—Jóvenes él es el joven, Daven Zider. Su compañero de carrera a partir de hoy, apóyenlo en lo que se le ofrezca, seamos cordiales entre nosotros mismos para que todos podamos avanzar en esta clase y por supuesto en la vida. ¿Algunas palabras para dedicar joven Zider?

El profesor le sede la palabra, el chico parece poco convencido sobre hablar, pero da un paso al frente y se aclara la garganta, aunque su voz ya era profunda.

—Es un gusto conocerlos, espero llevarme bien con todos ustedes. Así como ustedes me brindaran su ayuda para ponerme al corriente, no en pedirme la mía cuando lo necesiten.

Todos le brindamos una ronda de aplausos como bienvenida; el maestro le da unas palmaditas en la espalda. Se miraba un chico agradable.

—Puede tomar uno de los asientos vacíos señor Zider, el que más le acomode —Instruye el profesor Willis

El chico le agradece de forma cautiva al profesor y busca en un millar de segundo con sus ojos claros un asiento hasta que parece encontrar uno que se le hace bueno. Pasa por en medio de los asientos hasta su lugar escogido, saludando a los estudiantes a su paso, solo aquellos que le saludan primero. Yo solo lo observó, él tenía algo que se me hacía familiar.

Cuando encuentro que el me a descubierto mirándolo sin parar, alejó la vista. Sintiéndome realmente avergonzada y bastante estúpida por no ser precavida.

—Bien clase, atención al frente. Después tendrán tiempo suficiente de hacerse amigos, ahora sigamos con los decretos invalidados y las leyes. El último punto visto fue la carta magna.

Todos guardan silencio cuando el profesor empieza con su explicación, al chico nuevo no parece costarle estar al mismo nivel que nosotros. Se miraba bastante desarrollado con lo que nosotros estábamos aprendiendo.

La explicación sigue mientras el tiempo vuela como una mariposa cuando intentas tocarla, el sol cada vez toca su punto más alto, hasta que la campana suena deteniendo la efusiva clase del sr. Willis y nos dicta el tiempo de ir a por comida.

Crease o no... este tiempo era el más valioso y por eso nadie quería perder ni un minuto para correr a la cafetería a pasar un buen rato con sus amigos y degustar la comida. Eso nos daba fuerza para seguir el resto de la jornada estudiantil.

—Bueno jóvenes fue un gusto estar hoy con ustedes, gracias por su atención y nos veremos en la próxima clase. Señor Zider si necesita algo siempre estoy en mi oficina.

El profesor toma su maletín y sale con prisa, parece que hasta a él le urgía ir a comer como a todos los demás que salen tras el como una manada de lobos en luna llena. Guardo mis cuadernos porque la hora de receso ya empezó y ahora solo quiero llegar a la cafetería y comer como todos los demás. La comida ahoga las penas.

—No estaba seguro de que fueras tú, pero veo que si —me doy la vuelta para ver quién dijo ello.

—¿Disculpa?

—Hola Becca, sé que ya no somos niños, pero no pensé que me olvidarías tan fácilmente —me dice con una amplia sonrisa Daven, si el mismo chico nuevo de hoy.

—Perdón, pero aun no entiendo ¿nos conocemos de antes o algo así? —él arruga la nariz en un gesto gracioso.

—En cuarto grado, éramos inseparables. ¿Mejores amigos? fuimos al baile de ese año juntos y te regale una rosa que combinaba con el color de tus ojos.

Algo hace clic en mi mente, pareciera que todos esos recuerdos distorsionados y de personas sin rostros claros que iluminarán como si la luz los hubiera encontrado. No tuve muchos amigos de niña, pero por esa misma razón me aferré a todos los que me hicieron sentir bien y confiada de mi... lo recordaba a él, solo que ahora era diferente.

—Claro Daven... Algo me decía que te conocía, pero ahora tu cabello es un poco mucho diferente.

—Todos cambiamos un poco supongo —se encoje de hombros y mete las manos en los bolsillos de los jeans.

—¿Un poco dices? Acaso bromeas, antes fácil podía verte a los ojos sin ponerme de puntillas, tu cabello era castaño y tú vestimenta era la de un chico normal. —explico con más entusiasmo de lo que requiere esto.




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