El insoportable tintineo del despertador inundaba por completo mi habitación. ¿Por qué rayos mi despertador estaba sonando? No. No era porque fuera fin de semana, tampoco porque tuviera un día libre. Era porque, en realidad. ¡Estaba en vacaciones! Por el amor de Dios. Apenas elevé mi mano derecha para poder deslizar el dedo anular por la pantalla en un vano intento por callarlo. Sin embargo, fracasé totalmente.
Ofuscada, me impulsé sobre la cama sosteniéndome con mi brazo izquierdo a medida que buscaba el teléfono móvil que reposaba sobre la veladora que se ubica junto a mi cama, y me di cuenta que no era mi móvil. Porque estaba perfectamente silenciado y bloqueado. Dormidito como un bebé.
. . .
Volteé de forma violenta hacia la puerta en donde se encontraba apoyado en el marco de la puerta el dueño de mis pesadillas. Con esa diabólica sonrisa en sus labios y con el móvil sonando en sus terribles garras.
–¡Axel Sheperd! – Grité de forma acusadora. De forma automática tomé un zapato y lo arrojé en su dirección cual proyectil letal dispuesto a atacar.
Probablemente demasiado letal.
–¡Joder! Ellery. ¿Estás loca? ¡Era un jodido zapato de tacón!
Ups. Bueno, en realidad no me di cuenta en cuanto lo tomé. Solo reaccioné. ¿De acuerdo? Ya saben lo que dicen sobre despertar a una mujer que está enamorada profundamente de su sueño. No despierten nunca a una persona que ama dormir.
–Tú tienes la culpa. ¿Por qué me has despertado a las… Ocho de la mañana? ¿Enserio?
Fue lo que cuestioné cuando me fijé en la hora tan poco apropiada para despertar estando a tan solo dos semanas de iniciar el último ciclo escolar.
–Sí bueno. Tenemos un pequeño problema. ¿Sabes? –Mi hermano se apoyó nuevamente contra el marco de la puerta, cruzó sus brazos por sobre su pecho y me miró realmente serio.
Por un momento me preocupé. ¿Tendría que ver con Jens? Él lo notó, porque inmediatamente asintió con la cabeza y solo movió su cabeza en señal de que lo siguiera.
Ambos caminamos hacia el pasillo, le seguí los pasos hacia el comedor y él me señaló la mesa, allí en donde se encontraban tres cartas. Dos de ellas tenían el sello particular de un instituto que no me sonaba de nada y la otra de ellas se encontraba abierta. Fruncí el ceño en cuanto vi las cartas. ¿Qué significaba eso?
–Tenemos dos cartas de admisión a un instituto al parecer “muy prestigioso” que nos ha otorgado una beca completa para el último año.
Pero, ¿de qué estaba hablando este hombre?
–Axel. ¿Has empezado a beber desde tan temprano?
Mi hermano puso los ojos en blanco y tomó la carta abierta para leer en voz alta lo que redactaba la susodicha.
¡Saludos! Mi estimado señor Sheperd.
Me complace saludarlo. Estoy encantado de hacerle conocer que ha sido aceptado en la Universidad de Blue Hill, con una beca completa para sus estudios universitarios con una posibilidad de post grado en caso de sobresalientes en su nota final académica.
Sabemos que usted es un hombre responsable que debe mantener una familia de tres, por lo que tiene una oferta laboral en nuestro campus, con un sueldo estimado en $1000.00 Dólares Americanos. Hemos estado investigando a las familias más exitosas ya graduadas con anterioridad en nuestra alma mater. Cumpliendo con los requisitos han sido seleccionados para pertenecer a tan afamada institución.
Tenemos conocimiento de sus hermanos pequeños, por lo tanto una carta de aceptación será entregada a cada uno de ellos. En la misma se encontrará un código integrado en el papel, mismo será usado para poder acceder al campus con normalidad.
Esperando gratas noticias, le doy la bienvenida.
Saludos cordiales. Blue Hill.
No sabía si lo que más me daba escalofríos era la forma en la que Axel estaba leyendo la carta como si fuera una señora de la aristocracia, o si el hecho de que acababa de decir que nos habían investigado. ¿Se trataría del gobierno? Me rodee a mí misma en un pequeño abrazo, delineando mis brazos en busca de un poco de confort.
–¿Cómo conseguiste abrir eso? ¿Acaso leíste el correo de Jens sin su permiso?
–No. Claro que no. Él mismo lo abrió, y al parecer lo dejó justo allí en donde lo viste, junto a las dos cartas que supongo son para nosotros.
De acuerdo. Mi hermano no estaba en casa. Jensen era un hombre trabajador que había sufrido demasiado al tener que hacerse cargo de nosotros demasiado joven. ¿La razón? Nunca supimos el paradero de nuestro padre y nuestra madre se encontraba con nuestra abuela, recuperándose de una enfermedad terminal que le impedía permanecer en Londres por el clima en el que nos encontrábamos.
La situación era demasiado extraña, quizás un tanto excéntrica si consideraba el hecho de que nos habían investigado. Caminé hacia la mesa y, tras tiras de la silla y tomar asiento, mis manos tomaron una de las cartas y revisé la parte posterior.
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Editado: 14.05.2020