Obsidiana

Capítulo 2 → ¡Nos vamos!

Tenía la mente lejos de mi cuerpo. No escuchaba nada, solo un pip, pip, pip. De hecho, había dejado de escuchar desde el momento en el que Jens terminó de indicarme en dónde sería nuestro próximo hogar. Sí, ese lugar maravilloso que nos ofrecía flores, azúcar y muchos colores. ¡Todo maravilloso! Hasta que mi hermano me dijo en donde encontraba.

– Olvídalo Jens. Se ha ido. ¡Puf! Su mente se fue con Zak Efron en este momento.

Afilé la mirada y me enfoqué en Axel. Imaginando que le estaba clavando un millar de cuchillos en todo el cuerpo.

–¡Ah mira! He logrado traerla de vuelta. – La sonrisa que torció Axel me hizo pensar en lo detestable que era cuando se empecinaba en molestarme.

–De acuerdo. ¿Pueden dejar de discutir de esta forma? No entiendo como pueden ser mellizos cuando parecen perro y gato todo el tiempo.

–Tenemos nuestros momentos, solo que tú no puedes saberlo porque no compartes un vínculo tan especial.

–El único vínculo que quiero conectar ahora mismo es mi pie con tu cara, Axel.

–Precioso.

Sí. En realidad tampoco comprendía cómo es que nos llevábamos así. Teníamos nuestros momentos, es verdad. Pero tal parecía que ese vínculo de hermanos solo venía cada eclipse lunar.

–Elle. Si estás dudando sobre esto sabes que puedes decírmelo. ¿Cierto?

Asentí. Sí. Claro que lo sabía.

El detalle es que estaba ocurriendo todo tan misteriosamente pronto. No esperaba que las clases comenzaran a tan solo una semana. Tampoco esperaba que tuviésemos que irnos a Dinamarca. ¡Dinamarca! Es decir, pensé que tendríamos que mudarnos, pero tenía en mente algo más cercano a Londres.

No podría ver a mamá, eso es lo que más me dolía. Por lo general solíamos ir a visitarla cada dos semanas, un fin de semana elegidos por nosotros.

El detalle es que teníamos que pedir permiso a la abuela, porque parecía que nuestra presencia en su casa era como si tuviese que recibir a un trío de vándalos callejeros.

Nunca nos hemos llevado bien con nuestra abuela materna, en realidad ella nos ha odiado desde el principio de nuestra existencia sin razón aparente.

Es terrible que lo diga de esta forma, pero cuando se detectó la enfermedad misteriosa de mamá ella fue la más feliz. Juraría que cuando mamá fue llevada por emergencias ella sonrió. Lo vi por cuestión de segundos, tan breve como un parpadeo. Lo más probable es que su impasible rostro haya sido presa de una de esas descargas de emoción que te dan e inevitablemente como un tic nervioso que no puedes controlar.

–Sé que es un lugar demasiado distante, Elle. Pero mira el lado bueno. ¿Querías nuevos aires, no? Podemos empezar de cero todos. De esa forma no me sentiré tan fuera de lugar.

Suspiré. Oh, mi pobre y marginal hermano mayor que no sabe cómo ser un muchacho normal sin demasiadas responsabilidades.

Bien. Podía con esto. Estaba segura de que podía contra todo esto.

Lo primero en la lista de mi terrible y organizado hermano era que ordenemos nuestras cosas. Él se encargaría de conseguir las suficientes mochilas de viaje para nuestra ropa y unas cajas de madera para transportar nuestras pertenencias. Había pensado que era lo ideal, no me imaginaba viajando solamente con una mochila y un conjunto de fundas negras en donde cargar mis objetos personales.

Terrible.

Me centré en organizar cada una de mis mudas de ropa. Luego mis objetos personales. Desde los recuerdos de infancia hasta las fotografías. En realidad no tenía idea de porqué lo “organizaba” todo. Lo único que estaba logrando era desordenarlo aún más como si fuera un huracán. El huracán Ellery azotando todo a su paso, damas y caballeros.

Oh… Pero gracias a mi desorden logré encontrar algo que llevaba mucho tiempo sin ver. Era un collar. Un collar que mi madre me había obsequiado cuando era niña. Jensen y Axel tenían una tobillera con el mismo dije; una obsidiana oscura, circular, como una preciosa perla negruzca que resaltaba el color de mi piel.

Sonreí. Inevitablemente me acerqué al espejo de mi veladora y de forma cuidadosa me coloqué el collar.

Recordaba que me la había quitado cuando empecé a practicar defensa personal por petición de Jens. No deseaba que el collar se viera arruinado por tirones o algo parecido. De forma distraída mi diestra ascendía por mi pecho y delineaba la piedra con suavidad, palpando con la yema su suavidad, era cálido.

–Elle, había pensado que quizás deberíamos..-

Axel se detuvo un momento. Su mirada se centró en el collar, puesto que era lo que yo misma observaba a través de mi reflejo en el espejo.

–El dije de mamá. – Se adentró en el interior de mi habitación y con una sonrisa tomó asiento sobre mi cama. O bueno, el pequeñísimo espacio que encontró sobre la montaña de ropa que ahora era mi cama. Allí me mostró la tobillera con el dije, el mismo que portaba ahora con orgullo mi cuello.

–La voy a extrañar, ¿sabes?

–Lo sé. También lo haré. Pero la decisión está tomada. Queríamos ayudar a Jens. Mires por donde lo mires era una decisión sensata para todos.

Apreté mis labios en una delgada línea. Él tenía razón. Era la decisión correcta.

–En fin, venía a decirte que deberíamos ir a nuestro instituto antes de irnos. Ya sabes, necesitamos retirar unos cuantos papeles para la nueva escuela. Quizás encontremos a alguno de nuestros amigos.

Oh, diablos. Tenía razón.

Asentí a lo que dijo. – De acuerdo. ¿Iremos hoy?

Él asintió. – Termina de destruir tu guarida, anda.

–Cállate, Axel.

¿Por qué tenía que arruinarlo todo? Comenzaba a pensar que tenía una manía casi extrema por arruinar cualquier momento medianamente normal por meter sus estupideces.

Jensen llegó al cabo de un par de horas. ¿Cómo lo supe? Porque creo que todo el vecindario se enteró de eso cuando lo vimos llegar con un conjunto de cajas de madera, mochilas enlazadas a otras mochilas como la escalofriante versión backpack del ciempiés. Pero… ¿De dónde ha saqueado este hombre todo esto?




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