Obsidiana

Capítulo 3 → Nunca te quites el collar.

Mi mirada se encontraba fija en la ventanilla del avión, admiraba las nubes con fijeza peguntándome lo que se sentiría volar a través de ellas, sentir la brisa fresca y pura contra mi rostro. Probablemente lo más cercano que podría estar de esa fantasía sería el saltar con un paracaídas.

Por otro lado, Axel había decidido echarse a dormir aun cuando el vuelo era de aproximadamente una hora. Puse los ojos en blanco cuando voltee a mirarlo y lo vi completamente desparramado en el asiento de adjunto. Tenía la boca abierta de una forma extraña, sin embargo un par de chicas no dejaban de tomarle una seguidilla de fotografías.

Mi rostro se deformó en una mueca. ¿Quién podía ver eso como algo atractivo? Le resté importancia y tan solo lo ignoré. Sí, aún cuando incluso habían activado el flash de una forma tan desvergonzada.

Cuando pretendía hundirme en la miseria de tener que soportar esa terrible tragedia por otro par de minutos más, el anuncio de que estábamos próximos a llegar me hizo dar un respingo emocionado en mi asiento. Intencionalmente activé mi lado satánico y le di un manotazo a mi hermano para despertarlo.

–Arriba, princesa. Estamos por llegar.

Axel se irguió de forma abrupta sobre su asiento y me miró con el ceño fruncido, como si realmente no me conociera. Pero yo creía fervientemente que solo estaba configurando a su cerebro para ordenarle como pensar con claridad. Cuando pasaron unos segundos en los que sus ojos azules me enfocaron en su totalidad, volteó hacia sus dos fanáticas con cámara en mano y les dedicó una media sonrisa.

Puaj

Me acomodé el cinturón de seguridad y me preparé para sentir el vértigo que sentía siempre cada vez que volaba en un avión. Jens decía que era vértigo y que era normal. Pero Axel decía que era anormal y que podría morir por un desequilibrio en mi sistema nervioso. ¿Conclusión? Preferí creerle a Jens e ignorar a mi mellizo el idiota.

Jensen se apoyó en la cabecera de mi asiento y asomó su cabeza por sobre mi cabeza y el de Axel. –¿Están listos? Pasaremos a comer algo en el aeropuerto de Copenhague antes de ir al muelle a esperar nuestro próximo transporte.

Asentí a las palabras de Jens. Por lo que me había platicado mi hermano llegábamos al aeropuerto de Copenhague en Dinamarca, luego tendríamos que ir a un muelle en donde nos embarcaríamos en un pequeño bote que nos llevaría a una isla cercana en donde nos esperaba nuestro maravilloso sueño danés.

–¿Tenían idea de que el equipaje en este lugar puede llegar a tu lugar de destino siempre que indiques la dirección antes de subir al avión?

–¿De verdad? No tenía ni la menor idea. ¿Ves cómo empezamos con nuevas experiencias?

–Elle… Es solo el equipaje. – Jensen negó con la cabeza, riendo entre dientes y despeinando mi cabello antes de continuar el camino hacia el muelle.

Compramos unas buenas hamburguesas antes de salir del aeropuerto con nuestro equipaje ligero. Una hora de viaje no era demasiado lejano si lo ponías en perspectiva, pero sí que lo era cuando tenías que comprar un boleto de avión y pasar más de novecientos kilómetros de mar para pasarte de un país al otro. Comenzaba a extrañar Londres, Dinamarca no se alejaba demasiado del clima al que estaba acostumbrada, pero era diferente. Yo lo sentía diferente.

Llegamos al muelle y lo primero que hice fue ir a un pequeño banquito en el que me senté a esperar nuestro flamante yate para irnos a la isla de nuestros sueños. Vale, creo que debería dejar de referirme así a todo porque muy probablemente yo misma me lo creeré y terminaré decepcionada por todo lo que vea.

–¿Cómo crees que es el bote, Axel?

–Definitivamente no como ese. – Señaló un yate que se detuvo justo delante de nosotros y recogió a un grupo de diez personas más o menos. Todos vestían de forma muy elegante. Lo que me hizo pensar que seguramente estarían celebrando una fiesta muy sofisticada.

–¿Y por qué no puede ser un yate? Es un instituto caro. ¿O no?

Y como si la vida misma me estuviera diciendo: Hell no, un pequeño botecito de esos a motor que parecía estar a punto de dar su último suspiro se acercaba lentamente hacia el muelle. La pintura ya estaba totalmente desprendida y se podía ver el paso del tiempo en el acero oxidado y mohoso.

Me quedé admirando el bote como una tonta mientras escuchaba a la distancia la estrepitosa risa de Axel. ¿Qué? ¿Era lengua de profeta?

Pasé junto a mi hermano el de la risa histérica y solo miré con una expresión de reproche a Jens que me devolvió la mirada en un clarísimo gesto de lo siento, mientras me tomaba de la mano para ayudarme a subir al bote. 

¿Han escuchado cuando dicen que en un bote no se siente el oleaje cuando es alto y va rápido? Pues en este momento todo eso se fue a la basura porque el bote era una mecedora en todo su esplendor. Me arrullaba de un lado al otro y el retumbar del escape del motor parecía estar agonizando y a punto de ahogarse él mismo para dejar de funcionar de una vez por todas.

Que tacañería, ¿eh? Comenzaba a pensar que habíamos sido timados y ahora temía por el lugar que me iba a encontrar aquí. Muy probablemente era un lugar desastroso y a mi hermano lo iban a explotar laboralmente como a un esclavo. Tras dos horas. ¡Dos horas! Sí, dos horas de un perfecto viaje en bote llegamos a un muelle bastante parecido al de Copenhague. Allí nos esperaba una mujer de unos… ¿Qué? ¿Treinta y tanto?

–¡Oh! Finalmente. Bienvenidos a Blue Hill, jovencitos Sheperd.

La amabilidad de la mujer me hizo cambiar el ánimo. Me encontraba amargada y con ganas de patear al mundo. Pero ella fue tan amable y su aura era… ¿Cómo decirlo? Desprendía paz, como la marea de un claro en el que flotas y solo te relajas. Sonreí como respuesta para ella y asentí.

–¿Lou, cierto? ¿Eres quien me ha estado contestado los correos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.