Obsidiana

Capítulo 6 → Polaris

¡Alerta roja, alerta roja!

¿Cómo le dices a tu hermano que lo que acaba de decir un chico jodidamente guapo fue una broma? O quizás no. En ese momento lo que menos me importaba era en lo de ayer. Me preocupaba ahora mismo ver los furiosos ojos azules de Axel.

– Habla. Ahora.

–¡Diablos, Axel! ¿De qué quieres que hable? ¿Me crees una chica de esas?

Axel no me respondió. Solo elevó las cejas como esperando a que me explicara, o al menos, explicara lo dicho por el Griego de hace rato.

Largué un suspiro y solo me encogí de hombros. – Me confundí de habitación. ¿Está bien? No vi ese anuncio en la recepción. Solo entré en un pasillo cualquiera y me metí en una habitación y…

–¿Y?

–Y… Me encontré con este chico. Eso fue todo.

Omitir unos cuantos detalles a veces era necesario. Cuando cuentas una versión de los hechos, tienes la gran ventaja de poder elegir qué partes omitir. Para prevenir malos entendidos, para evitar que la otra persona se sienta afectada o mal. En este caso, para evitar que mi hermano continúe como un toro furioso.

Convencer a Axel sobre esa versión de los hechos fue demasiado complicada para mí. No quería que le dijera a Jensen algo al respecto porque lo que me faltaba es que ahora Jens deba preocuparse de que me han tomado como tiro al blanco de burlas y que tuve algo con un tío mucho mayor mi primer día.

Conforme pasaba el día y recorría los alrededores con Axel, me di cuenta de la forma tan inusual con la que éramos excluidos. Era como si pasáramos y todos se hicieran a un lado, como si tuviésemos una especie de enfermedad contagiosa. Nos evitaban, ni siquiera se fijaban en nosotros.

¿Por mí? bien, no necesitaba de nadie más. Podía vivir el resto de este año escolar únicamente con Jensen y Axel. ¿Para qué necesitaba de amigos? Lo único que me demostraba este lugar con toda la opulencia de sus instalaciones, era lo vacío de las personalidades que se reunían en mi entorno.

De todas formas me resultaba demasiado inusual que todas las personas fingieran que ni siquiera existíamos. ¿Tanto poder social llegaba a tener Amelie?

–Tengo una reunión con dirección en unos minutos.

Me gire a ver a Axel con el ceño fruncido. – ¿Ya empezaste a tener problemas?

Él sonrió de lado. La primera sonrisa irónica y despreocupada que recordaba y empezaba a extrañar. – Nada de eso. Deben responder a la petición de cambio de habitación que solicité anoche.

–Oh. De acuerdo. Espero que todo marche bien.

–Con suerte sí. ¿Estarás bien?

–¡Claro! Sabes que soy una persona independiente. Vete ya, empiezas a darme urticaria.

–Ten cuidado monstruo. No vayas a infestar a los demás con tu estupidez.

Mira quien lo decía. Le di un golpe de puño juguetón en el hombro y me dirigí a mi habitación. El único espacio que me gustaba en este condenado lugar.

Vacío, solitario y tranquilo.

Estoy pensando que mi vida pasó de ser la de una chica normal con amigos a una chica solitaria que debe pasar confinada en su dormitorio porque es al parecer la lepra caminante del campus. Cuando entré en el recinto habitacional vi a una chica luchando por acomodar un afiche en un tablón de noticias que se hallaba en la pared.

En cuanto terminaba de acomodarlo, retrocedía para juzgar su trabajo y nuevamente volvía a reacomodarlo. Esta chica tenía un sentido de perfección más fino que el de mi abuela. Me acerqué a paso lento hacia ella. Cuando retrocedió para juzgar su trabajo –por cuarta vez– sonreí.

–Luce bien. Creo que debes dejarlo así. –Ella dio un respingo y de forma inevitable empezó a reír.

Que linda. Su propio susto le causaba gracia. Me sentí contagiada por su buen humor, o quizás por el hecho de que no fingió que era un adorno en la habitación y no pasó de mi como todos.

–¿Crees eso? ¡Debe ser todo perfecto! El baile de bienvenida de este año promete ser bastante divertido. Me aseguraré de eso porque ahora soy parte del consejo.

¡Oh por Dios! Una persona que me habla sin que le dé una especie de repulsión. Era agradable poder sentirse más humana y menos un ser fuera de lugar.

–¿Baile de Bienvenida? – Me sentí un poco curiosa, por qué no. – ¿Es algo de todos los años?

–¿Huh? ¡Claro!... ¿Eres nueva?

–Algo así. Llegué hace poco y estoy adaptándome a todo esto.

–¿Eres de primer año? – Su mirada curiosa e inquisidora me hizo temer un poco. Todos preguntaban si era de primer año y cuando les respondía con la verdad siempre sucedía lo mismo.

–Ugh. No. Voy a último de secundaria.

Ella me miró con extrañeza. Frunció el ceño y su rostro se vislumbró aún mucho más tierno. Sentí que me escaneó, me está juzgando. Otra vez.

–Que… Inusual. No tienes color de aura.

Espera. ¿Qué ha dicho?

–¿Color de aura?




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