¿Alguien ha escuchado alguna vez sobre la ansiedad generalizada? Bueno, ahora mismo, ¡yo me encuentro sumergida en una ansiedad crónica de haber visto a un muchacho saltar por mi ventana!
¿Acababa de imaginarlo?, ¿Estaba tan necesitada de una vida social que había llegado a imaginar que hablé con alguien?
Bueno, que ahora mismo entre superman volando por mi ventana y me haga cariños porque los necesito.
Casi no pude cerrar un ojo de la impresión. De la intriga. La curiosidad que me devoraba como el monstruo pecaminoso que me corroía las entrañas. Me encontré con Axel y con Jens en la mañana. Juntos recorrimos el campus y fuimos por algo de desayunar. ¿Y yo? Bueno, yo seguía comiéndome la cabeza por el asunto del Clyde suicida.
– ¿Todo bien, Elle? Casi no has hablado.
Mi rostro se desencajó un poco. Habría esperado eso de Axel. ¿Pero de Jensen? La decepción, la traición hermano. – ¿Insinúas que no puedo estarme callada? Me dueles, Jens.
–Insinúa que eres una ladilla, monstruo, y que cuando no estás fastidiando, preocupas. – El comentario de Axel me pareció tan irritable, pero aún mucho más fue el hecho de que robara mi tocino delante de mis narices. Con toda la intención del mundo le clavé el tenedor en las costillas y lo forcé a dar un salto lejos de mí. – Maldición, Elle.
–No-toques-mi-comida-Axel. –
Jens sonrió. Era como si él necesitara de esto para sentirse menos fuera de lugar. Comencé a pensar que era una pésima hermana.
–¿Jens?
Temía preguntarlo, pero algo en mi interior se removió de una forma incómoda. Como cuando intentas abrir una herida. Una llaga. Él me miró interrogante, tomando un sorbo discreto de su jugo de naranja.
–¿Cómo marcha todo para ti aquí? ¿Te tratan bien?
La pregunta quedó allí, suelta sobre la mesa como una jugada de ajedrez en espera por el movimiento contrario, en este caso, la respuesta de mi hermano. Noté como Axel se irguió en su asiento y miró a Jensen con la misma atención que yo misma tenía sobre él. Él parpadeó, y luego tragó.
Uno, dos, tres… Cuatro… Mi corazón se oprimió, acongojado. Él dudó. Conocía a Jensen muy bien. Es tan transparente como el agua. Cuando está bien él responde de forma sincera, con una sonrisa o sus ojos me responden. Pero ahora mismo él se lo pensaba. Se pensaba las respuestas. Se pensaba qué decirme.
–Todo marcha como debe. Elle. El trabajo es pesado, pero es cuestión de acostumbrarse. ¿O no? Pronto será el inicio de clases y será más complicado.
Mintió. Jensen mintió y eso me dolió.
¿Habría sido una buena decisión la que apoyé? El desayuno marchó con normalidad, preferí dejar el tema de lado porque no quería incomodar a ninguno de mis hermanos. Pensé que merecían una buena noticia. Al menos algo para que dejaran de preocuparse. Si todos estaban padeciendo de lo mismo, tenía que hacerles saber que no estaba sola.
–Hoy una amiga va a ayudarme a elegir un vestido para el baile.
Al decirlo, Axel dejó caer el tenedor y Jens se quedó con la taza suspendida en el aire. –Pero bueno, perdón por contarles sobre mis amistades.
–No. Elle es que… Bueno. Que excelente. ¿Cómo se llama?
–Se llama Polaris Reid. Es una de las encargadas del baile de este año. El día de ayer la ayudé con los afiches que ahora pueden ver por todo el campus. – Me enorgullecí de mi trabajo. Diez de Diez.
–Eso explica porque están mal colocados.
Axel, claro que sí. Lo ignoré y me dirigí a Jens. – También deberías conseguir un traje, Jens. ¡Seguro que encuentras uno maravilloso! Uno que te haga lucir como un príncipe.
–¿Y yo que?
–Axel, tú no tienes remedio. Pero puedes acompañar a Jens para encuentre algo que lo haga ver maravilloso.
–Eres mi hermana melliza, los genes no mienten, ¿verdad? Es bueno que lo empieces a notar.
Odio cuando hace eso. Tensé la mandíbula y controlé mi energía porque estaba por patearlo.
–Puedo ir con Axel a buscar algo en lo que tú vas con tu amiga, Elle. Diviértete.
¿He dicho ya cuánto amo a Jensen? Es decir, mi hermano debe ser un ángel caído del cielo con el único propósito de hacer feliz a la gente. Era tan dulce y atento que me sorprendía cómo de diferente era de Axel. Aunque también amaba a ese idiota.
Tras finalizar el desayuno con mis hermanos me encaminé a la recepción de la zona habitacional para esperar la llegada de Polaris. Al cabo de unos veinte minutos de espera, la pequeña figura de Polaris me regalaba su presencia. Me causó gracia que ni siquiera podía con todas las bolsas que portaba enredadas entre sus brazos y contra su cuerpo.
–¡Elle! ¿Estás lista? Vamos a tener un día muy ocupado con todo esto. Debemos vernos… ¡Per-fec-tas!
–De acuerdo, pero déjame ayudarte con esto porque si no vas a caer de bruces al suelo.
Tomé unas cuantas bolsas para aligerar su carga y la conduje hacia mi habitación. Ella se internó en el interior y lo primero que hizo fue tirarse sobre la cama y permanecer allí tendida como si fuera una estrella de mar.
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Editado: 14.05.2020