Obsidiana

Capítulo 9 → El día del baile.

Con todos los sucesos que me han ocurrido recientemente me detenía a pensar en que, muy seguramente, mi vida estaba convirtiéndose en la de una chica en apuros con una secuencia de infortunios. Si lo veía desde la perspectiva dramática era toda una aventura, ¡pero yo no quería eso!

Mi vida era la de estar sumergida en la ordinariedad, sin ser vista o marginada, pero tampoco demasiado notada.

¿Y qué es lo que recibía en Blue Hill? Pues todo lo contrario.

Gracias a los Blake, cuando no era solo la marginada, era comentada por ser «la chica de los Blake», ¿por qué me he convertido en la chica de dos tipos que no conozco de nada?

A mí me gusta ser la chica de los Sheperd. Con todo y mi hermano tierno y el otro estúpido. Esa soy yo, esa es Ellery Sheperd. Largué un suspiro, un suspiro agotado y algo cansado.

Llevo más de una hora sentada frente al espejo, espalda recta y mentón elevado. Sintiendo como me escosen los ojos por el delineado que Polaris se ha empecinado en hacerme.

– ¡Quieta Elle! ¿No ves que mi obra de arte merece serenidad?

–Tu obra de arte me está torturando como no tienes idea, maldita sea. – En cuanto Laris dejó mis ojos en paz, parpadee como unas mil veces en menos de tres segundos, intentando brindarles algo de humedad. A lo que ella me dio un golpecito en el hombro como si fuera un cachorro castigado.

–No, no, no. ¡No hagas eso! Solo mantén los ojos abiertos. – Ella misma se inclinó un poco delante de mí, abriendo desmesuradamente sus ojos y moviendo su cabeza levemente sin apartar su mirada de mí. – Esto hará que tus globos oculares se acostumbren al contenido de tus lagrimales.

La miré con una cara de esas… Esas caras deformadas en una mueca. – Me das miedo. ¿Cómo puedes mover la cabeza así? Pareces esos retos que suben a internet con las gallinas.

–Bien. ¿Continuamos con el iluminador?

¡Basta ya!

Esta mujer tenía más maquillaje de lo que yo misma había visto en toda mi vida. ¿Cómo es que se combinaba todo esto? Había como cuatro tipos de base. Disque para hidratar, para cubrir, para iluminar y para resaltar. Culparé toda mi vida a mis hermanos porque gracias a ellos yo no tengo la más remota idea sobre cómo se hace esto. Mi único conocimiento sobre maquillaje solo llegaba al delineador y al labial.

Con suerte, y solo si me sentía atrevida, un poco de máscara de pestañas.

Polaris tenía, sin mentirles, tres bolsitas contendoras de maquillaje. Una infinidad de labiales en una cajita perfectamente organizada, cuatro combinaciones de sombras y otros productos de maquillaje que mi pequeña cabeza carente del mundo de la belleza moderna no tenía ni la menor idea de lo que eran. Al cabo de una media hora más mi cara se sentía pesada y sentía que tenía un kilo de polvo en la cara. Era fascinante como de alguna forma todo lo que me puso en el rostro no lucía sobrecargado.

Mi rostro continuaba luciendo como habitualmente lucía. Levemente resaltado y perfilado. Mis pómulos más prominentes y la forma respingada de mi nariz. Mis ojos resaltaban con el ahumado de los ojos y mis labios levemente rojizos por una tonalidad natural de labial que contrastaba con mi piel. – Guau. ¿Cómo lograste hacer lucir todo tan natural? Usaste más cosas que miss universo.

–Cuando tienes práctica puedes lucir natural con pequeñas cosas.

Pequeñas cosas dice. ¡Pero si ha usado un montón de productos! Elegí ignorar esas palabras y solo le permití ayudarme a ponerme el vestido.

Me enfundé en un vestido color purpura pálido ceñido al cuerpo con hombros descubiertos. Un corsé se ceñía a mi cintura en cuanto ajusté el cierre. A la altura de la cintura tenía un dibujo bordado con un conjunto de gotitas blancas perladas que envolvían mi cintura. Y unos pliegues de tul que caían por delante de mis muslos. Sin embargo el vestido se extendía en largo por la parte de atrás, llegando hasta acariciar la parte posterior de mis tobillos. Polaris me hizo un peinado recogido, dejando únicamente un par de mechones que rizó suavemente y dejó grácilmente a cada lado de mi rostro.

Me veía bonita. Me sentía bonita. Y no es como si nunca estuviera satisfecha con como soy, pero ya saben a lo que uno se refiere cuando se siente bonita.

–Perfecta.

–¿Y tú qué? Luces maravillosa.

Ella le restó importancia al detalle de los halagos. Ambas estábamos listas y perfectas. Sentí que podía contra todo esa noche.

Quizás me equivoqué.

–¡Ellery! ¿Vas a venir o no?

Polaris lleva ya quince minutos intentando despegarme de uno de los pilares que se encuentran en la entrada de un gran vestíbulo que conduce al gran salón.

¿La razón? Yo, por supuesto.

De pronto, al ver la multitud de estudiantes que desfilaba en sus mejores galas hacia el gran salón sentí la imperiosa necesidad de volver por mi caminito y encerrarme en mi torre como Rapunzel.

–Quizás solo deba irme. Ve y diviértete, Polaris. No quiero arruinar tu noche.

–¿Qué? Ah no, eso sí que no. No he gastado dos horas y media dejándote maravillosa para que te vayas a encerrar como un topo. ¡Ven! – Tiró de mi brazo, incluso me rodeó de la cintura para tirar de mi cuerpo que estaba más pegado que una lapa al enorme pilar.

–¿Qué demonios haces?

Volteé hacia la derecha y le dediqué mi mejor cara de piérdete a mi querido hermano.

–¡No quiere venir! Y me dejará sola esta noche.

–Pero puede venir conmigo, preciosa dama. – Axel extendió su mano de una forma muy caballerosa y atenta. Causando que me dieran ganas de vomitar.

Y eso fue suficiente para desprenderme del pilar y tomar del brazo a Polaris y afirmarme al brazo de Axel, permaneciendo en el medio.  

Si tenía que enfrentarme a ese maldito salón con el único propósito de que Axel no pusiera sus desalmadas garras sobre la indefensa Polaris yo me sacrificaría por ello.




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