Obsidiana

Capítulo 15 → Misión especial.

┏━━━━━• Axel's Post •━━━━━┓

Miré sus ojos mieles y me sentí jodidamente tentado a perderme en ella por un lapso interminable de tiempo que no supe si era por la carencia de atención femenina a la que me vi sometido desde que llegué o por el hecho de que era la chica más bonita que había visto en esta isla del demonio.

Ella reaccionó mucho antes que yo, tomó mi muñeca y me hizo bajar la palma de su boca, liberándose.

–¡Casi me asfixias!... – Exclamó en voz baja, únicamente para que yo la escuchara.

Inspiró una gran bocanada de aire y luego esos ojos mieles me recorrieron con descaro.

Sí, he de admitir que me erguí con orgullo y ladeé una sonrisa, me sentí victorioso a pesar de todo, ella solo desvió la mirada cuando conectamos la vista y se hizo a un lado, creando distancia entre ambos.

–¿Qué haces aquí, chica escurridiza? ¿Tienes un buen trato especial con el director para entrar de esa forma? –soné celoso. Más de lo que quise demostrar. Probablemente estúpido a su parecer.

–Pero, ¿qué dices? Eso es asqueroso.

– Lo siento, no quise que sonara de esa forma. Iniciemos desde cero. ¿Qué dices? –le extendí la mano, en espera porque ella me corresponda el gesto y me diera luz verde a corregir mi estupidez.

Ella me miró y de forma algo dudosa, asintió silenciosa y sujetó mi mano, conteniendo una pequeña sonrisa que detecté por la forma en la que apenas movió su comisura.

Una vez sujetas nuestras manos, yo acerqué la suya a mis labios y besé el dorso de su delicada y femenina mano. – Axel Sheperd, un gusto.

Pareció sorprendida, no solo por el gesto, supongo. Aunque he de admitir mi triunfo al avistar un leve sonrojo teñir sus níveas mejillas. – ¿Sh-Sheperd? ¿Eres el nuevo?

Ah, sí. Del marginado al raro.

–Depende. ¿Eso es bueno o es malo?

–Eres un elemental de fuego. ¿No? – Ella sonó admirada. Detecté un tono bastante curioso y sus ojos me miraban con fascinación. No con asco como empezaba a acostumbrarme.

–Sí, bueno. Entonces es algo malo.

–¡No! ¡Es bueno, sí! Es muy bueno. ¿Por qué? ¿Tú lo ves malo?

No sabía si sus reacciones eran sinceras o solo buscaba caerme bien. Hasta hace dos noches no era más que el marginado social que solo pasaba en la cafetería en compañía de sus hermanos, y ahora pasé de ser el ninguneado al –al parecer– espécimen más raro del campus.

–Hasta hace un tiempo muchos de ustedes me vieron como un don nadie. Ordinario y corriente –sí, esas palabras aún calan muy dentro de mí. – Y ahora sus cambios de actitud son tan radicales. Vaya falsedad con esta escuela, ¿eh? –liberé su mano y solo retorné hacia el conjunto de carpetas.

Sentí de pronto que no merecía la pena el desviarme de mi plan.

–¿Muchos de nosotros? Me parece que estás generalizando. No me incluyas en ello, yo no te conocía hasta hace dos segundos.

Me detuve un momento. Giré hacia ella nuevamente y la miré con una ceja enarcada. ¿Debería creerle? Sería estúpido si lo hacía. Podría estar engañándome, como todos.

Bufé, de alguna forma la ironía ganó en mí y sentí que era mi único escudo. ¿Sentía decepción? Sí. ¿Sentía que estaba haciendo una estupidez? Totalmente sí. Pero aun así tenía esa espinilla dentro de mí. – ¿A no? Si fue un suceso muy famoso. A no ser que seas una marginada social, muñeca.

Ella sonrió, lo hizo de forma automática, como si solo lo hiciera para no presentar una mala cara, para que no la descubriera. Como si fuera una costumbre muy suya.

–Bueno, me quedó claro algo.

–¿El qué?

–Que eres un imbécil.

Auch.

Sí, muy en el fondo sentí que lo merecía. Me recordó un poco a las palabras de Ellery cuando intencionalmente me metía con ella para hacerla enfadar. Sus palabras fueron genuinas.

Detecté algo de molestia en ella, en el tono de su voz.

Suspiró. Ese suspiro femenino que solo las chicas liberan cuando quieren calmarse pero son incapaces de conseguirlo.

Ella se dio la vuelta con intenciones de marcharse, pero en un rápido movimiento caminé hacia ella y la sostuve de la muñeca. ¿Por qué la detuve? No tengo la más remota idea. Si no tenía planeado confiar en ella no debería detenerla, debería solo dejarla ir.

Pero soy un maldito egoísta y acaparador.  

Ella de un manotazo se liberó de mi agarre y con la fuerza de su tirón, su brazo se llevó un adorno que se encontraba sobre un pequeño pilar de madera.

Mierda.

Extendí el brazo hacia el adorno en un reflejo automático, a duras penas y pude acariciar el objeto en el aire. El clásico sonido de la porcelana despedazándose en miles de pedacitos que ahora, desparramados en el suelo, fue lo único que nos sumergió en un silencio casi sepulcral.

–Pero… ¿Qué has hecho?

–¡¿YO?! ¡Tú tomaste mi mano, idiota! Ush, no sé por qué tuve que venir justo ahora y toparme contigo.

Apreté los labios en una fina línea, deseando responderle que probablemente se encontró conmigo porque era parte del destino, y ahora mismo permanecía aquí porque quería verme más tiempo.

De seguro que eso solo me hará acreedor de una deliciosa bofetada proveniente de su mano.

–Lo siento.

Ella me miró. Un resentimiento descomunal adornando esos preciosos rasgos femeninos.

–Por todo, no debí hablarte de esa forma. Fui un imbécil.

–Sí que lo fuiste. Un completo imbécil.

–Y por eso me disculpo, no quería dejarte marchar así, con esa imagen de mí. –no podían culparme, en el poco tiempo que he permanecido en este lugar me he hecho evasivo. Ella continuó seria, tan solo mirándome, como si decidiera si aceptar o no mis disculpas.

Su primera respuesta fue suspiro, lo hizo con resignación, a sabiendas de que una vez se descubra la travesura, ambos probablemente terminaríamos castigados.

–Descuida. También lo siento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.